En la aldea
25 abril 2024

Queremos ver otra película

Entre bonos de la patria, bolsas de comida, electrodomésticos, los “puntos rojos” para controlar a los votantes; un CNE que tenga “algo de credibilidad”; una oposición que siempre ante elecciones debate exactamente lo mismo: Unos se niegan de manera rotunda a participar, otros siempre participan “pero no mucho”, y un tercer grupo que quiere participar pero no puede sin garantías. Todo esto atizado por los anónimos en Twitter que siembran desesperanza, atacan y condenan, pero siempre con la mira puesta en desvirtuar cualquier intento efectivo de la oposición. Mientras, la mayoría de los venezolanos espera que la película tenga otro libreto y que la produzcan “los buenos”. ¿Será esto posible algún día?

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Francisco Suniaga | 12 mayo 2021

A los venezolanos, tal parece, nos van a obligar otra vez a ver la película que hemos visto en las dos últimas elecciones. Una producción cinematográfica malísima en la que muere el muchacho y la muchacha queda sola, triste y molestada por el malo. La trama es la que sigue: El régimen chavista, con su particular manera de tomarse la Constitución y las leyes, convoca a unas elecciones. A tales fines, se asegura de tomar una serie de medidas y ocupar unas posiciones que predeterminan su triunfo. El rasgo fundamental de las elecciones democráticas, la incertidumbre sobre su resultado, desaparece por completo o queda reducida al mínimo. Eso es lo que hay, responden, si alguien les pregunta o demanda otro desarrollo.

La primera medida es contar con un Consejo Nacional Electoral que tenga algo de credibilidad (si no tiene siquiera un mínimo, pasa, pero no es lo mejor). En la conformación del órgano se pueden permitir tener algo de flexibilidad porque también se aseguran de contar con el Tribunal Supremo de Justicia. Una especie de reaseguro, por si acaso algo sale mal (como ocurrió en 2015 cuando los opositores conquistaron la mayoría absoluta). Detrás de estos dos órganos, “en perfecta formación”, están las Fuerzas Armadas, que, además de estar a cargo del Plan República para cuidar los votos, serían el árbitro de alzada. Como se sabe son unos señores muy serios, que juran, entre otras cosas, ser “profundamente chavistas”, o sea…

A las elecciones se llega en el contexto de otorgamiento de bonos de la patria, entregas de apartamentos, electrodomésticos, carros, bolsas de comida, para halagar y seducir a los electores. Quienes los han recibido, el día de las elecciones, son controlados por los “puntos rojos”, las batidas de las cuatro de la tarde casa por casa, las acciones y amenazas de las UBCh y un largo etcétera de medidas para llevarlos a votar. Contra los opositores frontales, rolo del bueno.

Cuenta también la dictadura con movimientos de “alta política”, que son acciones por los flancos y retaguardia que facilitan el triunfo. ¿Han visto actuar alguna vez a los estafadores de la bolita y las tres tapas? Hay un grupo de falsos apostadores que, con dinero suministrado por los propios tahúres, incita a los viandantes a jugar, apostando para demostrar a quienes dudan cuán fácil es ganar, y son imprescindibles para el éxito del timo. En Margarita los llaman “los payasos”. Son esos “líderes opositores” que aparecen con cada evento electoral y hacen campaña contra los candidatos opositores que de verdad se oponen al régimen. No es mucho el dinero que les dan, son baratos, pero, como dice el refrán: ‘Quien hace gárgaras, algo traga’.

Por último, cuenta el régimen con el arma más letal para garantizarse el resultado de sus planes siempre maléficos: Los “avispaos al revés” que dirigen la oposición. Los mismos creadores del súper triunfo de las elecciones de 2015, que, algo insólito en la historia, dejaron de creer en sus propias estrategias, las que llevaron a los venezolanos a meterle nueve ceros al chavismo, y desde 2016 perdieron la goma. La película no ha llegado a su clímax hasta que ellos no aparecen en escena, justo después de que el jefe chavista anuncia la fecha de las elecciones. Se desarrolla entonces una secuencia caótica en la que todos gritan y nadie se entiende. Como la canción de Tío Simón, “que fuiste tú, que si yo, que no, que si tú”, imposible comunicarse entre sí. Son incapaces de fraguar un plan: unos se niegan de manera rotunda a participar, otros caen en aquello de “con la puntica solamente” y participan pero no mucho, y otros quieren participar con todos los hierros pero no pueden. Obviamente, así es imposible ganar.

En ese segmento de la película, la locura y la desunión es exacerbada por una suerte de coro griego anónimo, que en la película se llama Twitter, un monstruo de mil cabezas, que siembra la desesperanza, ataca a los que algo quieren hacer, condena a los inocentes, en fin, pura destrucción de cualquier intento de hacer algo efectivo contra la dictadura, un fastidio inútil y ruidoso.

La mayoría de los venezolanos, mientras tanto, espera que la película tenga otro libreto y que la produzcan “los buenos”. Que sea dirigida por gente que, no obstante las triquiñuelas del chavismo, sean capaces de producir la obra que queremos ver. Una donde los opositores a Maduro se organicen de manera democrática y concurran a estas elecciones, sí a estas, unidos en una misma coalición; donde se armen equipos de militantes que impidan o hagan difícil la trampa y que nos conduzcan a darle a esta dictadura la pela que merece. En fin, una película como las que nos gustan a todos, aquella donde el muchacho queda con la muchacha. ¿Será posible, Virgen del Valle?

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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