Juan Gabriel Vásquez es parte de una generación de escritores colombianos contemporáneos que ha logrado proyección internacional. Su novela “Volver la vista atrás” es uno de esos textos que ha hecho que muchos presten atención a su trabajo, incluso en España, donde comienza la hoja de vida de Sergio Cabrera, el cineasta revolucionario que con sus andanzas plena la historia de su libro.
Vale señalar que Cabrera y su familia terminaron exiliados en Colombia en tiempos del régimen franquista, que sus vínculos con la guerrilla marcaron años importantes de su juventud y cuyas realizaciones cinematográficas han merecido premios y reconocimiento. Es precisamente este trajinar el que describe Juan Gabriel Vásquez, quien asumió el riesgo de publicar. “Las 500 páginas escritas defienden una cierta aproximación de la realidad, profundamente antipática para la sociedad en la que estamos viviendo: Una sociedad polarizada, radicalizada, alérgica al diálogo y, sobre todo, reacia a entender al contradictor”.
El autor señala categórico que decir “Volver la vista atrás” es una novela de izquierda, es tan imbécil como decir que es una novela de derecha.
-¿Por qué escoger a Sergio Cabrera como protagonista de la novela?, ¿por qué darle valor literario a su vida?
-Empecé a hablar con Sergio como amigos. Su vida es inusual y rica en anécdotas y en detalles fantásticos. Pero descubrí que su vida no era solamente una gran aventura: detrás ella se podía mirar la historia del mundo del siglo XX. Por eso decido recurrir al lenguaje de la novela para dar un poco de luz sobre una de mis obsesiones: entender la historia o los fenómenos históricos, a partir del choque y los cruces de estos con los destinos privados de la gente.
-¿Uno podría concluir que el libro es la historia del progresivo desencanto con la izquierda revolucionaria?
-Ese tipo de conclusiones se las dejo a los lectores. Yo creo que se puede leer de muchas maneras, y una es explorar cómo los procesos revolucionarios de los años ‘60 se vieron muy contaminados por el lado más humano de quienes los llevaban a cabo, por el sectarismo, por el fanatismo, por los egos y, desde luego, por el ejercicio de la violencia que todo lo envenena y lo contamina, por más buenas que hayan sido las intenciones.
-¿Se podría decir que su libro es una biografía o una novela de ficción?
-Al final del libro hay una nota de autor en la que explico por qué considero este libro de ficción, a pesar de que no tiene episodios inventados. Aprovecho una entrada del diccionario de José Rufino Cuervo del verbo fingir, que asociamos con la ficción. El diccionario dice que fingir es una acción que significa modelar y tallar, y pensé que eso hice exactamente con la vida de los Cabrera. En las 500 páginas se encuentra mi interpretación de ellos.
-Al parecer, usted tiene una obsesión con la historia del siglo XX colombiano.
-Sin duda. Creo que hay factores más irracionales para explicarlo. Hasta cierto punto mis libros son el resultado de una especie de obsesión que va más allá del interés racional de entender la historia del país. Lo que yo siento por ciertos episodios del siglo XX es algo más emocional, tal vez porque muchos han moldeado mi vida constantemente. Tal vez eso me venga de haber crecido en una familia que tuvo que ver con distintos momentos históricos.
-¿Por qué Colombia no puede salir de ese círculo vicioso de la violencia?, ¿por qué nos mantenemos en un péndulo entre la esperanza y la desesperanza?
-Todo eso es lo que he tratado de contar en mis libros. En “La forma de las ruinas” hay un personaje que, al final de la novela, dice que Colombia es como un ratón corriendo en un carrusel. Somos una sociedad de ciclos de violencia que ha demostrado un talento formidable para reinventarse. Y los ciudadanos no hemos podido, en más de un siglo, salir del carrusel.
-¿Y el Acuerdo de Paz?
-No tuvo mucho crédito la opinión que dimos algunos de que el proceso de paz con las FARC era necesario para cortar el ciclo de violencia y su capacidad de reinvertirse. Los acuerdos fueron rechazados después de una campaña de mentiras y distorsiones. El rechazo de los acuerdos implicó el nacimiento de una paz debilitada, frágil, en un país polarizado.
-¿Cómo salir de esos ciclos?
-Para salir de la violencia se necesita mirar de manera lúcida hacia el pasado. Por eso me parece tan importante la Comisión de la Verdad, ellos hacen un trabajo que busca iluminar el pasado para darnos todas las versiones que pueda haber, entendiendo que esa es la única manera de pasar la página y seguir hacia adelante. Es no olvidar, no adulterar, sino abrir un espacio donde puedan existir todas las historias que contamos por incómodas y dolorosas que sean.
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