En la aldea
11 octubre 2024

Consenso democrático

Algo que ha desestimado la oposición venezolana a lo largo de estas dos décadas ha sido crear un marco comunicacional coherente a sus objetivos políticos; mientras el chavismo tiene un plan, objetivos, estrategias y un lenguaje que lo identifica. ¿Qué elemento mantiene en una escueta unidad a la heterogénea oposición venezolana? El enfrentamiento a la dictadura. El mejor punto de partida es priorizar los elementos que nos unen sobre los que nos diferencian. A través de los valores democráticos, de un consenso en torno a ellos, podemos construir un marco comunicacional que nos posicione frente a quienes ostentan el poder, y a partir de entonces unificar nuestro criterio y estrategia para asegurar nuestro objetivo. ¡Urge hacer de la unidad más que palabras!

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Conforme la opinión pública sigue erigiéndose como un poder político incuestionable, la comunicación política es una herramienta clave para cualquier proyecto de esta índole. A diferencia de ayer la comunicación no es un elemento secundario, está vivo e inmerso en nuestras relaciones sociales, es una fuerza palpable que cobra cada vez más relevancia con la consolidación de las redes sociales. En un mundo así, saber comunicarnos es más que importante.

Meses atrás escribí que el liderazgo opositor urgía de unidad de criterio y estrategia para enfrentar la dinámica autoritaria del Gobierno. ¿Por qué unidad de criterio? Porque a partir de un criterio político unificado que defina la naturaleza del régimen podríamos articular un marco comunicacional y en consecuencia una estrategia más asertiva.

Hoy quiero hacer énfasis en la primera de estas propuestas bajo la luz del connotado lingüista norteamericano George Lakoff y su obra “No pienses en un elefante”.

Si nos ceñimos al concepto de comunicación clásica, es fácil entender al lenguaje como un puente entre el emisor y el receptor. Cada palabra es un ladrillo que intenta reflejar nuestros deseos, sentimientos, impresiones, ideas del mundo y que intentamos compartir con nuestros pares. Nuestros valores, nuestra forma de ver a la sociedad carga sobre el lenguaje todo tipo de emociones y percepciones a nuestro lenguaje.

Por naturaleza nos agrupamos a quienes conciben al mundo al igual que nosotros. ¿Cómo sabemos que ellos comparten esta visión? A través del lenguaje. Nada es distinto en el campo político. Cada grupo comparte una forma de ver a la sociedad, de comunicarse con sus pares, posibles electores y aliados. Usar palabras, o lenguajes enteros, similares a otros implica cargar consigo todo lo que ellas representan. De allí la importancia de construir un lenguaje propio para expresar los valores que defiendes.

“Volver a conectar la lucha con el ciudadano de a pie, permitirles reencontrarse con el liderazgo e identificar la lucha como propia es fundamental”

Algo que ha desestimado la oposición venezolana a lo largo de estas dos décadas ha sido crear un marco comunicacional coherente a sus objetivos políticos. Han subestimado el alcance del lenguaje del chavismo no solo en el debate político sino en la consciencia de la población venezolana. A diferencia de la oposición, el chavismo tiene un plan, objetivos, estrategias y un lenguaje que lo identifica. Un lenguaje además conectado con los valores políticos que defienden, esto le ha dado una ventaja considerable para manejar la agenda a su conveniencia.

Según George Lakoff (2007), “Los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Como consecuencia de ello, conforman las metas que nos proponemos, los planes que hacemos, nuestra manera de actuar y aquello que cuenta como el resultado bueno o malo de nuestras acciones. En política nuestros marcos conforman nuestras políticas sociales y las instituciones que creamos para llevar a cabo dichas políticas. Cambiar nuestros marcos es cambiar todo esto. El cambio de marco es cambio social” (Pág. 4).

Los marcos, como bien explica Lakoff, son “estructuras mentales” que no pueden verse ni oírse, son los lentes a través de los cuales vemos y entendemos al mundo. En Venezuela desde 1999 hubo un cambio de marco puesto que hubo cambio de lenguaje. Desde hace casi 20 años la forma en que es vista la política como ejercicio de poder es definida por el chavismo. Desde entonces, hemos conducido nuestra estrategia conforme a sus parámetros, siempre en oposición y en pocas ocasiones de forma proactiva.

Desde el poder tomaron ventaja de las debilidades de nuestra Democracia. Profundizaron el resentimiento, el enfrentamiento y la corrupción. Todo ello bajo la excusa de “acabar con la oligarquía (término peyorativo para referirse a la clase media y alta de los venezolanos) y devolver el poder al pueblo” y así consolidar su Dictadura.

El venezolano se acostumbró a pensar de esa manera.

Para Lakoff (2007), “Toda palabra, como elefante, evoca un marco, que puede ser una imagen o bien otro tipo de conocimiento: los elefantes son grandes, tienen unas orejas que cuelgan, y una trompa; se los asocia con el circo, etc. La palabra se define en relación con ese marco. Cuando negamos un marco, evocamos el marco”.

Términos como: Escuálido, guarimba, burguesía, poder popular, socialismo, neoliberalismo, fueron poco a poco remplazando términos como oposición, protesta, democracia, producción. Su intención desde un principio fue asociar negativamente los adjetivos que hacían parte de nuestro mensaje y caímos en su juego cuando comenzamos a asociar nuestro discurso con su lenguaje, no solo de forma peyorativa al creer que defendíamos algo incorrecto sino al incluir esas palabras en nuestro discurso y reforzar el imaginario colectivo de su proyecto.

De allí que George Lakoff (2007) insista: “Esto nos proporciona un principio básico del enmarcado para cuando hay que discutir con el adversario: no utilices su lenguaje. Su lenguaje elige un marco, pero no será el marco que tú quieres”.

“El rasgo más distintivo que nos separa es la creencia de que nuestra forma es la única correcta de oponernos a la dictadura”

¡Yo si soy escuálido!, ¡Yo si soy guarimbero! Con estas frases fuimos desvirtuando nuestra identidad como oposición y nuestro legítimo derecho de protesta frente a un gobierno con una clara vocación totalitaria; pues seamos honestos ¿quién quiere identificarse como escuálido si lo primero que corre por tu mente es una persona débil, sin fuerza? Y más si nuestra oposición es una muestra de fortaleza ante su opresión.

En tanto, resulta pertinente preguntarnos: ¿Qué valores nos definen?, ¿qué valores compartimos?, ¿qué nos une y que nos diferencia?, ¿qué visiones políticas engloban la heterogeneidad de la oposición política venezolana? Estas son preguntas claves que hoy desde el seno de la oposición venezolana debemos responder para construir un marco adecuado para posicionarnos frente a la agenda comunicativa de la Dictadura.

No hay respuesta fácil, ni una sola cara de la moneda en este proceso. La heterogeneidad que hoy dibuja el panorama opositor en Venezuela dificulta responder estas preguntas sin encontrar reclamo o critica alguna. Por ello, el mejor punto de partida es priorizar los elementos que nos unen sobre los que nos diferencian.

¿Qué elemento mantiene en una escueta unidad a la heterogénea oposición venezolana? La oposición a la Dictadura. ¿Qué elementos nos diferencian? La forma de llevar a cabo la lucha política. El rasgo más distintivo que nos cohesiona dentro de la multiplicidad de valores conservadores, progresistas, liberales y socialdemócratas en la oposición venezolana es la creencia en la Democracia como forma de gobierno. De igual manera, el rasgo más distintivo que nos separa es la creencia de que nuestra forma es la única correcta de oponernos a la Dictadura.

Estas diferencias de carácter estratégico e ideológico distan hoy de un asidero común y la única forma de transformarlas en una ventaja es priorizando en nuestro objetivo compartido: salir de la dictadura. A través de los valores democráticos, de un consenso en torno a ellos, podemos construir un marco comunicacional que nos posicione frente a la Dictadura y a partir de entonces unificar nuestro criterio y estrategia para asegurar nuestro objetivo.

Construir y dar forma a este marco comunicacional es clave para el rescate de la Democracia en Venezuela. Volver a conectar la lucha con el ciudadano de a pie, permitirles reencontrarse con el liderazgo e identificar la lucha como propia es fundamental, asimismo, también lo es transmitir un mensaje homogéneo a nuestros aliados de la comunidad internacional.

Nos urge hoy como venezolanos hacer de la unidad más que palabras.

*Director del Centro de Ideas ES Leander.
Referencia bibliográfica: Lakoff, G. (2007). No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. (2º ed). Madrid: Complutense.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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