El momento. Tengo la sensación de estar en medio de algo que está cerrando. Un proceso que alcanza su plenitud, su totalidad, su compleción. Cierra el ciclo y con él un tiempo de indeterminación, tanteo. Estamos llegando a las definiciones, al punto en que se avanza sin cuidar las formas. Se está en el todo o nada, pero en revolución, bajo un sistema híbrido.
Estamos pasando del poder popular al poder comunal. ¿Qué implica? Eso lo iremos viendo al pasar de los días, por lo pronto, vemos una clara disposición a un poder directo: “Del presidente al jefe de calle” tal como lo dice un funcionario de la UBCH (Unidades de Batalla Hugo Chávez o Unidades de Batalla Bolívar Chávez), “sin mediación”, coincidente con Gadafi en su libro verde: “Se ha convertido así en derecho del pueblo el luchar, a través de la revolución popular, para destruir tales instrumentos, las supuestas asambleas parlamentarias, que usurpan la democracia y la soberanía, y sofocan la voluntad del pueblo. Las masas tienen el derecho de proclamar a voz en grito el nuevo principio: ninguna representación en lugar del pueblo”. Poder directo, del presidente a la calle.
La revolución parte de la destrucción, eliminación del antiguo orden: el democrático liberal-representativo o la socialdemocracia que constituyen formas que “usurpan la soberanía”. Bajo esta lógica el pueblo no necesita ser representado, ni necesita mediación porque el pueblo es él, es Gadafi, es el Estado, es el presidente, es Maduro. El pueblo es todo aquel que en la esfera del poder decida serlo. No hay mediación, hay suplantación, hay eliminación.
El nuevo contenido del poder popular ha servido para concretar el poder en el sistema, quitando al pueblo la posibilidad de pensarse como entidad autónoma con potestad y decisión. En la Ley de Ciudades Comunales lo popular es definido bajo la categoría de “autonomía relativa”. ¿Relativa a qué o a quién? En el poder popular está el inicio del poder comunal, pero la historia debe avanzar hacia su institución completa. El paso ha sido gradual, a conveniencia, oportuno para el dominio y la permanencia en el poder. En el 2006 dieron el salto a los consejos comunales y desde ahí se abrió el proceso paulatino hacia la reconfiguración del poder territorial. En el 2010 se creó la milicia bolivariana y con ella la redefinición del territorio. No olvidemos estas siglas: SOTU, Sistema Territorial Organizacional de las Unidades Populares de Defensa Integral (UPDI), estas últimas constituyen el principio del poder comunal enlazado en las milicias.
El paso del poder popular al poder comunal
El poder comunal viene expandiéndose a las sombras del poder popular, por vía de los hechos y con una primera ley, la de los Consejos Comunales, pero en el 2010 se decreta la Ley Orgánica del Poder Popular en ella se establece su definición: “El Poder Popular es el ejercicio pleno de la soberanía por parte del pueblo en lo político, económico, social, cultural, ambiental, internacional, y en todo ámbito del desenvolvimiento y desarrollo de la sociedad, a través de sus diversas y disímiles formas de organización, que edifican el estado comunal”.
El Estado comunal siempre ha estado presente. Va por momentos. No es casual que el mismo año se dé paso legal al poder popular y a la milicia. Con la milicia el territorio comienza a fragmentarse, el poder fundamental está en las UPDI, unidades básicas de coordinación territorial.
El 2013, en el mes de septiembre, se crea la primera Zona de Paz, experiencia significativa en la demarcación de la nueva territorialidad. Las zonas de paz favorecieron la conformación de las megabandas y produjeron un ambiente de impunidad, precedido por la conformación del Ministerio de Servicio Penitenciario en 2011 que termina dando estabilidad a la figura que ha nacido en las cárceles: El pran.
Han pasado 12 años desde la nueva reconfiguración territorial. Tenemos hoy la intuición que no hay centros de poder, cada banda tiene un territorio, si en algún momento estas bandas estaban alineadas con una determinada facción de poder estatal, hoy ya no es tan fácil identificarlo. ¿Hay manera de poner orden en el caos? Parece cada vez más inviable.
Aparece una nueva figura policíaca amarrada a lo comunal, “las cuadrillas de paz”, “CUPAZ”, ¿una nueva facción de poder que entra a jugar en el dominio territorial?, ¿se cierra o se abre la fragmentación? Este es un escollo difícil de resolver. La dimensión criminal del régimen tiende a crecer, produce más fragmentación, mientras que por la vía del “juego del dominio político” tiende a favorecer un centro jerárquico-centralizado que lo ubique en una línea de mando bien establecida: “Del presidente al jefe de calle”.
Tenemos, entonces, una base criminal en expansión y una estructura política basada en lo comunal, reconstruyendo el centro de poder. ¿Cómo lo construye? A partir de la consolidación del partido único. En este momento lo electoral es fundamental, porque les permite la purga interna del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), consolidarlo como partido único, ganar el compromiso de una de las estructuras básicas de la comuna y el ejército popular: Las UBCH.
El totalitarismo comunal
Por lo menos dos recursos le quedan al régimen por explorar: Dominar todo el territorio o inhabilitar a la población en el ejercicio de su poder y autonomía. En esto, lo importante es lograr la inmovilidad y el aislamiento, elementos fundamentales para la imposición comunal.
El resultado es que el régimen avanza, se consolida, somete, elimina, impide que nos movamos y nos articulemos con otros, es lo que podemos llamar vocación totalitaria, porque inhabilita nuestra libre determinación. Busca la desidentificación en el sistema de vida para re-identificarse en el nuevo sistema comunal. El paso es suplantar las viejas organizaciones por las “nuevas”, que dejemos de ser lo que somos o que no podamos movernos en nuestros territorios. La criminalidad le es muy útil.
Posibilidades de pensar
¿Qué tan claros están estos conceptos políticos en quienes hacen política? Estos son los hechos. Les he tratado de dar un orden. No son azarosos, son pensados, proyectados. Son parte de la realidad que deben activar en nosotros sospechas, preguntas, inquietudes, como lo dijo Hannah Arendt: “El pensamiento mismo nace de los acontecimientos de la experiencia viva y debe mantenerse vinculado a ellos, como los únicos indicadores para poder orientarse”.
Una orientación para que sea efectiva deba asirse de algo tangible, real, en la realización histórica, no del deseo de querer producir una historia que solo está en nuestras cabezas. Es así como lo planteado por José Ortega y Gasset es tan pertinente: “La realidad histórica, o más vulgarmente dicho, lo que pasa en el mundo humano, no es un montón de hechos sueltos, sino que posee una estricta anatomía y una clara estructura. Es más, acaso es lo único en el universo que tiene por sí mismo estructura, organización. Todo lo demás, por ejemplo, los fenómenos físicos, carecen de ella. Son hechos sueltos a los que el físico tiene que inventar una estructura imaginaria”.
La política no es invención es realización de las potencialidades, como les decía en el artículo pasado, el poder lo tiene el régimen, pero la potencia está en la comunidad, en la sociedad civil. Está ahí, ¿quién la articula?, ¿de qué modo se teje la red llena de gente y con vocación de poder? Ese es el trabajo, esa debe ser la disposición.
El régimen busca frenar la libertad, lo ha venido haciendo en distintos sentidos: primero instituyó las estructuras comunales de abajo hacia arriba, luego inhabilitó a los políticos, eliminó las organizaciones naturales (pero como la vida es dinámica y no se detiene porque el régimen así lo decida) estamos frente a un resurgir de la sociedad civil.
Pero todo lo que sea libre asociación y autodeterminación, representa una amenaza para el régimen, es por ello que las ONG de Venezuela debieron registrarse ante la Oficina Nacional contra la Delincuencia Organizada y el Financiamiento al Terrorismo. Pero también el proceso de judicialización de la labor civil. En esta materia se está dando un paso adelante, se persiguen a organizaciones sociales, se allanan sus instituciones, ponen presos a activistas de derechos humanos, hasta ahora esta acción era cuidadosa, ¿entramos en la fase en la que la forma ya no importa?
Si es así, es necesario que como sociedad tengamos conciencia de nuestro poder, de nuestras posibilidades de organización, porque “está bien que el hombre pacífico se ocupe directamente en evitar esta o aquella guerra; pero el pacifismo no consiste en eso, sino en construir la otra forma de convivencia humana que es la paz. Esto significa la invención y ejercicio de toda una serie de nuevas técnicas. La primera de ellas es una nueva técnica jurídica que comience por descubrir principios de equidad referentes a los cambios del reparto del poder sobre la tierra”, Ortega y Gasset.
*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares. @mirlamargarita