Ella dice que no, que coach no es. Que cambió muchísimo, sí, pero que lo que hace es aprender y espera que en ese proceso esté ayudando a alguien más. Se atraviesa la tentación del facilismo, de escribir que eso es “modestia”. Pero no. En realidad es ser consciente: quizás como nunca antes Erika de la Vega sabe dónde está parada, tiene una percepción más clara de lo que es o no es y asume que tomó la decisión de encaminarse en un proceso que comparte a través de la herramienta que mejor maneja: la comunicación.
Y lo hace en el teatro con la obra “Puras cosas maravillosas” y especialmente con “En defensa propia”, un podcast que es también una comunidad conectada a una idea: a la de la reinvención. Un podcast, por cierto, que por dos años consecutivos -2020 y 2021- está en la lista de los “mejores 25 podcasts en español para aprender y reír” de O, The Oprah Magazine. Un espacio en el que conversa con mujeres -aunque hay alguna excepción- que atraviesan o están a las puertas de experiencias de cambios importantes.
He entrevistado a Erika en otras oportunidades, especialmente en aquellos tiempos de radio y televisión en Venezuela cuando cada publicación de este país parecía obligada a tenerla al menos una vez en su portada. Pero esta conversación no es volver a lo de antes. No somos los mismos y ella, definitivamente, es otra. Lo que ves de ella, lo que escuchas -incluso su tono de voz-, lo que proyecta, es una evolución más atractiva, centrada y enfocada. Erika está en su mejor momento. Y te va a poner a pensar: ¿qué diablos has estado haciendo tú con tu vida?
-¿Reinventarse es tu nuevo concepto favorito, tu lema de vida?
-Sí, puede ser la palabra que ha dirigido mi vida los últimos años. Quizás hay una nueva palabra que se asoma: “Conciencia”, que es poder darme cuenta de lo que siento, de lo que pienso y de lo que voy a decir en el momento que estoy viviendo. Estoy consciente de mis procesos, de todo lo que está pasando alrededor. Y no estoy diciendo que antes estaba inconsciente -que puede ser- sino que, digamos que antes estaba “en automático”. Antes le tenía mucha resistencia a la palabra reinvención. Y miedo. Porque no sabía de qué se trataba. Tenía miedo de dejar parte de mí atrás, dejar atrás a una Erika que yo conocía muy bien. Y cuando empecé a transitar esa reinvención con la mirada firme y metiéndole el pecho, comencé a darme cuenta de que no estaba ni mal eso de dejar parte de uno atrás, cosas que ya no servían, que ya no estaban funcionando, y abrir espacio para cosas nuevas. Esa perspectiva, esa apertura ante la vida, me ayudó a cambiar muchas cosas que hoy me hacen sentir bienestar.
-¿Te convertiste en una especie de coach?
-No sé, la verdad. Yo me he convertido en otra persona, he aprendido mucho. No sé si ponerme el título de coach porque no he estudiado ni me he certificado. No quiere decir que no tenga ganas de hacerlo más adelante. Pero, más de 100 episodios de “En defensa propia”, terapias, sesiones y métodos alternativos del descubrimiento del yo, me han ayudado. He aprendido muchas lecciones y no solamente las he aprendido de palabra sino que las he aplicado en mi vida, las he practicado y las he convertido en hábito. Hoy sé más que ayer, pero mientras más sé, siento que menos sé. Por ese proceso quizás alguna vez tenga la osadía de poder darle un consejo a alguien o ayudarle a ver las cosas de diferente manera o a que se den cuenta de que se están ahogando en un vaso de agua. ¿Eso me hace coach? No creo.
-¿Y sí te ves en algún momento dando conferencias sobre todo esto de reinventarse o publicando tu propio libro?
-Sí, a todo eso sí. Totalmente. Creo que ha sido un camino que a mí me ha cambiado la vida y le ha cambiado la vida a mucha gente, y que se pueda documentar en un libro, que se pueda compartir en charlas, que se pueda seguir aprendiendo, a todo eso sí. Este es un tema que me apasiona, que lo vibro, que lo siento; no puedo dejar de hablar de eso, estoy siempre buscando historias, nuevas herramientas. No es un tema que se acaba, es una cosa que ojalá sea infinita. Ya yo sé que es un camino que no tiene retorno.
-Acabas de usar “vibrar”, ese es otro término que ahora se escucha demasiado, mucha gente hace referencias a las “vibraciones”, a la buena vibra, a la mala vibra…
-Yo me di cuenta de que todo depende de uno. O sea, no es que el lugar tenga mala vibra o la persona tenga mala vibra. Aprendí que todo comienza por uno vibrar bien. Y cuando uno dice eso, piensas “qué concepto, qué es eso de vibrar”. Todo comienza por tus pensamientos, por cómo te expresas de ti mismo, por el autoconcepto que tienes, por cómo son tus relaciones con el mundo, con tu pareja, con tu trabajo, con tu familia.
-¿Entonces no existe la pava?
-Sí creo que existe la pava, pero no le dejo toda la responsabilidad a la pava.
-Asumes tu parte…
-Yo hoy en día asumo mi responsabilidad y también sé que tengo que pensar en positivo. Sé que tengo que aceptar mis emociones no importa lo feo que se sientan, dejarlas ser, no negarlas y seguir, no quedarse enganchada con los pensamientos, llenarme de experiencias y de gente que me haga sentir bien y alejarme de lo que no me haga sentir bien. Ahora sí me responsabilizo de eso, de cómo tratar a los demás. Sí siento que eso afecta tu vibración y si tú no estás vibrando bien, pues tu relación con los demás no va a ser buena y todo lo que pase que no esté alineado con bienestar, es porque algo adentro de ti no está bien. No es fácil ver la vida así, es demasiada responsabilidad pero yo decidí verlo de esa manera. Antes les estaba echando mucho la culpa a los demás…
-Pero, claro: es menos estresante si le echas la culpa a los demás…
-Correcto. Y ser como reflectores: soy así por tu culpa, me siento así por tu culpa. Me cansé de esa narrativa, de esa vida, me cansé de mí en ese aspecto. Y por eso fui en búsqueda de otra manera de vivir y eso fue lo que desencadenó hacer teatro con “Puras cosas maravillosas”, que me hizo darme cuenta de que algo en mí no estaba bien, que estaba viviendo la vida desde la queja, desde la víctima y que tenía que resolver eso. Después vino “En defensa propia” para poder hablar de esto en voz alta. Y lo que me ha dado es un mundo de herramientas y de conocimientos para responsabilizarme de mi vida.
-Uno te escucha en el podcast, te escucho en este momento y hablas con tal seguridad y claridad, que se percibe que no solo estás convencida sino que detrás hay un trabajo profundo. ¿Hiciste terapia formal o todo esto es un “hágalo usted mismo”?
-Hice terapia formal. Mi camino empezó visitando al psicólogo para ver qué estaba pasando, porque había algo que no estaba alineado, algo roto. Había algo que yo estaba sintiendo internamente que no tenía nada que ver con quien estaba afuera y se comunicaba con los demás. Y como estaban separadas esas dos personas, esas dos maneras de vivir, las tenía que integrar. El buen consejo de una amiga me llevó a terapia con un psicólogo, a hacer terapia conductual que -como sabes- es la que va directo a tratar de solucionar el problema que estás viviendo, no es psicoanálisis, no te vas para atrás a buscar en el baúl…
-A buscar la culpa de tu papá y de tu mamá…
-Exacto, no. ¡La verdad es que ellos ya están liberados! Quise resolver lo que me estaba pasando en ese momento. Esas terapias, por lo general, no duran mucho. Resuelves el problema y ya, sigues con tu vida. Pero yo sí me di cuenta de que me quería quedar. Ya el psicólogo me dio de alta pero yo no se la di a él. Y me he quedado durante tres años haciendo terapia y ha sido todo un descubrimiento. Me he dado cuenta de que sí he aprendido mucho, ha habido un trabajo interno importante y que sigue porque no lo he terminado, pero a veces digo que gracias a Dios que lo sigo viendo porque aunque crees que tienes solucionadas ciertas partes de tu vida, no lo sabes hasta que se repiten situaciones que te ponen a prueba y te dicen “¿será que aprendiste?”. Ahí te das cuenta de que quizás no. Ahora sí me puedo dar cuenta de cómo reacciono y cómo manejo este tipo de situaciones. Eso me hace alucinar. Eso, por un lado, y segundo, la psiconeuroinmunología. Tuve una invitada sobre esto en “En defensa propia”, una científica que me hizo ver que todo está conectado, todos tus sistemas, y eso me pareció que tiene mucho sentido: todo el ambiente que te rodea, cómo te tratas y cómo tratas al mundo, impacta en tu salud. Entonces empecé también a estudiar sobre la neuroplasticidad. Estoy muy consciente hoy en día, me observo muchísimo, trato de escucharme, trato de no desconectarme de mí. Sé que las respuestas las tengo adentro y cuando no las consigo hago un trabajo para buscarlas. Cuando empiezo a preguntarle a la gente qué debo hacer, me doy cuenta de que estoy desconectada otra vez. Y está bien desconectarse, no digo que no, pero soy una persona que quizás me acepte un poco más con mis fortalezas y mis errores. Antes no veía mucho mis errores, me gustaba ver más mis y -que-fortalezas, que no eran tales. Hacer un trabajo de ver las fortalezas de los demás y ver las fortalezas de las situaciones a favor mío, me cambió también la vida. Porque yo siempre vi el error del otro y eso lo que hacía era llevarme a ver mi error todo el tiempo, cosa que al final no ayuda. Te vas disminuyendo, vas picando la roca y quedas como polvo porque tú misma no estás valorando las cosas que haces. Cuando cambié esa mirada y comencé a verle las fortalezas a los demás y no los errores, al principio no me salían natural, pero todos los días hacía el trabajo y ya hoy es una manera de pensar. Ahora ver la fortaleza de la persona que tengo al frente y celebrársela por más errores que haya en el camino, me ayuda a ver las mías. Eso también fue algo importante.
-Uno escucha todo desde lugar del que no sabe estas cosas y es angustiante si piensas ¡yo no he hecho nada de esto!, ¡he estado viviendo mal!
-¡Nooo! Nunca es tarde. Si estás escuchando esto o si lo estás leyendo, es porque lo tenías que leer, porque estamos para ser espejos entre nosotros mismos. Y si algo de lo que estoy diciendo te llama la atención es porque ya comienzas el camino de despertar un poquito y de entender que hay otras maneras de vivir sin darse tanto palo.
-Eres demasiado gurú ya, Erika.
-Es que he aprendido mucho, te lo juro. Coño, llevo casi tres años hablando semanalmente de esto en el podcast. Y haciendo terapia, leyendo, haciendo cursos, conociendo a gente que está en lo mismo, entonces es imposible no estar inundada de este tema.
-¿Te pasa como a los médicos cuando van a una fiesta que siempre hay alguien que quiere que les pase consulta ahí? Algo así como “Erika, ayúdame”.
-Siempre me han preguntado cosas, así sean chismes de otras personas del medio. Pero hay espacios donde eso que dices sí pasa mucho, por ejemplo en “Puras cosas maravillosas”, que es esta obra que estoy haciendo otra vez, donde se habla de la depresión pero a través del humor. Pude darme cuenta en las primeras temporadas de que había un cambio importante en cómo me relacionaba con el público, porque con el stand-up al final de las funciones uno sale a compartir y siempre era un chiste, una foto, la gente hyper; pero en la obra hay mucho espacio para que la gente empezara a contarme las cosas que han vivido, sus pérdidas, sus momentos bajos… y eso me impresionó porque jamás había conectado con la gente desde un lugar de tristeza o de estos momentos. Y esto también es la vida. En esos espacios sí hay lugar para hablar y me preguntan a qué psicólogo pueden ir y como se han formado plataformas donde hay psicólogos, puedo decirles ve a esta plataforma y busca. Siempre hay un consejo. Ya lo veo como parte de la ayuda que uno puede dar. O de repente esa persona me está ayudando a mí, uno nunca sabe… ¿Estoy hablando chino, Oscar?
-No, yo te veo en una fiesta y te digo: ¿Cómo me reinvento? Dame unos tips.
-Escucha el podcast porque tienes más de 100 historias para motivarte e inspirarte. En cada una de esas historias tienes tres tips y estoy segura de que uno de esos te va a servir para comenzar a reinventarte. Eso es lo que digo, en principio.
-¡Pero Erika, son 100! ¿Por qué no me das ahorita los tres tips y ya?
-Bueno, ya te di el primero: Que escuches “En defensa propia”.
-Ok. Dame dos más.
-Segundo, se te tiene que quitar el miedo de verte a ti mismo. Tienes que verte, ver qué está pasando dentro de ti.
-Eso asusta.
-Sí, da miedo, pero hay que hacerlo. Para reinventarse hay que tener voluntad. Y hay que entender que nunca es tarde para reinventarse. Y tercero, decirte la verdad. Tiene que llegar un momento de ser sinceros con nosotros mismos y decir “estoy mal y no puedo más, estoy harta y no puedo más… voy a buscar ayuda”. Ese sería el último tip: Buscar ayuda. Hay veces en las que no se puede solo y está bien: muchos no podemos solos.
-¿Cuál de los capítulos de “En defensa propia” le recomendarías a alguien para que entienda de qué va todo esto?
-Como introducción al tema hay dos que pueden ser muy útiles para quienes no han visto “En defensa propia” y los dos son con Alejandra Llamas. Ella es una life coach que desarrolló un método llamado el Proceso MMK hace 15 años y ha escrito 9 libros. Con Alejandra hablé en enero de 2020 y en enero de 2021. Hablamos del despertar, qué es, qué es esto de tomar conciencia. Le pregunté por qué es tan difícil observarse y tomar conciencia y ella me contestó que es más difícil vivir en la rabia, vivir en la negación, en la queja. La primera conversación fue determinante porque me transformó un poco. Era comenzar el 2020 con una visión ayudada por Alejandra Llamas. Y decidí hablar con ella otra vez en enero de 2021 para ver qué había cambiado. En esa segunda conversación ya entendía muchos de los conceptos que no tenía claros un año atrás. También me di cuenta de que hay muchas otras cosas que todavía no entiendo y en el 2022 voy a volver a hablar con ella y me voy a dar cuenta de que todavía sigo aprendiendo. Son temas introductorios de este despertar del autoconocimiento. Para empezar, esos dos capítulos están bien.
-¿Si uno no se ha reinventado no tiene chance de ser invitado a tu podcast?
-¡Claro que sí! He conversado con mujeres que están al filo de la reinvención, que no han llegado. Saben que lo tienen que hacer, pero no saben cómo. Te puedo dar un ejemplo: en una de las últimas conversaciones con Catherine Fulop así fue como la presenté. En nuestra conversación te puedes dar cuenta de que ella está al borde de la reinvención, todavía no la ha empezado, pero va a hacerlo. Catherine llegó a un punto en su vida en el que no sabe qué hacer. Y es divino hablarlo porque para podernos reinventar nos tenemos que dar cuenta de que algo nos hace falta, de que algo pasa. Y lo de Catherine fue hermoso escucharlo, porque tú dirías una mujer como Catherine Fulop tan desenvuelta, tan extrovertida, con una carrera maravillosa y escuchar de su propia voz decir “no sé qué quiero”… eso es liberador. Si le pasa a ella a mí también me puede pasar y está bien. Hay que quitarse de la cabeza la idea de que uno es raro porque le esté pasando eso, no es así porque nos está pasando a muchos. Entonces, la respuesta es si no te has reinventado sí podemos hablar en el podcast.
-¿Cómo queda el humor en esta faceta de Erika súper reflexiva y orientadora?
-Está ahí jugando banca, esperando a ver cuándo sale… El humor está ahí siempre. Pero después de mucha reflexión siento que durante mucho tiempo utilicé al humor -que es parte de mí- para evadir cosas mías. Lo dejé jugando banca un ratico porque lo que menos quiero ahora es evadir, más bien quiero hacerle frente a muchísimas cosas. Ahí está el humor, tengo ganas de seguir haciendo stand-up, tengo muchas ganas de seguir riéndome de la vida, pero no como una herramienta de defensa, sino para un momento de disfrute. Así que el humor está ahí y sale cuando tiene que salir.
-¿Desde cuándo no haces el Reto Suaz?
-¡Ay, hace tiempo! Tú no sabes lo que yo extraño ser inmadura. Es de las cosas que más extraño en la vida y espero que siga ahí latente. Extraño ser inmadura y un poco irresponsable, pero no te voy a negar que esté viviendo una muy buena etapa de mi vida.
-¿Esto es producto de la madurez, de tu cambio de vida al irte del país o de alguna especie de revelación?
-Creo que es un poquito de todo, pero no, ninguna revelación. Creo que fue un hueco que fui cavando sola. Fue el emigrar del país, fue el darme cuenta de dónde quedó esta carrera que hice, fue darme cuenta de que estaba viviendo en la nostalgia y de que la nostalgia se había vuelto un cemento que no me dejaba avanzar. Fue darme cuenta de que quizás hacer televisión y radio no eran las cosas que quería hacer toda la vida a pesar de que eran las cosas que más amaba, y fue muy doloroso darme cuenta de eso. Fue un cúmulo de cosas y también un cambio de prioridades, de decirme ¿quiero vivir así para siempre? El otro día escuché una frase buenísima, creo que me la dijo Carolina Guillén: ‘Uno vive dos vidas, la primera, y la segunda cuando te das cuenta de que nada más te queda una’. Es súper fuerte, pero sí, me di cuenta de que solamente me queda una vida y me pregunté ¿cómo quiero vivirla? No la quiero vivir con una narrativa de nostalgia, la quiero vivir con esperanza de que el futuro vaya a ser mejor y de que en el presente estoy aquí por algo. Quiero dejar todo eso de “me quitaron, me tuve que ir, tuve que dejar”. Y eso puede ser verdad pero no quiero tenerlo en mi lenguaje, en mi día a día. Quiero cambiarlo, quiero darle la vuelta a la carta.
-¿En qué año te fuiste de Venezuela?
-A principios de 2013. Pero como durante dos años fui y vine muchas veces porque todavía había trabajo. A Estados Unidos uno llega de a poquito, uno no llega de un solo golpe. En mi caso, que iba y venía, durante tres años hice radio para Venezuela desde Miami, físicamente me fui, pero mi mente y mi corazón, todo, estaba en Venezuela porque seguía trabajando para Venezuela a pesar de que estaba en Telemundo. Entonces fui llegando poquito a poco hasta el día que te cae la locha: ya estás aquí, qué vas a hacer.
-Cuando te fuiste aquí eras súper conocida, consentida además, eras un personaje que generaba mucho cariño entre la gente y especialmente en Caracas. Eso vamos a ponerlo bajo el paraguas de la fama. Luego te vas a Miami y quizás allá no tenías ese mismo nivel de fama, ¿ese cambio pega?
-Eso no fue lo que me pegó, ni lo que me hizo ruido. Lo que me hizo ruido fue que en la industria de acá se trabaja de una manera muy diferente y lo que yo había conseguido y por lo que se me había valorado en el medio en Venezuela y en Latinoamérica no era algo que se estaba buscando aquí. Entonces se me hizo muy difícil diferenciarme, que era algo que siempre trataba de hacer. Aquí no se entendía: tú eres una presentadora, pero haces humor, pero es que aquí no se hace humor… El valor que pensaba que tenía para diferenciarme, aquí no marcaba ninguna diferencia. Eso fue duro y me empecé a preguntar cosas y a cambiar prioridades: ¿Quiero seguir trabajando en el medio sin poder diferenciarme, sin tener oportunidades de ser creativa?
-Tenías que entrar en un molde.
-Sí, y lo hice. Tampoco pretendía llegar a hacer exactamente lo mismo, a hacer “Erika tipo 11”, aunque hice una versión para Latinoamérica estando aquí en Miami. Para entrar en el network acá me adapté muchísimo, pero al final no me sentí bien, plena, completa, no me sentí útil, no sentí que estaba haciendo una diferencia. Esa fue más mi conversación y mi coyuntura, no el hecho de que me reconocieran o no, o ser consentida o no. Ahí me empecé a preguntar: ¿Esto que amo hacer -radio y televisión- será lo que quiero hacer para lo que queda de mi vida? Y darme la respuesta y decir “no”, también fue muy duro. El momento de verme en ese abismo, en ese limbo, fue duro. Hice stand-up, después me fui al teatro y sí tuve oportunidades para seguir haciendo cosas distintas, pero igual seguía habiendo mucha ansiedad en mí, un gran signo de interrogación: ¿Qué voy a hacer con todo lo que hice, con toda esta experiencia?, ¿vale de algo? Fue un momento duro que hoy agradezco porque me ha llevado a recorrer este otro camino que existía y que no conocía. Eso me devolvió esperanza, me devolvió vida. Y me devolvió la creatividad.
-Y te reinventaste.
-Y me reinventé. Pero mucha gente ve la reinvención como que si antes hacía televisión y ahora cocino, o que si antes cocinaba y ahora soy CEO… Para mí la reinvención es más un punto de vista, es no definirme por las etiquetas de presentadora de televisión o de locutora, es simplemente no tener etiquetas: soy una mujer creativa, curiosa, que quiere sentirse útil, que quiere vivir la vida simple. La etiqueta de la importancia de quién soy y qué hago ya está borrada, tiene un blur, porque finalmente entendí que no soy lo que hago, simplemente soy. Y eso me da mucha paz.
-Ahora se asocia el concepto de reinvención con el de cambiar la manera de ganarse la vida pero como consecuencia de la pandemia.
-Claro, pero entonces eso todavía no lo he definido. Sigo curiosa, sigo utilizando las herramientas de comunicadora para encontrar ese camino. Igual sigo haciendo teatro, pero desde otra conciencia, desde otro lugar. Sigo haciendo entrevistas, pero de otros temas, otras conversaciones. Me estoy dejando guiar de alguna manera.
-Y al final te estás diferenciando.
-Digamos que estoy complaciendo esa pequeña parte de mí que necesita diferenciarse. Pero no es que me tengo que diferenciar de los demás, sino saber que estoy proponiendo algo distinto. O quizás no, quizás alguien está leyendo esto y dice “nada distinto, Erika”. Pero para mí es distinto, para mí sí ha sido diferente hablar de estos temas y mostrar una parte de mí que antes no mostraba por miedo o porque no quería ser “débil”. Para mí es nuevo y siempre buscaré lo nuevo, es algo que está en mí y quiero verlo como una fortaleza: buscar lo nuevo, ver qué está pasando allá adelante. Ese, creo, es uno de mis motores.
*La fotografía fue facilitada por el autor, Oscar Medina, al editor de La Gran Aldea.