Nuestra jerga popular está repleta de expresiones que tienen su origen en el béisbol. Cuántas veces en la vida hemos estado en tres y dos, nos la han puesto bombita, o nos hemos visto atrapados en una reunión que pica y se extiende. Si bien esto es interesante, lo es más aún cuando alguna expresión llega y se instala a partir de un suceso específico. Eso ocurrió en Venezuela en 1955. Y no se haga el loco, que usted debe saber a qué me refiero. Repasemos la historia.
El coronel y presidente de Venezuela, Marcos Pérez Jiménez, camina hacia la lomita del Estadio Universitario de Caracas. Lo escolta un séquito de uniformados y civiles que mantienen la distancia necesaria para evitar opacar el ego del dictador. Al llegar al centro del diamante le entregan una pelota blanquísima, adornada con 108 costuras que recorren 223,5 centímetros de hilo rojo.
En el plato se agacha el prospecto de los Yankees, Gus Triandos, receptor titular del Alacranes de Almendares, campeón de Cuba. Los aplausos que hacían compañía al militar hacen una pausa cuando el mandatario empieza los movimientos para lanzar la pelota hacia Triados. Es un strike, así lo canta el umpire y nadie lo pone en duda. ¿Quién sabe? Quizás la pelota sí cayó en zona buena. Ya el coronel tenía cuatro años de experiencia aprovechando cuanto evento internacional le ofreciera la oportunidad.
Triandos se levanta, pelota en mano, y las palmas de los espectadores reanudan su trabajo. Aquel 10 de febrero de 1955 la séptima Serie del Caribe abría el telón de manera oficial. Se trataba de la segunda justa caribeña realizada en la capital venezolana, y la primera de las siete que hasta hoy ha albergado el coso de Los Chaguaramos.
La justa reunía de nuevo a las novenas campeonas de las ligas de Cuba, Puerto Rico, Panamá y Venezuela. Además del Almendares, al torneo se presentaban los Cangrejeros de Santurce por los boricuas, los Carta ViejaYankees por los del istmo, y el Magallanes por los anfitriones. La Serie consistía en dos rondas todos contra todos de la cual el equipo que terminase en el tope de la tabla de posiciones se hacía acreedor del título.
El encuentro inaugural enfrentó a los favoritos para llevarse la corona: el Almendares y el Santurce. Los cubanos eran siempre candidatos para quedarse con los máximos honores, mientras que los boricuas acudieron a la cita con una nómina blindada con jugadores de primera línea para la región, comandada por las futuras estrellas del Salón de la Fama de Cooperstown Roberto Clemente y Willie Mays. Otra figura de los Cangrejeros era Don Zimmer, quien venía de debutar con los Dodgers de Jackie Robinson y que, más allá de una interesante carrera de doce años en la Gran Carpa, todos le recordamos de manera más nítida por su trayectoria como coach y manager en el mejor béisbol del mundo, en especial en su paso por los mulos de Manhattan y aquellas imágenes de su figura al lado de la de Joe Torre mientras conducían a los del Bronx a cuatro anillos de Serie Mundial.
En la apertura del torneo, los boricuas doblegaron al Almendares 6 por 2 con un vuelacerca de Zimmer; mientras que a segunda hora el Magallanes blanqueaba al Carta Vieja 9 por 0 con labor completa desde el montículo de José “Carrao” Bracho. Los eléctricos habían llevado un equipo bien constituido con figuras como “Camaleón” García, “Chico” Carrasquel, Dalmiro “El Ovejo” Finol, el cubano Pablo García, los norteamericanos Jack Lohrke, Bob Skinner, Bob Lennon y George Wilson, además de los lanzadores José Bracho, Emilio Cueche y Ramón Monzant. Todos conducidos por el cubano Lázaro Salazar, que había logrado el milagro de rescatar al Magallanes cuando en la temporada 1954-1955 este se encontraba lejos de la punta, para llevarlo a través de una remontada épica a conquistar el campeonato venezolano.
La segunda fecha fue un día de duelo de lanzadores. A primera hora el Santurce venció dos por una al representante de Panamá; mientras que a segunda hora Cuba y Venezuela protagonizaron otro duelo que se decidió una por cero a favor del Almendares. Por los turcos, Cueche estaba tejiendo un juego sin hit ni carreras hasta que en el séptimo inning las acciones se detuvieron en la parte alta por un lapso de 45 minutos. El incidente ocurrió luego de que con un out en la pizarra, Dalmiro Finol conectara un batazo por tercera que Héctor Rodríguez fildeo de manera incómoda. El tiro del cubano a la inicial resultó desviado por lo que el inicialista Rocky Nelson se vio obligado a abandonar la almohadilla para tomar la pelota e intentar luego tocar al corredor. Finol fue sentenciado out en jugada cerrada y las tribunas estallaron en abucheos, mientras que en el terreno de juego el Magallanes reclamaba el fallo.
Los ánimos se caldearon y el público comenzó a lanzar objetos al campo, muchos de ellos dirigidos hacia el umpire de primera -que, por cierto, era venezolano- y a los jugadores del Almendares. Lázaro pidió a los jueces del encuentro revisar el video de la jugada. No, esto es en broma; para ese momento aún no existía la repetición instantánea. De hecho, ese año se realizó el primer intento de mostrar la repetición de una jugada durante la transmisión de un partido de hockey en Canadá. Siete minutos después de la ejecución de la acción la producción del canal logró transmitir la repetición de las imágenes. Aquello no fue más que un experimento rudimentario. El uso de repetición instantánea en televisión tuvo que esperar unos siete años más.
Cuando las acciones se reanudaron, el mánager del Magallanes había sido echado del encuentro. De manera asombrosa, el lanzador del Almendares, Joe Hatten, continuó en la lomita por el resto del desafío; también lo hizo Emilio Cueche por los de Catia, aunque el tiempo que estuvo sin acción parece haberle pasado factura en el cierre de la séptima entrada. En ese episodio el venezolano concedió la base por bola a Earl Rapp, seguida del primer imparable del juego para el Almendares -precisamente del bate de Rocky Nelson- que llevó a Rapp a tercera desde donde, en jugada de pisa y corre, anotó la carrera que a la postre les dio la victoria.
El tercer día del torneo Carta Vieja sorprendió a Cuba y le propinó una dolorosa derrota 3 carreras por 2. A segunda hora Santurce y Magallanes se enfrascaron en otro duelo de lanzadores, esta vez entre Sad Sam Jones por los boricuas y Ramón Monzant por los de casa. Ambos equipos anotaron una rayita en la primera entrada y otra en la segunda. A partir de ahí la pizarra se llenó de ceros y el encuentro se extendió a extrainnings. Fue entonces cuando los aficionados presenciaron el inicio de una actuación que dio origen a una frase que quedó registrada para siempre en la jerga popular de los venezolanos.
Willie Mays había llegado esa temporada al Santurce luego de haber ganado la corona de bateo en las mayores con los Gigantes de Nueva York, además de haber sido nombrado el jugador más valioso (MVP) de la Liga Nacional, y de haber liderado a su equipo en la barrida en cuatro juegos que los Gigantes le propinaron a Cleveland en la Serie Mundial de 1954. Aquella fue la primera de muchas temporadas estelares que convirtieron al jardinero central en uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Era lógico entonces que Mays pisara Caracas siendo la vedette que todos querían ver. Pues bien, hasta el inning once del encuentro entre Magallanes y Santurce, el hombre se había ido en blanco en cada uno de los catorce turnos al bate que había consumido. ¡Qué decepción! Willie parecía no haber ido a la Serie. Bueno, ese inning once, con un hombre en base, Willie Mays llegó… Su bate golpeó la bola con fuerza y la mandó derechito a las gradas del Universitario. Cangrejeros dejó en el terreno al Magallanes.
A partir de ese momento el norteamericano desplegó una ofensiva arrolladora. En los siguientes 12 turnos que consumió en el torneo conectó 10 imparables -sí, leyeron bien, de 12-10, es decir, un promedio de .833-, con un jonrón, 7 empujadas y 5 anotadas. Mays terminó entonces la Serie del Caribe de 1955 dejando un promedio de .408, 11 hits (líder del torneo), 2 jonrones, 9 empujadas (líder del torneo), 6 anotadas y un astronómico slugging de .885. Si usted hubiese estado siguiendo esa Serie, si hubiese estado en el Estadio en aquel inning once, quizás también se hubiese preguntado: ¿Y este como que se estaba haciendo el loco? La sensación de aquel despliegue ofensivo se regó por Caracas y luego por todo el país demostrando, una vez más, la influencia que el juego de las cuatro esquinas tiene en nuestra sociedad. Primero se extendió la noticia de lo ocurrido, luego se instaló en el argot popular utilizado por entendidos y no entendidos de la pelota. ¿Sabe de qué hablo? Seguro que usted también lo ha utilizado, no se haga el Willie Mays.
El campeonato continuó su curso. El cuarto día Puerto Rico venció a Cuba en otro encuentro de la Serie por la mínima diferencia (7 x 6). Venezuela, por su parte, doblegó a Panamá 6 por 1. En el penúltimo día del certamen Magallanes venció por segunda vez a los cubanos, en esta oportunidad 6 carreras por 4, con Emilio Cueche lanzando su segunda salida competa. No obstante, Santurce había ganado a primera hora a Carta Vieja para poner su récord en cinco victorias sin reveses y asegurar la corona.
La Serie culminó el 15 de febrero con el Magallanes arrebatando el invicto a Santurce. Venezuela madrugó al abridor Jorge Sackle y anotó cuatro en la primera entrada para vencer al final 7 carreras por 2. Las únicas anotaciones de Puerto Rico fueron producto de par de jonrones de Mays.
La actuación de los de Catia marcó el mejor desempeño que hasta ese entonces había exhibido cualquier equipo de Venezuela en una Serie del Caribe. Esta Serie significó también el peor trabajo de algún conjunto cubano hasta la fecha. Por su parte, el equipo de Cangrejeros de Santurce de aquel año es recordado como “La maquinaria perfecta”, y quizás el mejor que haya presentado la liga de Puerto Rico en la historia del torneo, distinción que solo podría disputarle el conjunto conformado por Senadores de San Juan para la Serie del Caribe de 1995, con estrellas como Roberto Alomar, Carlos Baerga, Bernie Williams, Rubén Sierra, Juan González y Carlos Delgado. La diferencia de esta novena con la de 1955 es que en aquella oportunidad Cangrejeros de Santurce acudió a la Serie con la nómina original con la que ganó la liga en la isla, mientras que la de 1995 consistió en una selección de las estrellas de todos los equipos.
La Serie del Caribe de 1955 fue la tercera al hilo que conquistaba la liga boricua. A partir de ahí Cuba ganó cinco seguidas hasta que Fidel prohibió el béisbol profesional en la isla. Antes de eso, la Serie regresó a Caracas en 1959 y Almendares alzó la copa para reivindicar su nombre en la capital luego de la mala actuación de 1955. Pero vamos poco a poco, que entre esas fechas nuestra liga experimentó cambios significativos de los que iremos hablando en las próximas entregas.