Es que veo la foto y me hace dudar. Llama tanto la atención porque no es verosímil. Es decir, si inventas una trama donde un grupo selecto de un paisito en ruinas se reúne en un tepuy a festejar un cumpleaños y a brindar con prosecco, atildaditos, acomodaditos, en traje de gala o de etiqueta como quiera que se diga, y están ahí a todo dar, llegando a la cumbre en helicóptero, recibiendo un paquete con pijamas bordadas con sus nombres y cosas así, no es creíble -de verdad que no- que la opción de aliviar las vejigas sea un cuñete de pintura con una tapa de poceta encima.
Es como si al encargado de la logística se le hubiera pasado por alto el detalle fundamental de que en materia de funciones corporales todos somos más o menos iguales y a último momento, quizás ejerciendo las suyas propias en plan número 1, se acordó y resolvió ahí mismo, sin lavarse las manos, agarrar el tobo manchado de verde que quedó de la vez aquella porque -total- quien se pare a medianoche allá arriba no va a estar fijándose en que el espumoso ya procesado y transmutado en vil orina pasa de la copa a revolverse al fondo de los restos de un verde mate de Flamuko.
No vale, yo no creo.
Y digo más: todo este escándalo por la celebración en el tepuy lo alimentaron algunos de los convocados que, como cualquiera de nosotros, no pudieron resistir la tentación de documentar en sus redes una ocasión tan -sin duda- especial. ¿Es creíble que alguno de esos felices invitados e invitadas al ahora célebre ágape haya cometido el agravio de hacer una foto tan de mal gusto? ¿De verdad te llevé a la cima del tepuy en helicóptero porque sé que ni de vaina aguantas una caminata y eres de naturaleza tan vil que vas a hacer correr una foto del que quizás haya sido el único aspecto estéticamente descuidado de todo este esfuerzo? No, no, no, no. No se puede ser tan desagradecido en la vida. Eso es una puñalada, una flecha con curare clavada en la espalda.
Por eso no podía creer en la veracidad de esa toma indiscreta colada en medio del escándalo ya no para causar controversia o envidia o ira -se parecen tanto- sino para ocasionar la burla, la chanza, la bromita escatológica, la maledicencia. Pero hay detalles que terminaron de convencerme de algo: de que ese baño tan indigno de la ocasión sí estaba ahí.
En términos de observador forense podemos afirmar, primero, que el piso arenoso y la vegetación ya muerta o moribunda, se corresponde con lo que podemos -o pudimos, no sé si ahora que la fiscalía entró en escena han borrado las fotos de Instagram– observar en algunas de las fotografías del evento. Especialmente, en esa donde aparecen las sillas en círculo alrededor de lo que parece que se convertiría luego en una fogata, todo sobre la superficie arenosa o arenisca, para entendernos también en asuntos geológicos aunque estemos hablando de un cumpleaños.
El suspicaz habitual, el que sospecha de todo y hasta de las vacunas, podrá decir que eso parece una playa, digamos un rincón de Cayo Sombrero. Lo curioso es que a juzgar por lo que se puede ver en redes, nadie ha puesto en duda públicamente -hasta ahora que ocurre en estas líneas pioneras- que ese cuñete cumplió tal función como receptáculo de heces y micciones.
En todo caso, hay otro elemento que termina de afianzar la certeza.
El velón. Ese velón blanco, parcialmente consumido, no está ahí como luminosa ofrenda a los dioses pemones ni a las energías ancestrales que normalmente se atribuyen a esas mesetas milenarias. No mi hermano, ese velón está ahí para que apuntes. Y para que el usuario vea bien dónde es que va a posar las nalgas cuando la urgencia le apremie en el transcurso de la noche.
Tales son, sigamos con la jerga policial, los elementos de convicción. O los que condujeron a disipar la duda inicial: diga usted cuñete de Flamuko o de Montana si estuvo ahí cumpliendo tales funciones el día de la celebración. Y sí, la foto lo dice todo.
La duda, sin embargo, persiste al menos parcialmente. Mejor dicho, se reorienta: porque lo que sí es imposible creer es que ese haya sido el baño habilitado para los invitados. Mire, en esa foto hay rabia, hay resentimiento. Esa foto la hizo alguien que quería destruir la hermosa velada, el espíritu del jolgorio, la hermandad de la cofradía privilegiada: eso lo hizo un empleado no más que por joder. Es que te lo tengo dicho, ya no se puede confiar en nadie.