“Con la mamá de una…”; una frase que llega a mi oído, me impacta, no solo intelectualmente sino en mis vivencias más profundas, en mi estructura afectiva. ¿Quién pronuncia estas palabras inquietantes?
Esta frase es dicha por una niña de 5 años, su nombre es María, vive en una comunidad de desplazados de Güiria, en Petare, en una casa de bahareque a medio construir, piso de tierra, techo de zinc, sin agua, con un tendido eléctrico improvisado y muy precario. Se trata de una casa muy pobre, “humilde”, como suelen llamarlas sus convivientes, sin muebles, apenas dos o tres sillas de hierro, una cama improvisada donde duermen la niña de nuestra historia, con 3 niñas más de edades entre los 2 y los 4 años, una mamá y la abuela.
Desplazados, el gran desconcertante fenómeno producido en un país como Venezuela, donde la inseguridad y el hambre domina la vida cotidiana. Esta comunidad viene huyendo de su localidad de origen, sin nada, solo las pocas pertenencias básicas. Dejan atrás casas, bienes, familias, historia. Huyen, y la alternativa es Caracas. Petare luce como un territorio apto para vivir, aunque sea bajo las condiciones arriba descritas.
María, nuestra niña, vive en una comunidad en medio de un botadero de basura. Fue el descampado que lograron localizar, ahí empezaron con ranchos de tablas, de zinc, y fueron avanzando hacia el bahareque, hoy tienen algunas casitas de bloques, con piso de cemento, la mayoría son, todavía, pisos de arena o barro si ha llovido. Ese es parte del lugar de acogida. ¿De qué viven nuestros nuevos vecinos?
Nuestros nuevos vecinos, los desplazados, los pobres entre los más pobres, viven del trabajo doméstico, de vender desechos, hierro, cobre, plástico o vidrio. También, sacan arena del cerro (con las consecuencias ecológicas que pueda tener a la larga), las precarias condiciones de vida que tienen parece ser mejor alternativa que las que vivieron en su estado natal Sucre, municipio Valdez, Güiria.
“Con la mamá de una…” es la frase que suelta sin filtro la niña de 5 años, la mayor entre las cuatro y que cumple la función de cuidadora.
Le pregunto inquieta:
-¿Con quién están ustedes?
Me responde sonriente:
–“Con la mamá de una…”. No la de ella. Se trata de la madre de cualquiera de las cuatro, la mamá que se produjo después del desplazamiento.
La madre sigue siendo el centro de la familia, su núcleo unificador, “en la familia matricentrada, el niño vive, experimenta y aprende, una vinculación también matricéntrica. Los hilos de la trama están en manos de la madre, la cual controla firmemente su propio extremo. La rigidez del vínculo se la da la necesidad”. Alejandro Moreno, va mostrando a lo largo de sus investigaciones cómo la cultura venezolana es matricentrada, lo que ha resultado ser una fortaleza. El modelo cultural va creando las vías de autorregulación, apareciendo la madre de una como la figura sustituta y funcional. De modo que “la familia matricentrada no tiene nada de tragedia, por lo menos no más que cualquier otra. Este modelo no es «endeble» ni inestructurado. Tiene su propia fuerza y su propia estructura” desde Moreno podemos afirmarlo.
“Con la mamá de una…” que no está en ese momento porque está trabajando y la abuela ha tenido que ir a Güiria. Esta es parte de la historia de nuestros niños, ¿las tres madres restantes se habrán ido desplazadas a otro país?, ¿se habrán quedado en Güiria y dejaron ir a las niñas en busca de una mejor vida?, ¿cuántas familias viven la misma experiencia? Niños, niñas, abuelas, dejadas atrás. Esta es la historia reciente de Venezuela.
Estas familias no me son ajenas, las vivo a diario, comparto con ellas, sus condiciones de vida son el resultado de la implementación de este sistema. Constituyen la muestra más clara de un Estado fallido. De un Estado que favoreció el crecimiento de la violencia, que hizo del estado Sucre (unos de los lugares más hermosos, casi paradisíaco del país), un territorio dominado por el hampa, por el crimen organizado, el narcotráfico, la trata de personas, y una pobreza más radical y generalizada.
Estos movimientos totalitarios hay que comprenderlos, sobre todo porque estamos en un régimen que apuesta por la mentira y la muerte. El imperativo es superarlo, vencerlo y en el camino ser solidarios con los humillados, empobrecidos, desplazados.
Estamos en esta realidad, la compartimos, la superamos, la vivimos, de modo que “el resultado de la comprensión es el sentido, que hacemos brotar en el mismo proceso de vivir, en la medida en que intentamos reconciliarnos con lo que hacemos y padecemos”. Con estas palabras llega Hannah Arendt a la comprensión, interesante y muy útil a quienes tenemos más preguntas que respuestas, sobre todo cuando se trata de sistemas basados en el poder tiránico.
“No podemos aplazar nuestra lucha contra el totalitarismo hasta que lo hayamos ‘entendido’, porque no lo haremos, y no podemos esperar comprenderlo definitivamente, hasta que no haya sido definitivamente vencido. La comprensión de los asuntos políticos e históricos, en cuanto que estos son tan profunda y fundamentalmente humanos, tienen algo en común con la comprensión de las personas: sólo conocemos quién es esencialmente alguien tras su muerte. Y esta es la verdad del dicho clásico nemo ante mortem beatus esse dici potest (Para los mortales, el final y lo eterno comienzan sólo después de la muerte)” Hannah Arendt.
Estas verdades no son lineales, entender y comprender, constituyen acciones distintas, a la primera nos acercamos desde la razón, a la segunda desde la vida. Mientras vivamos en sistemas totalitarios el principal impulso será resistir y superarlo, pero mientras eso ocurre iremos por el camino largo, plenamente humano, de entender la naturaleza del mal y la fuerza que nos domina. Sin dogma, sin respuestas, llenos de inquietudes e incertidumbre daremos solo un paso a la vez.
El desplazamiento forzoso, la movilidad interna que nos obliga a dejar familia, casa, historia, afectos, lo produce el mismo régimen que nos expulsa del país. La sumatoria de desplazados nos están llevando a la constatación de un fenómeno nuevo: El despoblamiento. Desde el Centro de Investigaciones Populares, lo hemos venido documentando. Estamos frente a una reconfiguración territorial, tanto por la fragmentación producida por la dinámica del crimen organizado, como por la huida.
Podemos dar cuenta numérica del desplazamiento forzoso hacia otro país, según cifras oficiales de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ya pasamos la barrera de los 6 millones de personas, ¿podemos dar cuenta de los desplazados dentro del propio territorio nacional?
Nos daremos cuenta, comprenderemos y entenderemos la magnitud del daño del actual sistema totalitario cuando haya caído. Nos estamos enfrentando a duras realidades a diario, la familia ha tenido que reinventarse, la cultura rehacerse, el tejido social reconstruirse, para poder resistir. Nos quedan las cicatrices, signo de que algo nos pasó, pero las heridas continuarán.
Lo que ha hecho este sistema no tiene atenuantes, el único camino que toca transitar es el de la justicia, hay mucho dolor y profundas heridas que hay que sanar. María, nuestra niña de apenas 5 años, nos duele, su reconocimiento de no tener mamá, solo contar con la cercanía de “la mamá de una”, es la más clara afirmación de la indefensión producida por el desplazamiento y por el régimen de dominación.
*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita