Laura Ferrero es una periodista de 37 años, escritora y guionista nacida en Barcelona. En 2016 publicó su libro de relatos, “Piscinas vacías”, primero autoeditado y luego con la editorial Alfaguara que se apuntó a lanzarlo al ver el éxito en ventas que había logrado en Amazon. Al año siguiente presentó su primera novela, “Qué vas a hacer con el resto de tu vida”, que ya suma 9 ediciones.
“La gente no existe” es su más reciente libro de relatos. Son historias breves, muy íntimas, muy personales también en algunos casos. Son ese tipo de historias que te hacen pensar que vas conociendo a su autora en la medida en que avanzas en la lectura.
“La gente no existe” es un libro editado en 2021 también con Alfaguara. Lo conforman 17 relatos, un género que parece hecho a su medida.
En una entrevista con el diario El País, Laura Ferrero dijo que sigue una enseñanza de Julio Cortázar:
“La novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knockout”.
Para ella ese knockout se busca desde la sutileza de no contarlo todo y con el recurso de los finales abiertos en los que el lector participa. Aunque no lo cuenta todo, se cuida mucho de decir lo importante y te hace participar generando sensaciones, poniéndote en el camino de establecer conexiones, de entender lo que ocurre como en otro nivel, un nivel que puede estar más allá de las palabras pero al que accedes justamente por el manejo que ella tiene de las palabras, de las formas, del tono de sus relatos.
Y sí, cada final te lanza a la lona, te deja pidiendo un poco de aire pero con ganas de seguir leyendo.
Lo que presenta la escritora aquí es un conjunto de historias particulares de personas que huyen o tratan de enfrentar sus temores; de hijos que comienzan a entender quiénes son o quiénes pueden ser sus padres; de parejas que se acaban; de pérdidas y encuentros; del autoengaño; pero todo resulta tan cotidiano que cuando lees vas identificando que en tu propia vida quizás experimentaste circunstancias similares y posiblemente ni siquiera has reflexionado sobre ellas. Y en buena medida ahí radica el encanto de este libro que opera como un espejo y logras verte en parte de esas historias.
Además hay un tono aparentemente sencillo en su forma, pero si prestas atención percibes que lo que en realidad hay es un gran trabajo de escritura aquí y por eso es complejo en lo que logra: hacerte sentir cosas, hacerte pensar en lo que has vivido y es posible que hasta te ayude a entender algunos episodios por los que alguna vez pasaste. Y todo eso lo hace sin cursilerías, sin juegos de efecto y con ese tipo de honestidad que probablemente solo puedes alcanzar en el diálogo contigo mismo.
Hay como una especie de tejido delicado en su manera de contar, luminoso, emotivo, con una belleza en la que también hay tristeza e incluso puede haber una celebración a la vida. Hay ternura en esas historias, incluso en las más duras. Es algo que está muy presente. Y todos esos elementos producen una experiencia hermosa.
Laura Ferrero ha comentado también que lo que leemos aquí se alimenta de cosas que ha visto, de poemas que ha leído y no ha entendido, de frases, de escenas de películas, de muchos factores a los que les da forma con sus vivencias personales. Y creo que eso también hace que sientas que la autora te está contando su vida.
Porque sí lo hace. Hay al menos tres relatos que son ella: uno sobre la relación con su papá (Mi padre en Atocha), otro sobre la muerte de su abuelo y la senilidad de su abuela (Aquellos ojos verdes) y otro, que publicó primero en la web del diario ABC como una suerte de “no-obituario” sobre su abuela y que se titula La trenza. Aunque también es posible que esas situaciones de pérdida solo hayan operado como disparadores de unos relatos en los que domina la ficción. Eso no lo podemos saber. Y no es necesario.