En la aldea
23 enero 2025

Una reflexión necesaria:

Sanciones y respuesta humanitaria en nutrición y derecho a la alimentación

La referencia al proyecto de emergencia social de la Fundación Bengoa y la UCAB reportó ya en 2017 que el 33% de los niños menores de 2 años de sectores populares presentaban desnutrición crónica; es decir, desnutridos desde el útero, cifra que parece repetirse en cada comunidad desprotegida que se evalúa y además con una clara tendencia al aumento. La voz de una médica e investigadora en el área de nutrición que sentencia: “La Emergencia Humanitaria Compleja que hoy vive el país viene gestándose desde hace mucho tiempo, no es consecuencia de las sanciones impuestas a Venezuela”.

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Venezuela vive momentos sumamente complejos y difíciles, tal y como se han vivido desde hace 22 años y cada vez con mayor intensidad. Una crisis de instalación lenta y progresiva que llegó para quedarse sin que muchos se dieran cuenta. Años de imposiciones de leyes, entre ellas la de expropiación de tierras, la alteración del sistema agroalimentario, la instalación de un sistema paralelo de salud y el desmantelar de los programas de alimentación tradicionales (imperfectos, pero perfectibles) entre muchos otros factores; dieron como resultado la Emergencia Humanitaria Compleja que hoy vive el país, es una emergencia que viene gestándose desde hace mucho tiempo, no es consecuencia de las sanciones impuestas a Venezuela.

En este momento también se debe enfrentar las polaridades que parecen acompañar a esta etapa de la historia, en el pasado más reciente ha sido votar o no votar, y con peleas a muerte hasta dentro de las familias. Pero ahora se trata de los que piensan que Venezuela se arregló versus los que hacen solicitud de remover sanciones, los llamados “Alacranes” versus los opositores, los venezolanos que están dentro o fuera de Venezuela. Ciertamente, un escenario polarizado y muy complejo.

“No son los responsables de la tragedia que vive el país los que necesitan el diésel (…) esa sola sanción de mayor flexibilidad ayudaría a los más necesitados”

Lo cierto es que según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en 2020 había más de 9 millones de personas en inseguridad alimentaria, cifra que colocó a Venezuela como el cuarto país del mundo en el mapa de los puntos focales del hambre en 2020-2021, solo después de Afganistán y Sudan del Sur pero antes que Siria. Además, desde 2017, un inamovible 30% de desnutrición crónica ha acompañado a los niños menores de 5 años, tal como lo refería el proyecto de emergencia social Fundación Bengoa-UCAB cuando reportó que el 33% de los niños menores de 2 años de sectores populares ya presentaban desnutrición crónica; es decir, desnutridos desde el útero, cifra que parece repetirse en cada comunidad desprotegida que se evalúa y además con una clara tendencia al aumento. ¿Cómo es entonces que Venezuela se arregló? Una cosa es que los canales de comercialización basados en importaciones estén funcionando y los alimentos estén disponibles para un grupo muy reducido de personas, incluyendo algunas pertenecientes a zonas populares, entre ellos los motorizados que trabajan para las aplicaciones de insumos para repartir, que ahora han mejorado sus ingresos (siguen siendo una minoría, y ¡vaya! nos alegramos por ellos); y otra cosa es el desarrollo masivo de empleos formales, con base en la seguridad social, garantía de acceso a la salud y un sinfín de otros elementos que deben dar sostenibilidad al trabajo y a la vida de las personas, cosa que no ha ocurrido.

“Sin alimentación no hay vida, ni se logrará un buen estado de salud y mucho menos tendremos cerebros educables”

Desde la instalación de las sanciones a quienes son responsables de la tragedia de millones de venezolanos, lamentablemente, no se han obtenido mediciones que reporten cambios objetivos en la mejoría del bienestar de la gente. Sí, hemos visto el deterioro de la infraestructura de salud, el aumento inclemente de la inseguridad alimentaria en los hogares, y sus nefastas consecuencias nutricionales. Nadie habla entonces de detener las sanciones a estos individuos, quienes han sumido al país en un estado de regreso a la edad media; es más, los gobiernos y comunidad internacional pueden tomar acción cuando una persona muestra un código de conducta inapropiado, corrupto o antiético, o afecta la seguridad de esos países, eso no se pone en duda y para eso, además, está la Corte Penal Internacional (CPI) realizando su trabajo sobre los crímenes de lesa humanidad que se hayan cometido en el país. Pero en el día a día hay una alteración de la cotidianidad que con una sanción que se flexibilice puede mejorar el drama de la mayoría de los venezolanos expuestos al hambre y al deterioro en salud: es la sanción destinada al diésel. ¿Sabían ustedes que el transporte de alimentos se realiza básicamente con este combustible?, ¿sabían lo que cuestan los alimentos en las comunidades rurales, Llano Adentro, por ejemplo?, ¿saben ustedes que los transportes de alimentos pasan semanas sin llegar a estas comunidades?

Yo soy investigadora, soy médico y me he dedicado al área de la nutrición, a mí que se me han muerto niños en los brazos procedentes de comunidades muy desprotegidas, en terrenos áridos, sin tener un lugar donde llevarlos, ni transporte que los lleve, esa sola sanción de mayor flexibilidad ayudaría a los más necesitados, no son los responsables de la tragedia que vive el país los que necesitan el diésel; pero los que sí lo necesitan son la mayoría de los venezolanos en pobreza para que les lleguen los alimentos, para que pueda existir un transporte mínimo. El derecho humano a la alimentación nos pide que pensemos en esto, es un derecho humano fundamental y es el requisito básico para que exista vida, sin alimentación no hay vida, ni se logrará un buen estado de salud y mucho menos tendremos cerebros educables. No se trata de tener la razón, se trata de escucharnos en este sufrido país y contribuir desde lo más profundo de nuestro ser al bienestar común. En eso trabajamos, en eso continuamos y en eso creemos, y por lo que seguiremos luchando para que cada niño venezolano coma adecuadamente, crezca saludable y alcance el potencial genético que tiene dentro de sí.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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