Del éxito o fracaso de los procesos de renovación interna que enfrentan los partidos de la oposición dependerá el éxito o fracaso de la próxima estrategia política frente al madurismo en la ruta hacia 2024. Y es que desde inicios de este año, los principales partidos de la oposición venezolana tradicional anunciaron el arranque de sus procesos de revisión de estructuras y estatutos, renovación de autoridades y relegitimación de liderazgos.
El principal problema que enfrentan estos partidos tradicionales de la oposición, es decir, Acción Democrática (AD), Primero Justicia (PJ), Voluntad Popular (VP) y Un Nuevo Tiempo (UNT), es precisamente el aferramiento de sus líderes a la conducción de los mismos durante prácticamente todo el período del chavismo-madurismo. Henry Ramos Allup, Julio Borges, Leopoldo López y Manuel Rosales junto con sus respectivos equipos de trabajo, han ocupado la dirección de los partidos por tanto tiempo, que mucha de su militancia joven no ha conocido a otro líder ideológico. No es un asunto de edad cronológica sino de práctica política, pues en esa gama de dirigentes los hay de más de 70 años como el caso de Ramos Allup y de menos de 50 como Juan Guaidó. En todo caso, la petrificación de esos liderazgos no es el único problema que tienen hoy los partidos opositores, pero de ese se derivan otros que también les aquejan y que deberían intentar resolver en medio de estos procesos de renovación interna:
- La resistencia a corregir estrategias fallidas.
- El anquilosamiento de la narrativa sobre la crisis venezolana que lejos de plantear una alternativa, se centra en reaccionar a la narrativa oficial.
- La inmovilización de algunas estructuras obsoletas dentro de los partidos o la falta de visión sobre la necesidad de crear nuevas instancias para la expresión, acción y comunicación de la militancia.
- La mentalidad caudillista que aún persiste en ciertos dirigentes, que les impide aceptar la necesidad de trabajar en equipo, incluso con líderes de otros partidos.
- La fractura que se ha generado entre los esos liderazgos nacionales y un liderazgo regional emergente, desde el punto de vista de la lectura de la realidad nacional y local, y sus posibles soluciones.
En este sentido, el exintegrante de la dirección nacional de Voluntad Popular, David Sosa, advierte a los partidos sobre el riesgo de credibilidad que corren si ofrecen a la militancia y a la sociedad en general una serie de cambios para los que en realidad no hay disposición: “Muchas organizaciones están hablando y vendiendo que habrá procesos internos de renovación de sus estructuras cuando internamente hay toda una estrategia para sencillamente legitimar a los mismos que ya están, y que son los que han llevado a las organizaciones al punto en el que se encuentran en este momento. Entonces esos procesos no representan realmente ninguna renovación”.
Bajo ese argumento, entre otros, más de 130 activistas de VP han renunciado a las filas de ese partido en lo que va de año, y aún así, el coordinador del proceso de reestructuración interna nombrado en enero, Freddy Superlano, ha dicho que no tiene ninguna responsabilidad en tales decisiones.
Algunas causas de la debilidad partidista
El rompecabezas de los partidos políticos venezolanos ha sido desarmado y rearmado muchas veces desde el año 2000 bajo diversas estrategias, aplicadas por el chavismo primero y por el madurismo después. Entre las más visibles podríamos enumerar las siguientes:
- La eliminación del financiamiento estatal a los partidos con la entrada en vigencia de la Constitución de 1999.
- La intervención judicial de al menos una decena de partidos desde mediados de los 2000 y la sustitución arbitraria de sus autoridades (Copei, PPT, Podemos, MAS, Bandera Roja, MEP, Tupamaro, UPV, AD, PJ y VP).
- La anulación de la tarjeta de la MUD en 2018 y su posterior reactivación en 2021, siempre a conveniencia de la estrategia electoral del PSUV.
- La imposición de trabas para el registro de nuevos partidos y alianzas opuestos al chavismo-madurismo (MDI, Vente Venezuela, Encuentro Ciudadano, Alternativa Popular Revolucionaria) y la facilitación para el registro de otros favorables a la hegemonía partidista del PSUV (Esperanza por el Cambio, Alianza Cambio o Somos Venezuela).
- La imposición de condiciones no previstas en la legislación para la revalidación de la militancia de los partidos ya existentes a partir de 2018.
- El impulso que desde 2017 se ha dado al registro y participación electoral de partidos que se denominan de oposición (Soluciones, Prociudadanos, Cambiemos o Primero Venezuela, entre otros) pero cuya práctica política dista de esa denominación.
En otras palabras, el mapa de partidos hoy no es el resultado de la natural evolución del pensamiento político o ideológico, de la formación y consolidación de liderazgos, ni de la capacidad de los ciudadanos de sopesar propuestas de desarrollo para el país, sino que es el resultado de dos realidades: por un lado, una serie de acciones y decisiones que se han aplicado desde las instituciones del Estado conforme a los intereses del partido de gobierno para facilitar su continuidad en el poder; y por el otro, la incapacidad de leer la cambiante realidad y de ajustarse a ella.
Diversidad en detrimento de la unidad
En ese contexto, las elecciones regionales de noviembre 2021 y enero 2022, las maniobras de Miraflores, el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para enturbiar ese proceso y la incapacidad de la Plataforma Unitaria de presentar oportunamente candidaturas unitarias vinieron a dispersar aun más las piezas del rompecabezas opositor.
Como ya se sabe, si bien el PSUV conservó la mayoría de los puestos en disputa, su votación nacional fue inferior a la sumatoria de los votos obtenidos por todos los demás partidos distintos a él. En otras palabras: se ratificó la tendencia registrada en las elecciones parlamentarias de 2015, donde la mayoría de la población no apoyó al PSUV, pero con la diferencia de que hoy la oposición muestra una oferta mucho más variada: la Plataforma Unitaria como un vestigio de la MUD; la Alianza Democrática como una construcción a la medida de los intereses de Maduro; y un puñado de partidos nuevos o pequeños con poca o ninguna trayectoria en la gestión pública.
La guinda de la torta es que a la par de esa gran diversidad -saludable y natural en un sistema democrático pero suicida en un régimen autoritario con sistema de partido hegemónico-; al menos tres de los cuatro partidos principales de la oposición enfrentan una división de sus liderazgos a lo interno, que solo ha servido para debilitar su situación en los últimos cinco años. Esa repartición, hay que decirlo, ha sido atizada desde Miraflores aplicando las fórmulas desarrolladas por Maquiavelo en su tratado sobre política, El príncipe.
¿En qué andan los partidos del G4?
Primero Justicia fue en 2015 el partido que más diputados obtuvo en la elección para la Asamblea Nacional, bajo la conducción de Julio Borges y el liderazgo del excandidato presidencial Henrique Capriles. Hoy Capriles, más ganado a la negociación política y aprovechamiento de todos los espacios políticos posibles, y Borges, promotor del esquema de presión internacional y sanciones económicas, se han encontrado con el liderazgo emergente nacional de Juan Pablo Guanipa, electo gobernador del estado Zulia en 2017 y que fue desbancado por una jugada política del oficialismo antes de poder asumir el cargo. Guanipa tiene un perfil más orientado a la movilización interna y al combate político. De momento PJ ha levantado la bandera de las primarias para escoger al candidato presidencial de la oposición, sí, pero no se ha alineado con ninguna otra fuerza política en la definición de una ruta de acción colectiva sino que presentó su propia propuesta de acción. En todo caso, el liderazgo que prevalezca luego de su proceso interno, definirá las alianzas que a la postre haga Primero Justicia de cara a unas primarias opositoras.
Voluntad Popular enfrenta dos problemas. Por un lado, el descontento de una parte de la dirigencia con lo que consideran “malas prácticas de la directiva” y que ha llevado, como ya mencionamos, a la renuncia de más de 130 de ellos este año; y por el otro lado los roces existentes entre la dirigencia que sigue en el país, liderada por Juan Guaidó y Emilio Graterón; y la que se ha visto forzada al exilio, encabezada por el fundador Leopoldo López y Carlos Vecchio. En el medio está el coordinador nacional del proceso de reestructuración interna, Freddy Superlano, intentando hasta ahora sin mucho éxito, conciliar ambos bloques para consolidar el proceso interno. Aunque VP está judicializada, al igual que PJ y AD, la directiva nombrada por el TSJ -que también llamó a un proceso de elecciones internas por su lado- no tiene arrastre en las bases comprometidas programáticamente con los fundadores del partido. De todas todas, VP luce bastante debilitada luego de tres años y medio de liderar al gobierno encargado sin haber logrado cambiar el juego a favor de la oposición.
Acción Democrática, a diferencia de VP, sí ha sufrido una fractura importante a raíz de la intervención del TSJ de Nicolás Maduro en 2020. El secretario general designado por el tribunal, Bernabé Gutiérrez, arrastró consigo a algunas figuras importantes para el partido, sobre todo en el interior del país. Al menos tres diputados electos en 2015 dejaron a Henry Ramos Allup y se alistaron del lado de Gutiérrez, por ejemplo. Al igual que el histórico dirigente oriental, Morel Rodríguez que a la postre terminó siendo electo gobernador de Nueva Esparta, aunque con el apoyo determinante del novel partido Fuerza Vecinal. Para más complicación del mapa adeco, Gutiérrez no solo reformó los estatutos sino que prepara las elecciones internas del partido para junio próximo. El ala de Ramos Allup rechazó participar en ese proceso, lo que significa que Gutiérrez y el AD que emerja de la renovación que él impulsa seguirá ostentando los símbolos y siendo reconocido por el CNE. Entretanto, el nuevo secretario nacional de organización por el ala de Ramos Allup, Carlos Prosperi, se perfila como el potencial candidato presidencial para las primarias que aspiran hacer los partidos opositores.
Un Nuevo Tiempo, el único partido del G4 que pudo participar con su propia tarjeta en las regionales de noviembre pasado sin haber perdido su autonomía, símbolos o directiva legítima, luce actualmente como el más cohesionado de los partidos opositores. De esas elecciones el partido salió fortalecido políticamente al ganar la gobernación del Zulia, 12 alcaldías, 58 legisladores regionales y 357 concejales propios en todo el país. De llegar a concretarse unas primarias, es bastante probable que UNT presente el nombre de su presidente y ahora gobernador, Manuel Rosales, que ya fue candidato presidencial en 2006 contra Hugo Chávez. En todo caso, el peso político de UNT en este momento se apoya en otros dos elementos: el exdirectivo nacional de UNT, Enrique Márquez se convirtió en rector del CNE en mayo de 2021 y el exdiputado Stalin González forma parte de la delegación de la Plataforma Unitaria que instaló negociaciones con el oficialismo el año pasado en México. González además trabajó intensamente junto a Henrique Capriles y el Foro Cívico para lograr la presencia de la oposición en la directiva del CNE el año pasado, el envío de una misión de observación de la Unión Europea a las elecciones regionales de 2021, y la participación de los principales partidos de la Plataforma en esos comicios.
Se perfilan los primeros bloques políticos
El politólogo Enderson Sequera identifica tres grupos, de momento, cuyos perfiles y propuestas de cara a las primarias de la oposición comienzan a definirse: Salvemos Venezuela, los gobernadores electos en 2021 y los partidos pequeños que intentan posicionarse. Veamos.
El movimiento Salvemos Venezuela fue presentado a comienzos de este año como una iniciativa perteneciente a la Plataforma Unitaria; sin embargo, ni AD, ni PJ ni UNT se han fotografiado públicamente con sus actividades y planteamientos. Este movimiento está integrado por VP, Encuentro Ciudadano, La Causa R, Proyecto Venezuela, Copei, Convergencia y Alianza Bravo Pueblo, y el movimiento disidente del chavismo, Zulia Humana. Su abanderado presidencial para unas primarias podría ser Juan Guaidó, afirma Sequera. Guaidó ha dicho en varias ocasiones este año que trabajan en un reglamento para las primarias y aunque la propuesta todavía no es pública, ha trascendido que el grupo es proclive a permitir la participación de candidatos procedentes de partidos distintos a ella (que fue creada con 37 partidos pero que hoy solo tiene activos 10) y otro sector rechaza esa idea; además, un bloque estaría dispuesto a considerar pedir apoyo técnico al CNE y otro se opone a tal intervención.
El grupo de los gobernadores recién electos, integrado por Sergio Garrido y Alberto Galíndez de AD, y Manuel Rosales de UNT, han comenzado a construir su nicho y ya han tenido reuniones no solo en Miraflores con Nicolás Maduro, sino en Colombia con representantes diplomáticos de Estados Unidos. El otro gobernador opositor, Morel Rodríguez, no ha entrado todavía en este bloque porque al pertenecer la “AD judicializada” genera resquemores en sectores de la “AD legítima”; pero, por otro lado, tiene el apoyo decidido de Fuerza Vecinal que en las elecciones regionales mostró apertura suficiente para aliarse con todos los sectores. Lo mismo ocurre con Alianza del Lápiz que hizo un aporte importante en votos para la victoria de Rosales. Si la oposición lograra acordar un mecanismo para ir a primarias de aquí a 2023, tal como la mayoría de sus voceros invoca, Manuel Rosales sería el candidato natural de este grupo por ser el dirigente con mayor proyección nacional. Sin embargo, AD podría estar dispuesta a pulsar esa candidatura con el nombre de Prosperi, quien ha llamado a conformar una Coalición Democrática (integrada por partidos y sociedad civil) que lleve adelante esas primarias; siempre que en ella no participen los dirigentes “que se prestaron a la judicialización de los partidos”.
Y el grupo de los partidos pequeños, que buscan convertirse en alternativa dentro de la oposición sacando ventaja del descontento y desafección de la gente hacia los partidos tradicionales, tiene por ahora dos expresiones: por un lado Alianza del Lápiz, Centrados y el MAS, y por el otro Fuerza Vecinal. Los primeros le salieron al paso a la idea de las primarias y propusieron una Consulta Nacional Abierta (CNA), con apoyo técnico del CNE y la mayor apertura posible para la participación de candidatos de todos los partidos y sectores, “incluyendo al PCV y a Vente Venezuela”, dijo Antonio Ecarri durante su lanzamiento. El coordinador nacional de Centrados, José Luis Farías, afirmó que la idea de la consulta ha sido presentada a representantes de Avanzada Progresista (ahora liderada por Luis Romero), UNT, las dos alas de AD, Fuerza Vecinal, Unión y Progreso y sectores de la sociedad civil: “Hemos encontrado coincidencias en el planteamiento de unas primarias sin exclusiones con algunas diferencias de matices. La idea de la Consulta Abierta para escoger el próximo candidato presidencial está ganando espacio”. Por su lado, Fuerza Vecinal ha dicho que apoya la escogencia de un candidato unitario en primarias, pero que estas deben ser lo más amplias posibles. El partido está estudiando la viabilidad de ese proceso con apoyo y sin apoyo del CNE.
Entretanto la Alianza Democrática, considerada por algunos como “la oposición a la medida de Maduro” pareciera no tener todavía una postura de bloque frente a unas posibles primarias opositoras. Algunos de sus voceros, como Bernabé Gutiérrez se han referido al tema de forma independiente, pero sin comprometer al resto de esa alianza. Vale mencionar que en esa coalición hay partidos judicializados y partidos pequeños que participaron en la Mesa de Diálogo Nacional con Maduro en 2020.
La sociedad civil, la otra pieza del rompecabezas
Como parte de la escena política, aunque intentando diferenciarse del rol de los partidos, se encuentra un sector de la sociedad civil organizada en torno al Foro Cívico que el 5 de abril fue convocada a Miraflores para reunirse primero con Nicolás Maduro, y al día siguiente con Jorge Rodríguez, Francisco Torralba, Nicolás Maduro (hijo) y un par de ministros, como parte de lo que Rodríguez ha llamado “el reformateo del diálogo”. En ambos encuentros los representantes de varias de las organizaciones del Foro Cívico plantearon una agenda principalmente social, relativa a la construcción de espacios para llevar a cabo la acción humanitaria y solucionar problemas en materia de educación, salud, salarios y servicios públicos. Respecto a lo político, los asistentes a la reunión se refirieron puntualmente a tres temas: el proceso de designación de magistrados del TSJ (para el cual postularon 11 candidatos), la visita del Fiscal de la Corte Penal Internacional al país y la apertura de una oficina suya en Caracas, y a la necesidad de retomar de forma responsable las negociaciones en México.
El director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB, Benigno Alarcón, advierte que ese modelo de negociaciones sectoriales ya ha sido aplicado por el oficialismo en el pasado reciente (2020 y 2021) con el propósito de debilitar a la oposición a lo interno. Es necesario mencionar que en ambas oportunidades tuvo éxito en su propósito. Sin embargo, no es menos cierto que de alcanzar algunos acuerdos sobre temas mínimos, podrían generarse pequeñas ventanas que beneficiarían sin lugar a dudas al sector más golpeado de la población, pero con el riesgo para el sector político, de que la imagen de Maduro como presidente mejore y la de los partidos siga debilitándose.
El reformateo del diálogo les presenta entonces a los partidos políticos del espectro opositor un reto adicional. En esa ruta hacia 2024 tendrán que ejecutar varias tareas de manera eficiente al mismo tiempo. No solo deberán reorganizarse a lo interno, renovar a su liderazgo, constituir una unidad verdadera y elegir a un candidato unitario con un programa de gobierno incluyente, sino que además deberán reconectar con las personas y hacerles creer que si bien Maduro podría comenzar a resolver algunos problemas puntuales el verdadero saneamiento de la sociedad, de la economía, de la política y la recuperación de la calidad de vida en general pasará por un cambio de modelo y de actores en el gobierno.
@morapin