En la aldea
16 septiembre 2024

“Las voladoras”, ocho relatos del “gótico andino” de Mónica Ojeda

Terror, misterio, oscuridad, leyendas, creencias, y chispazos de sangre. Una exploración por los misterios de las alturas andinas: volcanes, magia, brutalidad, abuso, muerte. “Las voladoras” de Mónica Ojeda, ocho cuentos que no dan tregua, y que por momentos parecen poemas en prosa. Palabras e imágenes con el verdadero trasfondo de contar las historias de mujeres violentadas; conectar de otra forma al lector con una realidad que está allí.

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Oscar Medina | 20 mayo 2022

Quizás no haya sangre en los ocho cuentos de “Las voladoras”, pero siempre salpica algo. Quizá las palabras correctas sean terror, misterio, oscuridad. Y seguramente lo más acertado es decir que lo que le confiere unidad a este volumen, además de los chispazos de sangre, es la conexión con leyendas y creencias de las montañas ecuatorianas. “Gótico andino”, le llaman. Y sí, le calza bien.

Mónica Ojeda (Ecuador, 1988) transita un camino temático por el que se desplazan otras destacadas narradoras latinoamericanas como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin y María Fernanda Ampuero: lo que escriben, para decirlo de forma llana y concisa, es inquietante, asusta, incomoda, pero una vez que comienzas a leerlas ya no puedes parar.

La particularidad de este volumen de relatos publicado en 2020 por la Editorial Páginas de Espuma es esa exploración por los misterios de las alturas andinas: volcanes, magia, brutalidad, abuso, muerte. “Las voladoras” es también el título del primer relato de este breve libro, un texto que concentra los elementos de lo que iremos encontrando a lo largo de sus páginas. Parte de una leyenda que plantea que cualquier mujer puede entrar en trance, convertirse en bruja y volar. Y no recordará nada de lo que hizo durante la noche de su transformación. Con un tono y un ritmo poéticos, Ojeda cuenta y sugiere algo más: nos habla de una familia disfuncional, nos habla de incesto, de la necesidad del mito y de la magia para explicar y sobrellevar el verdadero horror de ese hogar en la montaña:

Pero la voladora es el bosque entrando a nuestra casa y eso no había pasado nunca. Nunca habíamos sentido el delirio divino tan cerca, ni tampoco su deseo”.

El conjunto de relatos no busca la sorpresa en las últimas líneas, la revelación final. Esa sorpresa inquietante acompaña a lo largo de cada lectura, en la constatación de las circunstancias terribles que se van narrando, en el contraste de la forma, de las palabras y las imágenes, con el verdadero trasfondo de las historias de mujeres violentadas, de cuerpos sometidos al abuso y al dolor, de muerte y -claro- de sangre.

“¿Y por qué toda esta violencia explícita o sugerida? Mónica Ojeda ha explicado en entrevistas que a lo que apunta es a la violencia padecida por mujeres”

La sangre, por ejemplo, es la belleza para una niña “diferente” que crece en un contexto duro y despiadado: criada por su abuela en una casa miserable a la que acuden las jóvenes de los pueblos vecinos a practicarse abortos clandestinos. Para ella, cuyo destino es heredar las artes de su abuela, la sangre es lo único hermoso que conoce. La sangre, que “sabe a lenguaje” entre dos hermanas que refugian su amor incestuoso en la única casa que se resiste a derrumbarse en medio de la devastación de la tierra que se sacude por efecto del volcán:

Afuera los gritos eran más débiles que cualquiera de mis gemidos”.

No hay tregua en estas historias que por momentos parecen poemas en prosa. Poemas que hablan de mutilaciones, de cabezas que se desprenden de los cuerpos en ceremonias de brujas, de un padre que cree ser un chamán tan poderoso como para traer a su hija de la muerte. ¿Y por qué toda esta violencia explícita o sugerida? Mónica Ojeda ha explicado en entrevistas que a lo que apunta es a la violencia padecida por mujeres “y que genera la necesidad de que la víctima busque una explicación mirando hacia arriba, a lo sobrenatural”. Así, todo esto que parece mentira, que parece pura imaginación desbordada, lo que en verdad hace es conectar de otra forma al lector con una realidad que está allí, escondida en una casa vecina o en las laderas de un volcán.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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