¿Somos realmente conscientes de esos momentos en los que pudimos haber sido alcanzados por la muerte? Un diagnóstico oportuno, una decisión de último momento que permite esquivar un peligro, haber pasado por esta calle y no por la otra de allá, una mano que te saca del agua cuando crees que ya no puedes más. Si uno se pone a pensarlo termina sorprendido. No está de más hacer ese ejercicio mental. Maggie O’Farrell lo hizo sin darse cuenta en las páginas de su diario, hasta que un día lo vio claro: podía contar parte de su vida escribiendo sobre los episodios en los que la muerte le pasó rozando.
Maggie O’Farrell (Irlanda, 1972) es autora de ocho novelas de acuerdo a sitios web especializados en literatura. Es curioso que la lista no incluya a “Sigo aquí”, porque se le considera una especie de autobiografía. Ella, sin embargo, concibió este libro extraño como una novela, así que vamos a decir que son nueve. Una vez que releyó su diario e identificó los episodios tuvo que tomar decisiones. Eligió pensar como novelista y contar desde ese lugar donde su personaje podía sentirse un poco más cómoda. De hecho, ya había contado algunas cuantas cosas en otras publicaciones porque su primer encuentro con la posibilidad de morir fue muy temprano: encefalitis a los ocho años.
“I Am, I Am, I Am: Seventeen Brusheswith Dead” es el título original del libro -que cita un poema de Sylvia Plath– publicado en 2017 y cuya traducción al español es de 2019. Son, en efecto, 16 historias que se identifican con partes del cuerpo -Cuello, Pulmones, Cráneo- o con todo el cuerpo y una sobre su hija que es una pieza tierna y desesperante: la niña alérgica a tantas cosas que pueden matarla en cualquier momento y al menor descuido.
“La vida se rige por un zumbido de fondo, el zumbido constante de los peligros potenciales. Se empieza a percibir el mundo de otra manera”, escribe: “Sabes por experiencia propia que estar tan al borde de la muerte te cambia para siempre, que vuelves de ese borde transformada, más sabia, más triste. Te preguntas en qué piensa, adónde va, cuando nota que se le cierran las vías respiratorias, cuando oye a lo lejos la sirena de la ambulancia…”.
Los capítulos no están organizados por orden cronológico, pero O’Farrell logra que hagas el viaje con ella a través de su vida sin que los saltos temporales te extravíen. En realidad no puedes perderte: comienzas a leer desde el momento en el que a los 18 años, durante un recorrido sola por un bosque de montaña, un desconocido le puso al cuello la correa de unos binoculares; la misma con la que días más tarde estrangularía a otra joven que paseaba por el lugar. Y ese episodio le permite hablar, ya de entrada, sobre la violencia que se respiraba y padecía durante sus años escolares: ella, la irlandesa, la chica rara.
Y ya entonces no hay manera de soltar estas páginas con la Maggie adolescente que salta de un muro al mar en plena noche y se desorienta en la oscuridad porque la encefalitis le dejó como secuela una alteración en la percepción, la niña a la que casi atropella un carro, la joven que deja todo en Cambridge para irse a Hong Kong en un avión que de pronto empieza a caer; la relación con su madre, con sus hijos, las parejas; el miedo por el amigo enfermo, el terror a la tomografía, la niña que debe volver a aprender a usar sus piernas para caminar, la amabilidad de un extraño: “¿Cómo es posible que esa niña fuera yo?”.