En la aldea
20 abril 2024

Un país a la deriva o la destrucción revolucionaria

Crisis, revolución, Estado de Derecho, límites, Estado comunal, movimiento sindical, libertad, democracia. Conceptos, principios, valores que plantean la realidad en que se encuentra envuelta hoy la sociedad venezolana; unos porque son impuestos, otros porque se carece de ellos. Los “derechos y garantías están en un orden distinto, fuera de la revolución (…) siguen un cuerpo dogmático, unas reglas de conductas que los llevan al fin último: el control absoluto de la sociedad y el hombre”. Y la autora sentencia: “El proceso que define nuestra historia es la revolución, la eliminación, la subversión; no la crisis”.

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Mirla Pérez | 28 julio 2022

Una frase recurrente, se repite de un país a otro, es la advertencia o sentencia de que algo anda mal. ¿Cómo puede un país perder el rumbo? Una pregunta compleja, sin respuestas unívocas, sin líneas rectas, ni posibilidad de pensarla en blanco y negro. Este es un título lleno de matices. Sugerente. La deriva en democracia nos lleva a las instituciones, podemos pensar que están fallando, la política entra en una suerte de camino distorsionado, puede dejar de ser un referente organizativo para la sociedad, pero está ahí, no se ha eliminado el acuerdo, puede fallar, pero también se puede rectificar.

La deriva -cuando hay institucionalidad, Estado de Derecho, límites, normas- nos abre a la posibilidad de plantearnos interpretaciones hipotéticas. Con una democracia sólida, estar a la deriva supone desvío del camino sin que implique su destrucción. Es decir, podemos estar frente a procesos que profundicen o corrijan la democracia, pero el acuerdo ciudadano y la mediación del Estado están ahí, la crisis no implica destrucción. La crisis, es un estado transitorio, que nos lleva a unas condiciones distintas a las originales. Crisis, es cambio, es transformación. Filosóficamente “el sentido originario de ‘crisis’ (kri/sij) es ‘juicio’ (en tanto que decisión final sobre un proceso), ‘elección’, y, en general, terminación de un acontecer en un sentido o en otro”, según José Ferrater Mora.

Aplicado a la democracia, la crisis impulsa decisiones, elecciones, provoca respuestas a preguntas no planteadas originalmente, hace frente a problemas no pensados, obliga a repensar el esquema original, los constructos teóricos, los modelos que hacen viables o dan cauce a las múltiples maneras de estar y vivir democráticamente. Cuando hay democracia un país a la deriva es cualitativamente distinto al país que va quedando cuando el modelo político está basado en la dominación y el sometimiento. La crisis de la democracia puede producir un nuevo pacto, un nuevo consenso, nuevos acuerdos, todos basados en la decisión, en la elección, en una determinada razón y juicio, producidos en el marco del acuerdo o desacuerdo, pero basados en la libertad.

“Cualquier movimiento social en Venezuela no puede esperar del régimen una rectificación que no tiene posibilidad de existir porque no está en su naturaleza”

En este sentido tenemos la libertad de dar la espalda, de disentir, podemos hacernos a un lado. El partido, el modelo, la organización del poder, de la política, pueden entrar en crisis. ¿Se generará otro paradigma, otra democracia, una estructura sobre la base de otros acuerdos? Sí, ciertamente desde la libertad, el juicio y la decisión se pueden abrir nuevos caminos. ¿Desde dónde pensamos a Venezuela? Es un país a la deriva, pero no por las razones corrientes o más generalizadas en el occidente democrático. Aquí no podemos hablar de crisis de la democracia, porque el horizonte que marca el acuerdo y la libertad fue destruido. El proceso que define nuestra historia es la revolución, la eliminación, la subversión; no la crisis.

La deriva en este país se da por destrucción, muy conveniente para el grupo que domina, para quienes someten. La crisis requiere de una historia que dé soporte a los cambios por venir, la revolución tiene que eliminar esos referentes y centrarse en la destrucción para poder afirmarse.

Uno de los referentes y fundamentos a eliminar es la libertad, sin esta no hay espacio para el acuerdo, para la elección, para la decisión, el juicio o la autonomía. La intención del que somete es dejar sin asidero al sometido. En este contexto, un país a la deriva es el resultado de la dialéctica violenta, que ha eliminado la institucionalidad y pretende producir una nueva, sin consenso, sin acuerdo, sin libertad, impuesta desde la única razón posible: el socialismo o Estado comunal, en el caso venezolano.

En la revolución, el sistema ha marcado un camino, seguro para ellos, fundamentado en  la eliminación del disenso y con pasos firmes va montando esta estructura comunal a lo largo del territorio. Esta es la garantía de permanecer dando operatividad a la idea. La revolución tiene rostro concreto: implementación del Estado comunal socialista, que pasa por la eliminación del Estado democrático, federal, descentralizado. La sustitución de facto se ha hecho en cada pueblo y ciudad del territorio, sin consulta, impuesto bajo la lógica “constituyentista” de calle, esto es, desde la lógica de la dominación.

“El sistema de dominación venezolano tiene voluntad de poder y lo ejerce a pie juntilla, por eso la lucha frente al sistema no puede basarse en apelar a las fibras que no tiene”

El régimen hace elecciones todos los días, las bases comunales están en un enroque permanente. Sin bulla, a la sombra del poder y del silencio. Buscando la mejor estructura y sujetos que garanticen la implementación revolucionaria, al mejor estilo leninista de los soviets.

Al estar subvertido el orden, el derecho es una “aspiración burguesa”, por tanto, el sindicalismo es una impostura. Lenin lo dirá claramente: “… la lucha de los obreros solo se convertirá en lucha de clases cuando todos los representantes de la vanguardia de la clase obrera de todos los países sean conscientes de que son una única clase obrera y empiecen a actuar […] contra la clase entera de los capitalistas y contra el gobierno que la sostiene. Solo cuando cada obrero sea consciente de pertenecer al conjunto de la clase obrera […] solo entonces, su acción se convertirá en una lucha de clases”, Stéphane Courtois. He aquí el dilema, el chavismo es gobierno, ¿favorecerán un movimiento que vaya contra ellos?, ¿pueden permitir su existencia?

El sistema de dominación venezolano tiene voluntad de poder y lo ejerce a pie juntilla, por eso la lucha frente al sistema no puede basarse en apelar a las fibras que no tiene, el sentido sindical y laboral, derechos y garantías están en un orden distinto, fuera de la revolución. El derecho y la libertad están a la deriva, el sistema comunal y su voluntad de poder no lo están. Siguen un cuerpo dogmático, unas reglas de conductas que los llevan al fin último: el control absoluto de la sociedad y el hombre.

“La crisis requiere de una historia que dé soporte a los cambios por venir, la revolución tiene que eliminar esos referentes y centrarse en la destrucción para poder afirmarse”

Según Lenin: “… la verdadera tarea de un partido socialista revolucionario no era inventar planes de reorganización de la sociedad, o predicar a los capitalistas y a sus lacayos mejoras en las condiciones de los obreros, ni tramar complots sino organizar la lucha de clases del proletariado y liderar esa lucha cuyo objetivo final es la conquista del poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista”.

Hay que tomarse en serio la disposición leninista de no predicar al capitalista, ni hacer planes de gobierno, de lo que se trata es de liderar la lucha de clases, la revolución, cada país tendrá el suyo. El de Venezuela es el Estado comunal. En el sentido leninista Nicolás Maduro plantea el plan de gobierno 2019-2025, en el que establece: “No somos el ejercicio de una gestión de gobierno. Somos un proceso revolucionario. En ello la transformación del Estado, la lucha contra el burocratismo… no es simplemente un problema de ‘gestión’. Es la reconfiguración popular del Estado, haciendo del gobierno de calle, en sus distintas escalas sistémicas, un proceso constituyente para edificar el nuevo Estado popular, comunal, soberano”.

No se trata de una mala gestión de gobierno, no lo es, es una revolución. El movimiento sindical y cualquier movimiento social en Venezuela no puede esperar del régimen una rectificación que no tiene posibilidad de existir porque no está en su naturaleza. La protesta es una vía para hacer pública la denuncia, pero sin candidez.

Sorprende cómo todavía hay gremialistas que esperan del sistema voluntad de honrar compromisos: “… permite inferir que pretenden cambiar esa fórmula. Han demostrado una y mil veces que no tienen escrúpulos”. Esto va más allá de lo que el régimen pueda hacer, hará lo que convenga a la revolución y al poder, no podemos quedarnos en la pancarta, hay que dar un paso adelante.

Hagamos de la deriva el camino que nos permita reconquistar la democracia.

*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita

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