En la aldea
25 abril 2024

“… Otros se ahogaron en el río, otros se quedaron atrapados en el lodo y se ahogaron, (…) muchos murieron en el camino, no aguantaron”.

“No te rindas”, una expresión en la cultura que nos define

“Venezuela, país del que huyeron, ya no constituye una alternativa, la vida se pone en riesgo en el Darién del mismo modo que si retornan al país. Dura conclusión a la que llega Rufino y sus compañeros de camino (…) ‘lo más doloroso era ver a la gente sufrir y no poder ayudarla’”.

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Mirla Pérez | 22 septiembre 2022

A diario escuchamos con insistencia y firmeza esta expresión. “No te rindas…” está en la boca de la gente de nuestros barrios, en las comunidades de clase media y popular, en quienes nos quedamos, en quienes deciden irse, circula por nuestra sangre, está en nuestra cultura. Es la expresión que anuncia e hilvana el rosario de la sobrevivencia.

Sobrevivir como acción nacional, de todos al mismo tiempo, es una experiencia que nos ha obligado a vivir este sistema político de dominación. Desde la cultura popular venezolana, la resistencia y la sobrevivencia fue más reposada, en prácticas de profundo significado cultural como el esfuerzo, la responsabilidad que alberga la frase: pasar trabajo por…

En la historia de vida de Felicia, investigación publicada por el Centro de Investigaciones Populares, Moreno 1998, se plantea una idea fuerza que devela el sentido de la realidad popular matricentrada: “La madre no solo trabaja sino que, en el trabajo, pasa trabajo. Trabajar y pasar trabajo van unidos pero no son la misma cosa. No se dice: ‘Lo mucho que trabajó mi madre’, sino: ‘El trabajo que pasó mi madre’, aunque también se ha dicho lo mucho que trabajó. Trabaja y pasa trabajo en su condición de ser madre, de ser responsable de la totalidad-familia. Pero la palabra responsabilidad no aparece. Quizás  responsabilidad, que significa responder por, es un término demasiado abstracto y general y lo concreto y particular sea: pasar trabajo por”.

“El principio rector de una migración como esta, a la fuerza, sin condiciones, por hambre, desde la huida, se produce por diseño”

Responder por el otro, y ahora, más recientemente, no rendirse va marcando el camino del esfuerzo del venezolano. Primero de la madre hacia el hijo, ahora del hijo hacia la madre, en el marco de un movimiento que salió de la madre y llega a la familia, sale del hijo y llega a la familia. Las respuestas que damos frente a la sobrevivencia son aquellas posibilitadas por la cultura. El mundo-de-vida popular va creando desde sí, vías de acceso a la pervivencia.

No rendirse es apostar por la vida. En mi escrito de hoy haré de la voz de Rufino, mi propia voz, nuestra voz. Se trata de un joven de 19 años, un chamito, decidió migrar y lo hizo por la inhóspita e intransitable selva del Darién. Nuestra entrevista se da por una videollamada, él en Estados Unidos y yo en Caracas.

Rufino se graduó de bachiller con el sacrificio de la familia, desde el pasar trabajo por…, viene de una localidad muy pobre, lugar común en la Venezuela de hoy, no tiene los recursos para estudiar en la educación pública y, mucho menos, en la privada. Estudiar supone un gasto que no puede cubrir, tiene que incorporarse al mundo del trabajo y eso implica conformarse con sobrevivir y dejar a un lado el gran sueño: poder ser ingeniero, estudiar y ayudar a la familia.

Hace dos años se graduó, se quedó sin estudio y sin empleo. Se une a la gran pregunta que se hacen de ordinario nuestros jóvenes: ¿y ahora qué hago? En el fondo es realmente una pregunta existencial. No hay futuro, ¿desde dónde poder pensar la vida? Si la vida es superación, apoyo familiar, generación de bienestar, ¿cómo hace un joven para asegurar que en el futuro cumplirá con ese propósito?

Según los datos de Encovi 2021, el segmento poblacional más numeroso en el movimiento migratorio es el de los jóvenes de 15 a 29 años, se trata del 51%, y de los 30 a los 49 años, se ubican en 39%. Es decir, el 90% de la población que ha emigrado está en plena edad productiva de 15 a 49 años. Refrescando un poco las cifras, según el portal R4V se habla de la cantidad oficial de 6.805.209 personas.

Sin embargo, “según el Observatorio de la Diáspora Venezolana (ODV), la cifra de migrantes llega al menos 7.350.000 venezolanos, pues a diferencias de los demás entes que contabilizan las migraciones, la ODV tiene el mapa de los venezolanos y de las organizaciones de los venezolanos en el mundo, aseguró su director, el sociólogo Tomás Páez”, en La voce d’Italia.

“Los sistemas políticos de naturaleza totalitaria se sostienen en sus instituciones hechas de control y coacción, procuran una alta migración, el país tiene que vaciarse”

Rufino todavía no entra en esas estadísticas. Entrará, como él, miles de venezolanos que llegaron ayer y llegarán mañana a la selva del Darién, al tapón natural a la impenetrable selva que solo la desesperación humana hace posible que sea atravesada. Nuestro joven recibió la bendición de sus padres y con miedo lo entregaron a un camino indeterminado, sombrío y duro. La familia juntó una cantidad de dinero que lo ayudó a sortear el infortunio.

La pregunta por las vivencias más duras del camino nos llevó a los dos territorios más difíciles transitados por nuestro joven: el Darién y Tapachula. El primero, el tapón natural y, el segundo, el tapón burocrático “que los mantiene atrapados en una cárcel sin barrotes, a cielo abierto”, para usar las palabras de la periodista de El País de España, pero que para Rufino representó un obstáculo peor que el Darién.

La selva sacaba la bondad o maldad de la gente. Ser gente buena o gente mala es para el venezolano definido desde la relación o la intensión que puede tener para con el otro, si el prójimo te interpela y le atiendes, aunque sea con un caramelo, o con un poco de agua, si eres capaz de ver más allá de tu individualidad, eres solidario, vas por ti sin centrarte en ti, te hace bueno. La individualidad excluyente, aplanadora, que te aísla, te constituye en gente mala. Además, de hacerte vulnerable en un territorio tan peligroso. Muchos venezolanos han entendido que el otro te hace fuerte. El apoyo mutuo evita que te rindas porque en el fondo lo relacional-afectivo, propio del venezolano, da sentido a esas vivencias límites.

Rufino estuvo a punto de rendirse, subiendo la montaña de la bandera, una cuesta muy inclinada que requirió mucha fuerza de él, valentía y determinación, cuando casi cae se volvió a la familia:

En lo primero que pensé fue en mi mamá, en mi papá, en mis hermanos, me agarré en ellos y llegué a la cima…”;

La cuesta la fuimos guerreando”.

Luchó contra el desánimo, el cansancio, la indeterminación, el dolor, la frustración, dio todo lo que pudo de sí, hasta llegar.

Una vez que llegamos a la cima donde estaban todas las banderas multinacionales podíamos ver el campamento del abuelo en Panamá”.

Me quedaré con las palabras de Rufino, duras, esclarecedoras, desafiantes:

Ese día estábamos cruzando la selva unas mil personas, ese día, porque el anterior habían comenzado a subir mil, el siguiente también, no paraba, en mi grupo había 300 personas, y yo iba con 10 familiares…”.

Una avalancha humana atravesando un sitio tan peligroso e inhóspito. Para entender un poco la procedencia y las condiciones en las que se produce la migración, Rufino se encontró con personas de la tercera edad, con niños, mujeres embarazadas y bebés muy pequeños. Sin tener datos precisos, un segmento mayoritario venía de un segundo movimiento migratorio; es decir, gente que dejó lo que tenía en el sur de América (Colombia, Ecuador, Chile, Perú, Brasil, etc.) y emprendió el camino hacia el norte. Venezuela país del que huyeron ya no constituye una alternativa, la vida se pone en riesgo en el Darién del mismo modo que si retornan al país. Dura conclusión a la que llega Rufino y sus compañeros de camino.

Las mujeres de avanzado embarazo eran auxiliadas por la familia, el esposo, hermano o algún familiar cercano para que pudieran subir tan terrible montaña.

Otras personas del grupo murieron, vi muertos por infarto, otros se ahogaron en el río, otros se quedaron atrapados en el lodo y se ahogaron, murieron picados de culebra, muchos murieron en el camino, no aguantaron…”;

Me daba lástima no poder ayudar más a los que requerían de nuestra ayuda, a quienes podíamos no los dejamos morir, por eso el camino para el venezolano se hace más largo, porque tratamos de ayudar a quienes podíamos, le dábamos suero, caramelos, chupetas, para que tuvieran un poco más de energía…”;

Lo más doloroso era ver a la gente sufrir y no poder ayudarla…”.

El diario El Tiempo reseña de tal manera la migración forzosa de los venezolanos: “El Ministerio de Salud de Panamá (Minsa) informó este domingo que unos mil migrantes, en su mayoría provenientes de Venezuela, reciben cotidianamente atención médica en las estaciones de recepción migratoria en la provincia de Darién, en la zona fronteriza panameña con Colombia”.

El principio rector de una migración como esta, a la fuerza, sin condiciones, por hambre, desde la huida, se produce por diseño. Se diseña la eliminación, la reducción de la población, la expulsión violenta de quienes tienen como única opción la muerte. Los sistemas políticos de naturaleza totalitaria se sostienen en sus instituciones hechas de control y coacción, procuran una alta migración, el país tiene que vaciarse.

La migración es una constante, Cuba tiene más 60 años de revolución y continúa el desangrado migratorio, uno de los grupos migratorios que también pasan por el Darién son los cubanos. Ninguno supera a los venezolanos este último año, pero el flujo ha sido constante. No hay Cuba para los cubanos como tampoco Venezuela para los venezolanos.

Según el portal Vida Nueva, “el fin de esta semana coincidirá con el Día Mundial de los Migrantes y Refugiados, instituido en 1914. Este año tendrá lugar el último domingo de septiembre y lleva por lema ‘Construyendo el Futuro con Migrantes y Refugiados’”. Los migrantes desplazados y refugiados son los pobres entre los más pobres.

La migración es otro de los problemas y vivencias que desde el Centro de Investigaciones Populares hemos venido trabajando sistemáticamente, hoy se hace urgente esta palabra. ¡Una voz que grita justicia!, frente a un régimen que busca sistemáticamente la expulsión. Solo el cambio de sistema hará que este terrible movimiento de eliminación se detenga.

*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita

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