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20 abril 2024

“Retrato de una mujer” (1911), por Ernst Ludwig Kirchner.

Nihilismo, Occidente, decadencia

“Cuando se considera que la ‘levedad’ trastoca el mundo postmoderno, y por ende, a toda lucha política o social que se gesta dentro de él, parece que el problema está en la resistencia comprensiva a distinguir lo particular y distintivo del acontecimiento que apremia”.

Coordinador: Ernesto Borges
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Ernesto Borges | 27 noviembre 2022

“Creo que el problema de Venezuela es esencialmente superficial, no hay nada ‘profundo’ en ello. No es un problema ‘antropológico’ como dicen algunos” (Salas, 2022). Afirma el profesor Erik Del Bufalo en una esclarecedora entrevista. La superficialidad, la falta de profundidad en el problema venezolano y mundial, se corresponde de forma atinada con el anterior abordaje del profesor sobre el Nihilismo y Occidente, como tierra de la decadencia.

En sí misma, esta cita descontextualizada puede suponer un ataque a la sensibilidad de todo venezolano, pero indica un trasfondo más problemático y ambiguo, de gran interés académico. La filosofía, así como las disciplinas humanistas desde el siglo XX se han enfrentado con la tarea de comprender sin baremo, conceptualizar sin referente. Precisamente porque “la muerte de Dios” de los filósofos, implica en resumidas cuentas la imposibilidad de “develar” el orden correcto del mundo, la estructura conceptual que permitiría claridad y comprensión sobre lo real. Es en este sentido que para filósofos como Martin Heidegger y Gianni Vattimo, el nihilismo es el destino inexorable de Occidente: en la “huida del Ser”, en la desrealización de todo “mundo verdadero” al decir de Friedrich Nietzsche, o en la secularización expansiva del mundo moderno. El nihilismo está en la vacuidad de toda forma nueva de “fundamentación”, que configura el esfuerzo del sujeto moderno por asir y revolucionar una realidad que se escapa y fragmenta en todo intento de totalización. En palabras de Gianni Vattimo:

Desde el punto de vista (…) de Nietzsche y de Heidegger, la modernidad se puede caracterizar, en efecto, como un fenómeno dominado por la idea de la historia del pensamiento, entendida como una progresiva “iluminación” que se desarrolla sobre la base de un proceso cada vez más pleno de apropiación y reapropiación de los “fundamentos”, los cuales a menudo se conciben como los “orígenes”, de suerte que las revoluciones, teóricas y prácticas, de la historia occidental se presentan y se legitiman por lo común como “recuperaciones”, renacimientos, retomos (Vattimo, 1987, p.10).

La fascinación contemporánea por el progreso de las ciencias y de la técnica, las diversas formas de humanismo que “renacen” en las doctrinas políticas liberales y marxistas, la idea de un progreso de la historia de la “humanidad”, articulan la reapropiación de nuevos “fundamentos” que sustituyen la muerte de Dios. Mitos que reemplazan pero perpetúan una lógica teleológica.

Por tanto, Occidente es el mundo del ocaso no por su ruptura radical con toda forma de tradición, de fuente u origen; sino precisamente porque toda forma de reapropiación de un fundamento encubre una lógica nihilista de trascendencia imposible. Negación de lo que somos en conformidad con los ideales que asumimos. Nietzsche en la historia de un error dirá que “El mundo verdadero no es asequible ni demostrable ni puede ser prometido, pero, por el hecho de que se pueda pensar, constituye un consuelo, una obligación, un imperativo” (Nietzsche, 2000, p.16).

“La fuerza de la tradición vuelve como un ‘fantasma’ que nos recuerda el carácter leve, superfluo, del ser occidental”

Aun así, cuando se piensa en los términos dicotómicos occidente-oriente; mundo del ocaso y mundo del amanecer; ruptura con la tradición y preservación de la tradición; modernidad y pre-modernidad; ¿no se perpetúa en sí una valoración explícita?, ¿no se está reproduciendo en la categorización una vindicación fabular entre el valor de uso por sobre el valor de cambio? La dicotomía prima la autenticidad de toda tradición (perdida), por sobre cualquier expresión contemporánea “desfondada”, inserta ya de antemano en la lógica de transacción indefinida de bienes: una lógica en la que todo valor en-sí (antes fuerte), se vuelve un valor de cambio (débil).

La fuerza de la tradición vuelve como un “fantasma” que nos recuerda el carácter leve, superfluo, del ser occidental. O esa es la fábula que induce la dicotomía modernidad-pre-modernidad; autenticidad-inautenticidad; tradición y pérdida de la misma. La descripción que ofrecen estas categorías de antemano valoran y ponderan en una lógica que tiende a ser conservadora. Cuando se afirma que “en esta subversión puede aparecer la muerte de la muerte, una segunda decadencia, una total: se trata de la desaparición de todo aquello que se había construido por tantos siglos” (Salas, 2022); la llamada “muerte de la muerte” en realidad no tiene que ver con la desaparición de lo valioso en la tradición. Indica la condición inexorable en la que la tradición, y las categorías comprensivas que nos ofrece, vuelven de ultratumba en la forma en que nombramos y categorizamos lo real. Para la filósofa Hannah Arendt el principal reto del mundo contemporáneo es este:

“Las distorsiones destructivas de la tradición provinieron, todas, de hombres que habían experimentado algo nuevo y, casi instantáneamente, procuraron superarlo y reducirlo a algo viejo” (Arendt, 1996, p.37).

El intento de sopesar la condición nihilista del sujeto contemporáneo nos acerca a la peligrosa senda de pensar la actualidad en la tiranía de una “tradición” que supervive, únicamente en las formas fabulares y reducidas en que ciertas narrativas políticas cooptan y caricaturizan “La” tradición. ¿Toda forma de internacionalismo liberal es realmente “nihilista”, o más bien delata un sesgo comprensivo de corte reaccionario, conservador de la pretendida autenticidad étnica, la sustancia diluida de ciertos valores más auténticos que configuran al ser concreto de la comunidad-tradicional1?

La posibilidad de la comprensión no remite a la asunción de valores “más auténticos” que la hagan posible, sean valores universalistas o particularistas. Liberales “nihilistas” o autenticidades del ethos particular premoderno. La comprensión se gesta en la atención crítica de los prejuicios que la fundan, en la revisión destructiva de los conceptos que actúan, performan lo que se concibe y vive como lo “real”. De modo que la crítica a la condición nihilista puede ya estar interceptada por categorías preconcebidas que impidan pensar su condición verdaderamente singular.

En un marco de categorías preconcebidas, la más tosca de las cuales es la casualidad, nunca pueden suceder acontecimientos en el sentido de algo irrevocablemente nuevo; la historia sin acontecimientos se convierte en la monotonía muerta de lo idéntico que se despliega en el tiempo, el eadem sunt omnia semper de Lutero (Arendt, 1953, p.388).

La valoración del mundo contemporáneo como uno eminentemente nihilista parece corresponder con la dificultad de pensar la singularidad y novedad de todo presente. Cuando se considera que la “levedad” trastoca el mundo postmoderno, y por ende, a toda lucha política o social que se gesta dentro de él, parece que el problema está en la resistencia comprensiva a distinguir lo particular y distintivo del acontecimiento que apremia. En su lugar, el juicio discierne desde categorías conceptuales que de antemano vuelven toda expresión contemporánea, una farsa carente de sustancia. Ya Nietzsche describía la historia de la filosofía como un columbario de conceptos en su ensayo Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral (1873).

El reto de comprender sin categorías aseguradas, de enjuiciar sin acceso al universal, es la ardua labor del sujeto contemporáneo expuesto a la difícil tarea de crear nuevas palabras para las cosas. Redefinir, ensanchar las categorías comprensivas que limitan la facultad de todo juicio históricamente conformado. Tal como afirma Arendt (1953) “un ser cuya esencia es comenzar puede albergar en sí suficiente originalidad como para comprender sin categorías preconcebidas y como para juzgar sin ese repertorio de reglas consuetudinarias que es la moralidad” (p.391).

(1)El filósofo Víctor Farías escribe que son “los «etnicismos», las «identidades nacionales», las «minorías»y las «raíces» pretendidamente espirituales con las cuales también la Nouvelle Gauche, se quiere explicar procesos sociales y culturales de modo mitologizante. (…) [según las tesis Nacionalistas] La pretendida igualdad de todos los seres humanos, la tesis fundamental de los internacionalistas, es el fundamento de control y dominio sobre los hombres” (Farías, 2010, p.19); ¿no son las firmas de Alain de Benoist o Aleksandr Duguin huellas de estos retomos mitologizantes, nuevas o no tan nuevas fórmulas de reapropiación de un fundamento?

Referencias:
-Arendt, H. (1953). “Comprensión y Política”, en Ensayos de Comprensión 1930-1054. https://ebiblioteca.org/lecturas/?/v/114935
-Arendt, H. (1996). Entre el pasado y el futuro: ocho ejercicios sobre la reflexión política. https://ebiblioteca.org/lecturas/?/v/131628
-Farías, V. (2010). Heidegger y su herencia: los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico. Editorial Tecnos.
-Nietzsche, F. (2000). El ocaso de los ídolos. http://library.lol/main/3F7017F0F4D6756CE1B831B4883F3AC0
-Salas S. (19-11-2022). Erik Del Bufalo: ‘Venezuela es un caso de privatización radical del Estado’. https://elamerican.com/erik-del-bufalo-venezuela-privatizacion-estado/?lang=es
-Vattimo, G. (1987). El fin de la modernidad: nihilismo y hermenéutica en la cultura postmoderna. Editorial Gedisa.

*La fotografía fue facilitada por el autor, Ernesto Borges, al editor de La Gran Aldea.

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