En 2003, Chávez hizo uno de aquellos amagos de recapacitación y reconoció, por el tiempo que duraba una de sus alocuciones audiovisuales, que Caracas estaba hecha un desastre. Fue, también, por cierto, una de esas periódicas humillaciones que el chavismo le da a Bernal, entonces alcalde de la capital.
En esos días le hice una entrevista al arquitecto y curador William Niño Araque, quien observó que la infame gestión de Freddy Bernal no podía atribuirse solo a su indudable incompetencia, sino que actuaba como lo hacía para “darle estructura a la violencia urbana con el fin de sostener al Gobierno”, puesto que era “uno de los grandes soportes del Presidente, a través de las huestes de vándalos que controla”.
-Caracas -decía William Niño, de cuyo fallecimiento se cumplirán diez años el próximo diciembre- está indefensa y todos sus agresores impunes. Para colmo, se libra en ella un enfrentamiento entre los alcaldes que conviven en su área, incluido un alcalde mayor, que es de la oposición y no entiende la ciudad, porque Alfredo Peña nunca ha querido a Caracas y está muy lejos de entenderla. [… ] La lucha canalla entre Peña y Bernal agotó a la ciudad y no le dejó ningún proyecto. Con estos dos alcaldes Caracas salió perdiendo, mientras los urbanistas y planificadores han optado por el silencio, y los medios de comunicación han contribuido con todo esto porque no han entendido que la discusión acerca de la ciudad es política y es económica; y la han dejado sola, librada a los pésimos alcaldes y a los pésimos gobernantes.
“Venezuela necesita ayuda para combatir el Covid-19. Ayuda internacional, porque Venezuela necesita defenderse del virus”
En aquel momento, hace ahora 17 años, nadie acusó a William Niño de ponerse de parte del chavismo por señalar que “la lucha canalla” de las autoridades locales de Caracas perjudicaba a Caracas, al anteponer la rivalidad política sobre el deber de trabajar por la ciudad. Desde luego, en aquella época el país no registraba los actuales grados de destrucción ni la sociedad había sido sucesivamente frustrada por los amagos de diálogo que el régimen usaría luego para ganar tiempo y para desacreditar a la oposición. No hay duda de que las nociones de diálogo y de acuerdo pasaron de tener una valoración positiva, o neutra, para convertirse en sinónimo de conciliábulo y de manipulación de un régimen sin escrúpulos ni clemencia.
Hecho Nº1) Pasaron casi 20 años de aquel día en que Chávez le echó en cara a Bernal su ineptitud y una pandemia se extendió por todo el mundo. Empezó en China, se afincó en Europa, con especial saña en el Mediterráneo, y llegó a América Latina. Puede decirse que está en todo el mundo, como también puede afirmarse que pocos países son tan vulnerables ante el virus como Venezuela; y es así porque aquella capacidad que Chávez señalaba en su seguidor, Freddy Bernal, para degradar Caracas, la tuvo él para destrozar el país y, muy especialmente, su sistema sanitario.
Hecho Nº2) Lo sabemos nosotros, lo sabe el mundo, lo han corroborado diversos organismos internacionales: Venezuela necesita ayuda para combatir el Covid-19. Ayuda internacional, porque Venezuela necesita defenderse del virus y de la dictadura de Nicolás Maduro, que ha aprovechado la llegada de la pandemia para hacer lo que ha hecho siempre, pero con mayor énfasis y sin encontrar resistencias, puesto que la población se ha desmovilizado y se ha sumado sin chistar a la cuarentena, gracias, principalmente, a su comprensión de que no cuenta con una estructura sanitaria que la apoye. Insisto, el pueblo venezolano está peor que solo ante el coronavirus: Debe lidiar con este y con un enemigo peor, cual es la tiranía de Nicolás Maduro.
Ante esa certeza, venezolanos de diversos sectores han planteado que, dado que ni la dictadura ni la Asamblea Nacional están en capacidad de recibir y canalizar la necesaria ayuda extranjera por separado, que se proceda, entonces, a una tregua para que, bandera blanca en mano, se reciban los recursos y, con auxilio de observadores y contralores internacionales, se distribuya entre los más necesitados.
Hecho Nº3) En 2019, el Índice de Seguridad Sanitaria Global clasificó a Venezuela entre los países menos preparados para responder a una pandemia. No habían terminado de decirlo cuando cayó el flagelo y nos encontró en el descampado. Peor, insisto. Nos encontró en manos de un secuestrador, que ha demostrado no inmutarse ante los horrores que se han cernido sobre la vida venezolana hasta expulsar más de cinco millones de personas.
Lo que no es
No es acuerdo. Este instrumento de alivio ante una situación desesperada, puesto que ya antes del coronavirus, teníamos en el país una Emergencia Humanitaria Compleja, ha sido desestimado confundiéndolo con un “acuerdo” con Maduro. En realidad, es lo contrario. Lo que se propone, sobre todo a esa parte de la hegemonía tiránica que entiende que esta coyuntura podría afectarlo gravemente, es que se permita la configuración de un esquema técnico que abra el campo para el ingreso de la ayuda, en la actualidad cancelada por la negativa del chavismo de dejarla entrar.
Nadie quiere poner reales en manos de ladrones. Nadie, absolutamente nadie que tenga alguna seriedad y credibilidad ha sugerido que se ponga dinero en las manos de Maduro. Eso es inconcebible. En cualquier caso, si llegara a fluir la cooperación, cada centavo debe ser sometido a contraloría, escrutinio indispensable que dejaría al voraz chavismo fuera de la operación. Al chavismo, a sus cómplices y a sus aliados disfrazados de mesita y de ex chavistas… en fin, ya conocemos el variopinto elenco.
“En 2019, el Índice de Seguridad Sanitaria Global clasificó a Venezuela entre los países menos preparados para responder a una pandemia”
Dicen, con toda razón, que el chavismo no distingue entre dineros del Estado y dineros rumbo a sus bolsillos. Muy cierto. Quién se atrevería a negar esto. Conocidas son las fabulosas sumas desaparecidas por prestidigitación de la corrupción. Damos por hecho que los organismos internacionales no soltarán un cobre sin asegurarse muy bien de cómo van a ser empleados; y, sobre todo, que no les pasarán cerca a quienes tengan un cartel de “Se busca”. Digo, me parece lo mínimo. Doy por hecho que esas instituciones tienen sus protocolos para asegurar la transparencia, mucho más a la luz del llamado “escenario somalí”, como se conoce a la situación donde los caciques que desguazan un país a dentelladas, después se reparten la ayuda internacional.
Tampoco sería “sentarse”. Se ha querido despachar la propuesta de tregua diciendo que equivaldría a “sentarse con Maduro, al estilo Claudio Fermín”. Bueno, también es lo contrario. Ya Maduro y su comparsa han estado largamente sentados ante el mortífero avance del paludismo, la malaria, la tuberculosis, el VIH, el sarampión y la difteria, entre otros. En la actual circunstancia, muchos le están exigiendo al régimen que no siga sentado, impertérrito ante el sufrimiento de los venezolanos o sacándole provecho a la coyuntura para apretar más los controles y persistir en el destrozo de la economía. Mucho menos, con individuos sin representatividad ni relevancia ninguna. Se trata de hacerle frente al virus; y para eso se necesitan fondos, insumos y capacidades con los que Venezuela no cuenta. Maduro y su camarilla son el principal obstáculo que acceder a la imprescindible ayuda: Ni se las darán ni la dejarán entrar si la Asamblea Nacional la consigue.
Con la reciente declaratoria del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, el cerco internacional se contrae más alrededor de Maduro y su grupo. Algo hay que hacer para que no se cierre también alrededor del pueblo de Venezuela, sometido a una severa falta de alimentos, medicinas, combustible y servicios públicos; a lo que se suma la discrecionalidad de ciertos militares y gobernantes regionales, que se han sacado de la manga reglas para sacar provecho de la emergencia y de la precariedad, y han montado negocios de salvoconductos para la circulación y con la asignación de cuotas de combustible, que venden a precio de oro.
Neutralidad cero. No falta quien hable de que “no se puede hacer acuerdos con sátrapas”. Una obviedad a la que nos sumamos a gritos. Pero resulta que si Maduro no fuera un sátrapa, un irresponsable que lanzó la infraestructurasanitaria, vial, eléctrica, industrial, educativa… en fin, todas, al molinillo, no habría que llamarlo a una tregua, porque no le habría declarado la guerra al país, como es el caso. Si Maduro, -como su partido, sus ministros, su ANC, su mesita y sus candidatos presidenciales de anime-, tuviera algún respeto por la vida ajena, no sería necesario pedirle taima para salvar vidas.
Les quieren quitar las sanciones. Si la idea de suspender las sanciones para el país (no para los corruptos, que solo estos mismos han suplicado) ya era peregrina, ahora es impensable. Está claro que el desastre estaba cernido antes de las sanciones; y ahora que el país está señalado de auspiciar el terrorismo, no se levantarán mientras no haya una transición a la democracia y la legalidad.
No basta rezar. No es cierto que, tras los anuncios del Departamento de Justicia de EE.UU., no cabe exigir una Comisión de la Piedad para Venezuela. Al contrario. Ahora es más urgente que nunca. Este jueves 26 de marzo, Naciones Unidas divulgó un acuerdo suscrito por más de 60 expertos y relatores de ese organismo donde se establece que: “Todas las personas, sin excepción, tienen el derecho a cuidados que les salven la vida y esta responsabilidad recae en los Gobiernos. La escasez de recursos o el uso modelos de seguro médico público o privado no debe justificar la discriminación contra ciertos grupos de pacientes”. Muy bien, en Venezuela eso solo será posible si la comunidad internacional hace bueno ese fallo de la ONU. Más aún, los relatores advirtieron que “los avances de las ciencias biomédicas son muy importantes para que se alcance el derecho a la salud, pero igualmente importantes son todos los derechos humanos”. En un país donde los Derechos Humanos son violados de manera sistemática y sin disimulo, cómo se va a aplicar ese mandato sin un avenimiento de las fuerzas políticas. Si no lo hacen por sensatez y decencia, que sea por la mera supervivencia. Biológica y política.