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02 diciembre 2024

Los amigos turcos

El canciller de Turquía sobre Venezuela: “El Gobierno y la oposición están cerca de un acuerdo, y estamos felices por eso”. A lo interno de la oposición vienen las fricciones, la exposición abierta de las divisiones que siempre han existido, mientas corren los tiempos para cumplir con el cronograma electoral de unas parlamentarias amañadas. El dilema ya no es votar o no. La hendidura es más profunda y la capacidad de reacción luce menor. Mientras Maduro, con sus propios métodos y la ayuda de sus amigos turcos, dejará escrita en sangre y desesperanza su guía fácil y rápida para quienes quieren sostenerse eternamente en el poder.

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Redacción LGA | 02 septiembre 2020

A propósito del revuelo generado por el paso por Venezuela del ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlüt Çavusoglu, quien se ocupó diligentemente de decir que se reunió con dirigentes opositores y que, gracias a ese diálogo, Nicolás Maduro había “aceptado todas las condiciones que un sector de oposición planteó para participar en las elecciones parlamentarias”, bien vale la pena darle una mirada a la gestión que los turcos han tenido en los últimos años como aliados estratégicos del chavismo.

I

El régimen de Recep Tayyip Erdoğan le ha dado la mano al de Nicolás Maduro en estos últimos años. Le ha servido de aliado y de plataforma para oxigenarlo, y de punto de cruce para que opere la amplia red de corrupción que le da soporte.

El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos determinó en sus investigaciones que en 2018 el gobierno de Maduro inició la práctica de usar oro para “pagar algunos contratos, incluidos los contratos de alimentos de los CLAP”. Fue precisamente ese nuevo esquema alterno, desarrollado ante el desplome de los ingresos petroleros, lo que dio cabida a muchas de sus alianzas estratégicas y comerciales como la del empresario colombiano Alex Saab.

Lo cierto es que Saab comenzó a trabajar con Simón Alejandro Zerpa Delgado, actual ministro de Finanzas de Maduro, y con Tareck El Aissami, su actual vicepresidente del Área Económica, en la preparación de canales para que el oro extraído en Venezuela se convirtiera en divisas pasando, entre otros, por socios como Turquía.

Según el Departamento del Tesoro, Saab usó el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (Bandes) para la compra de oro a mineras locales. “Luego, el oro se enviaba a destinos como los Emiratos Árabes Unidos y Turquía. Las entidades turcas compraban oro al Gobierno de Venezuela y depositaban el dinero en cuentas en Turquía, que, a su vez, transfería los fondos a una cuenta que mantenía el Banco Central de Venezuela en Turquía”.

En esta red destaca Mulberry Proje Yatirim Anonim Sirketi, una empresa de Saab registrada en Turquía, involucrada en “prácticas engañosas o corrupción y al Gobierno de Venezuela o proyectos o programas administrados por el Gobierno de Venezuela”. De hecho, hizo parte de los pagos asociados a la red de corrupción de Saab para la venta de oro en Turquía.

Y es que el oro se ha convertido en un salvavidas para muchas operaciones del régimen, por lo que El Aissami ha hecho incontables viajes a Turquía.

II

“¿Ustedes vieron lo que pasó en Turquía? Erdoğan se va a quedar como un niño de pecho para lo que va a hacer la Revolución Bolivariana si la derecha pasa la frontera del golpismo otra vez. Y no lo digo por decirlo: Estoy preparado para hacerlo y me sabe a casabe lo que diga la OEA y lo que diga el imperialismo norteamericano. ¡Me sabe a casabe lo que diga el imperialismo! ¡Atrévanse!”.

Estas palabras de Nicolás Maduro retumbaron con furia en agosto de 2016. Era su grito de guerra contra el intento opositor de impulsar un referendo revocatorio antes de 2017; pero no un grito cualquiera, de los muchos que han lanzado en sus arengas desde 2013, sino de los que más claramente asoma el talante de su régimen, que terminó por aflorar ante el mundo entero con la imposición ilegítima de un segundo período presidencial en enero de 2019.

“Erdoğan se va a quedar como un niño de pecho” prometía un iracundo Maduro aludiendo a la respuesta de su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan, frente a un intento de golpe de Estado en su contra en julio de 2016, que desató una purga que aún hoy sacude a Turquía. Más de 50.000 detenidos es parte del saldo de esta acción que incluye persecución y hostigamiento de todo aquel del que se sospeche, por lo que unos 120.000 funcionarios públicos, incluyendo militares, fueron removidos de sus cargos; sin olvidar que más de 300.000 libros fueron quemados, tras las prohibiciones de ciertas lecturas en el país, y fueron destruidos para su reemplazo por casi 2 millones de libros escolares, entre otras restricciones. Además, se dio paso a un dilatado Estado de Excepción para amparar todas las acciones del régimen y finalmente se abrió paso a una Ley Antiterrorista que sirve de paraguas para silenciar al país.

Maduro ha hecho lo propio llenándose de presos políticos, cerrando el paso a la libertad de expresión y a otros tantos derechos ciudadanos mientras impone un férreo control social, lo que ha forzado un éxodo masivo de venezolanos. A lo que se suma el descaro de los “indultos” recientemente emitidos a más de un centenar de rehenes políticos y de ciudadanos que han elevado su voz crítica contra su régimen a cambio de su juego electoral.

III

En pocas palabras, y sin entrar en más detalles, el régimen de Turquía ha sido ejemplo a seguir, aliado estratégico y socio en múltiples negocios para el régimen venezolano, y ahora, además, se convierte en puente entre sectores de la oposición venezolana y del chavismo para alcanzar acuerdos políticos que si bien pueden implicar algún rédito para los opositores, parecen venir a lavarle la cara al régimen de Maduro y a darle “el piso democrático” que aspira para seguir adelante en el desmantelamiento institucional de Venezuela.

Es obvio que los aliados de Maduro necesitan garantizar su permanencia en el poder para seguir profundizando acuerdos y oportunidades de negocio con un país depauperado, aislado y que, en parte por esto y en buena medida por convicción política, acepta cualquier pacto de ocasión que consolide la máxima de “por ahora y para siempre” que propugnaba Hugo Chávez.

Quizá esto estimule el rol de mediación recién desempañado en el marco de las elecciones parlamentarias donde también intenta hacerle el juego a otras naciones que han pedido “condiciones electorales” para reconocer este proceso. Según el canciller Mevlüt Çavusoglu, “el Gobierno y la oposición están cerca de un acuerdo, y estamos felices por eso (…) La asistencia de observadores externos es una de las condiciones (de la oposición) y estas condiciones han sido aceptadas por el gobierno de Maduro”.

A lo interno de la oposición vienen las fricciones, la exposición abierta de las divisiones que siempre han existido, mientas corren los tiempos para cumplir con el cronograma electoral de unas parlamentarias amañadas y ahora, según parece, reflotadas por las buenas intenciones de la mediación internacional y el compromiso de participar de algunos sectores de la oposición. El dilema ya no es participar o no, votar o no. La hendidura es más profunda y la capacidad de reacción luce menor.

Al final, según parece, en efecto “Erdoğan se va a quedar como un niño de pecho” y Maduro, con sus propios métodos y la ayuda de sus amigos turcos, dejará escrita en sangre y desesperanza su guía fácil y rápida para quienes quieren sostenerse eternamente en el poder.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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