El ex alcalde de Nueva York compareció ante los micrófonos, el jueves 19 de este mes de noviembre, con la idea de reforzar el discurso según el cual Donald Trump no perdió la reelección en los votos sino en el fraude que le habría hecho la oposición. No importaba que hubiera acudido sin una sola prueba que sustentara esa tesis, lo importante era insistir en su denuncia, quizá abonando el terreno para que Trump vuelva a presentarse a la justa dentro de cuatro años.
El propio mandatario saliente le había hecho cartel al anunciar, en su siempre polémica cuenta de Twitter, que sus abogados, entre quienes se cuenta con rol prominente, Rudy Giuliani, divulgarían “un camino muy claro y viable a la victoria”. Pero en vez de estremecer a la nación, como seguramente se proponía, lo que hizo fue divertirla y abochornarla por un accidente cosmético que le dibujó dos ríos de tinte que saliendo de su pelo le recorría las mejillas.
En la misma conferencia de prensa, Giuliani acusó a los medios de haber hecho una “cobertura deshonesta”. Quizá como revancha, el New York Times se desternilló observando que Giuliani “parecía que estaba comenzando a derretirse” y publicó una nota de tono zumbón donde consultó varios peluqueros de Manhattan para que dijeran si el fluido negro era tinte o algún otro potingue. Por cierto, hubo consenso en que lo que le manaba del pelo de Giuliani no era teñidura sino rímel o algún pringue de tapar canas de los que se usan en emergencias.
Abogado de Trump y representante de un bolichico
Por su parte, la prensa venezolana destacó que los lentes que Giuliani tenía ese día son marca Hawkers, firma del venezolano Alejandro Betancourt (bolichico), uno de los socios de Derwick, la empresa sin trayectoria en el sector energético que vendió al gobierno de Chávez equipos con sobreprecio durante la emergencia eléctrica de 2010.
La periodista Ligia Perdomo, del portal EsPaja.com, escribió que el bolichico Betancourt recibió a Giuliani en el castillo que se compró en España, en 2012, por 23 millones de euros para conversar acerca de la posibilidad de que el abogado norteamericano integrara su equipo legal. “Hubo medios de comunicación que incluso aseguran que Giuliani fue contratado por Betancourt”, estableció Perdomo.
Por las tres razones mencionadas, (1. Hacer una denuncia muy grave sin una sola prueba; 2. Tildar de deshonesta a la prensa mientras él exhibe una apariencia de falsedad; y 3. Lucir unos lentes que podría haberle regalado su representado, el bolichico de Derwick Associates, empresa que buena parte del país responsabiliza de haber destruido, en complicidad con Chávez, la prestación eléctrica de Venezuela y habernos sumido en cotidiana oscurana), la rueda de prensa del abogado de Trump ha sido analizada en Venezuela con bastante interés.
“Un aferrarse a los despojos”
–Giuliani -explica el periodista Mario Aranaga, asesor de imagen y dueño de su propia firma de consultoría- tuvo un accidente desafortunado, una rueda de prensa con esos altísimos grados de tensión con un tinte recién hecho o una pintura de retoque, quizá en un salón poco ventilado y abarrotado de gente. No previó que semejante desastre podría ocurrir, lo que indica cierta improvisación en su conducta y el resultado fue ese episodio tan fuera de tono, por decirlo de alguna manera, con el agravante de que arrojó una luz de derrumbe, de ruina en relación al mensaje que estaba transmitiendo.
-¿Cree usted que Giuliani se pintó el pelo por su voluntad o porque un asesor de imagen se lo recomendó?
-Lo de pintarse el pelo es una decisión personal -dice Aranaga, quien se ha desempeñado como director de la revista Estampas, del diario El Universal-. En los hombres, las canas se pueden leer no solo como un signo de vejez sino como de debilidad; de falta de virilidad, incluso. En un personaje como este, es inaceptable que se pinte o se retoque el pelo y no tome las previsiones de lo que podría ocurrir, dada su actividad y altísima exposición a la prensa. Estamos ante un caso de ego traicionado, Giuliani quiere tener oscuro el poco pelo que le queda. Ahí comenzaron los errores.
-¿Hay una especie de tabú con el tinte de cabello en los hombres?
-No creo que sea tabú. El punto es que el pelo teñido en hombres siempre se nota, salvo quizá en los más rubios. Por eso es mal visto desde la perspectiva estética, porque se nota, siempre se nota. Los personajes públicos que uno ve con el pelo pintado, de una manera evidente, no son los más consecuentes con la imagen y, de hecho, lucen fuera de foco, sin sentido común, empeñados en aparentar lo que no son. Debe haber hombres públicos que acuden al tinte, pero no nos damos cuenta. Esto es porque se ponen en mano de profesionales, porque escogen un tono, digamos, cónsono con su tono de piel, con la calidad del cabello y con la edad que van teniendo. En el caso de Giuliani, un hombre con poco pelo y pintado, bueno, eso es nefasto.
-No ha faltado quien relacione el deslave capilar de Giuliani con la última escena de Muerte en Venecia (Luchino Visconti, Italia, 1971) cuando el personaje del adulto contempla al adolescente de quien se ha enamorado entrando en la playa mientras él ingresa en la muerte. ¿Encuentra usted una relación entre ambas imágenes?
-Aparte de lo evidente, es una comparación poco válida, a mi juicio. Muerte en Venecia es una película extraordinaria, con un tema muy especial, lleno de matices y de sensibilidad. Nada que ver ese señor, el compositor, que desde la playa contempla al adolescente Tadzio con lo que presenciamos en la rueda de prensa de Giuliani. Ni punto de comparación.
-Pero, ¿no cree que la imagen de Giuliani, con esa especie de agua de coleto chorreando de su cabeza es una metáfora de su decadencia?, finalmente, su prestigio se fue por el escurridero, lo mismo que su tinte.
-Sí, pero una cosa es la decadencia de una etapa política de un hombre público cuya imagen se desvanece, se derrite, a la vista de una audiencia nacional; y otra es la agonía de un hombre enamorado que quiso lucir más joven para ser visto por un único espectador, ese muchacho al que ama y al que observará, lejano e inalcanzable mientras se está muriendo. En el caso de Giuliani, vemos un aferrarse a los despojos, una incapacidad para mirarse a sí mismo y a la realidad circundante como son y, por tanto, sigue insistiendo en algo que ya no va a ser. Así como Giuliani no acepta que el poco pelo que le resta está blanco, así como renuncia a la dignidad personal, también lo hace en el plano político. En ese sentido, sí, estoy de acuerdo, el prestigio de Giuliani se fue por el mismo escurridero por donde corrió la pintura de sus tres pelos.