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20 abril 2024

El Béisbol en Venezuela: El fin del puro criollismo

En 1950 el “puro criollismo” se fue para no volver, salvo algunos guiños que la historia ha permitido para recordar aquellas gestas de los atrevidos Royal y Cervecería. En uno de esos juegos de “puro criollos” ocurrió el primer “no hit no run” de un pícher venezolano en la LVBP, cuando el 7 de enero de 1973 Urbano Lugo padre sometió tres por cero a los Tiburones de La Guaira con diez abanicados, y el muchacho de veinte años, Baudilio Díaz, en la receptoría.

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Félix Seijas Rodríguez | 12 febrero 2021

Aquellos años de un Cervecería Caracas conformado por puro jugadores criollos vio su fin en 1950. Quizás hoy no suene como algo importante, pero en su momento estremeció el béisbol local. Para entender el hecho en su justa dimensión, vamos a recorrer un poco por la historia.

Viajemos a la Caracas de 1918, cuando el recién fundado Magallanes iniciaba actividades en Catia y en el barrio Sarría nacía un equipo bautizado como el “Royal”. En noviembre de ese año, la pandemia conocida como la Gripe Española empezó a causar estragos y paralizó el país. Se dice que la mitad de los jugadores de la recién nacida divisa Royal fallecieron debido a la enfermedad y, como consecuencia, el equipo desapareció. Cuatro años más tarde la iniciativa recobró la vida y el nombre Royal se volvió a ver en el campo de juego por los lados de Sarría.

Luego de atravesar un período de tres años de maduración, el Royal logró alcanzar un nivel que le permitió codearse con los equipos de primera línea del país, como el Santa Marta, que dominaba la escena peloteril en la capital. En 1927, la recién creada Asociación Nacional de Béisbol organizó la primera Serie Nacional o torneo de primera división. Los equipos que tomaron parte en la justa fueron el Santa Marta (La Guaira), el Maracay (Aragua, equipo de los hijos de Juan Vicente Gómez), el “29 de julio militar club”, y el Royal de Caracas, que para el momento introdujo una particularidad a su imagen: la conformación de una plantilla integrada en su totalidad por jugadores venezolanos.

Desde muy temprano, cuando el béisbol comenzó a organizarse y a convertirse en negocio con el cobro de entradas a los juegos, los equipos contrataban players extranjeros que añadían atractivo al espectáculo y nutrían el desarrollo de la pelota local. Para aquel entonces, así como lo sigue siendo hoy, los jugadores extranjeros eran piezas que fortalecían a las novenas y aumentaban el nivel de competitividad. De ahí que la idea de un equipo de primer nivel que empleara solo jugadores nativos era sin duda atrevida, y el Royal asumió el concepto con orgullo. Es así como ya en 1928 al equipo se le conocía como el Royal Criollos, nombre que tiempo después empezaron a lucir en el uniforme.

El Royal Criollos desaparece en 1935, cuando aún era el campeón reinante de la séptima temporada de la Primera División. La divisa sucumbió a raíz del revuelo que la muerte de Gómez produjo en el país y del impacto que esto causó en el negocio del béisbol. Con el Royal desapareció también el puro criollismo. O más bien debemos decir que pasó a un estado de hibernación durante siete años hasta que en 1942 Jesús Corao, uno de los integrantes como jugador de aquella experiencia “royona”, retomó la idea ahora como dirigente y promotor deportivo.

En 1941, Corao le propuso al accionista de Cervecería Caracas, Martín Tovar Lange, contratar jugadores de los recién coronados “Héroes del ‘41” para transformar el equipo Princesa, con sede en Maiquetía, en un equipo de primera división. Corao pone también sobre la mesa la idea de rescatar la fórmula del puro criollismo del Royal, como una manera de aprovechar la euforia que existía por el mundial conquistado en Cuba; el renacimiento del Magallanes, que había desaparecido en 1933; y la nostalgia que en la capital existía por la rivalidad “eterna” que entre 1928 y 1933 se había gestado entre los turcos y el equipo de Sarría. Podemos imaginar que el mismo Jesús lideraba el club de los nostálgicos.

“Uno puede imaginar el impacto que para jugadores y fanáticos de la época significó la alineación de importados en el cuadro del Caracas. Sin duda, los cimientos de la identidad caraquista fueron estremecidos”

Así nace el Cervecería Caracas, con una plantilla de nativos que se convirtió en su sello y orgullo. Bajo esta fórmula el conjunto capitalino conquistó dos campeonatos y un subcampeonato en los tres años que participó en la Primera División, el subcampeonato en los dos primeros años de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP), y la corona en los dos subsiguientes. La tropa de puro criollos lució su esquema de manera exitosa incluso fuera del país, con victorias en la serie disputada en Trinidad contra el “All Star Army” de los Estados Unidos en 1943, en la serie en Panamá contra seis equipos del istmo en 1944, y la primera Serie del Caribe de 1949 en Cuba, donde obtuvo el subcampeonato.

El quinto torneo de la LVBP (1949-1950) arrancó con un Cervecería arrollador. Al poco tiempo de haber empezado la temporada, el Caracas hilvanó una seguidilla de catorce victorias que alejó a los fanáticos del estadio; tal superioridad por parte de una divisa no era saludable para el espectáculo. Así que la Liga tomó cartas en el asunto y adoptó una medida que produjo un impacto apreciable: Ampliar el cupo permitido de importados por equipo. El Magallanes, que supo aprovechar la nueva medida, apretó el acelerador -lo que hace recordar que ese año de 1950 se corrió el primer campeonato de la Formula 1, que no tiene nada que ver con el béisbol, pero me gustan los grandes premios- y logró dar alcance al conjunto lupuloso para hacerse con la corona.

La medida adoptada por la Liga tuvo consecuencias importantes para la organización del Cervecería Caracas. El dueño del equipo, Martín Tovar Lange, inició una serie de gestiones ante los representantes de las otras tres divisas de la Liga para salvar la fórmula del puro criollismo. La idea de Tovar era negociar el pase de algunos jugadores nativos al Caracas, o que el cupo de importados se redujese. Los equipos no accedieron a lo primero, y la Liga se negó a lo segundo. Los días del puro criollismo estaban contados.

José Antonio Casanova, mánager-jugador de 26 años de edad, y la octava figura del selecto club de los héroes del ‘41.

La temporada 1950-1951 arranca en octubre y el equipo lupuloso muestra una clara debilidad ante sus competidores. Para complicar las cosas aún más, el “Chico” Carrasquel, que ya estaba consolidado en las Grandes Ligas, no se integraría al equipo desde el inicio y su sustituto, el novato Carlos “Pantaleón” Espinoza, quedó fuera de acción por un pelotazo. También, el “Patón” Carrasquel se resintió de una antigua lesión que lo apartó de la lomita por una parte de la temporada.

Transcurren las semanas y llega el 13 de noviembre de 1950. A las 9:00 de la mañana de ese día, Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Gobierno, es secuestrado cuando se dirigía de su residencia en el Country Club hacia el Palacio de Miraflores. El mandatario es trasladado a la Quinta Maritza en la Urbanización Las Mercedes donde es asesinado. El cabecilla de la afrenta, Rafael Simón Urbina, se refugia en la Embajada de Nicaragua, pero los diplomáticos lo convencen de entregarse para ser atendido de una herida de bala que por accidente le había propinado un compañero durante el secuestro. Pocas horas después Urbina era entregado a una comisión de la Seguridad Nacional. Esa misma noche, en una supuesta aplicación de la Ley de Fuga, Rafael Simón Urbina fue ultimado con disparos en la espalda. Ante estos hechos, los otros dos integrantes de la Junta Militar, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, deciden nombrar al abogado Germán Suárez Flamerich como presidente de la ahora Junta de Gobierno. Esto despertó esperanzas en la población que quería que el país retomara la senda democrática, lo que sabemos no sucedió sino hasta poco más de siete años después, en enero de 1958.

Por su parte, la temporada de béisbol avanzaba y la situación para el Cervecería es cada vez más clara. Al jerarca de los lupulosos no le quedó otro remedio que acabar con el rasgo que había acompañado al equipo desde su origen; de lo contrario, debía resignarse a ceder posición ante sus rivales y quedar rezagado de manera progresiva en el fondo de la tabla. La nómina del Caracas era costosa, varios jugadores clave pasaban de los treinta años -el “Patón” Carrasquel tenía ya treinta y seis- y, lo más importante, la divisa no podía darse el lujo de perder el protagonismo en una Liga que empezaba a enfrentar problemas para llenar el estadio y mantener las cuentas en positivo. Claro, así se hubiesen vaciado las tribunas sabemos que alguien iba a estar ahí: “Chivita” Lezama, que para el momento contaba con treinta y dos años y seis sin perderse, cornetica en mano, un juego en el coso de San Agustín. Esta semana, el 9 de febrero, el “Chivita” cumplió 102 años.

La decisión tuvo que ser dolorosa para Martín Tovar Lange. El 15 de diciembre de 1950 el propietario del club anunció el fin del “puro criollismo”. Catorce días después, el 29 de diciembre, el mánager del Cervecería, José Antonio Casanova, entregó a los umpires la alineación del Caracas con dos jugadores importados en ella: Charles Fusselman -debutó con los Cardenales de San Luis en 1952- en la receptoría; y Maurice “Mo” Mozzali en la primera base. Ambos jugadores habían llegado al país el día anterior. Y cuatro días antes, en Caripito estado Monagas, había llegado al mundo un bebé que dejaría su huella tanto en nuestra pelota como en las Grandes Ligas: Jesús Marcano Trillo. Más tarde, durante el transcurso de la temporada, llegaron del norte otros refuerzos para el Caracas: Los píchers Roy Parker, Ernie Shore y Earl Mossor, además del infielder Roy Dueñas y el jardinero Wilmer Fields.

Uno puede imaginar el impacto que para jugadores y fanáticos de la época significó la alineación de importados en el cuadro del Caracas. Sin duda, los cimientos de la identidad caraquista fueron estremecidos. Aunque el equipo aumentó su nivel de competitividad, el movimiento llegó tarde y la jugada no alcanzó para conquistar el cetro esa temporada. El Magallanes terminó ganando el torneo con siete y medio juegos de ventaja sobre el Cervecería, que llegó segundo igualado con el Vargas.

Lo cierto es que en 1950 el “puro criollismo” se fue para no volver, salvo algunos guiños que la historia ha permitido para recordar aquellas gestas de los atrevidos Royal y Cervecería, como por ejemplo los dos juegos consecutivos (11 y 12 de noviembre de 2014) en los que “Buddy” Bailey, al frente de los Tiburones, dejó sentada a toda la plantilla de importados luego de que el equipo registrara una seguidilla de once derrotas; o la temporada 1972-1973, cuando la LVBP decidió realizar, como parte de los encuentros válidos del torneo, diez juegos obligatorios por equipo en los que se empleaban solo jugadores venezolanos, en lo posible novatos, situación que permitió, por ejemplo, ver debutar en la lomita al muchacho de dieciséis años Manuel Sarmiento -¿quién sabe?, quizás “Manny” lanzó su primer juego profesional antes de echarse la primera rasurada de barba-, quien cuatro años y medio después se uniría al Rey David en la gran maquinaria roja de Cincinnati, y que con el tiempo se convertiría en una de las piezas legendarias de los Turcos. En uno de esos juegos de “puro criollos” ocurrió también el primer “no hit no run” de un pícher venezolano en la LVBP, cuando el 7 de enero de 1973 Urbano Lugo padre sometió tres por cero a los Tiburones de La Guaira con diez abanicados, y el muchacho de veinte años, Baudilio Díaz, en la receptoría. Puede que ese hecho haya llevado a los escualos a temerle al apellido Lugo. Menos mal que aún no se enteraban de que el hombre tenía un hijo…

La crisis financiera de los equipos de la Liga continuaría su curso después de la temporada 50-51, y pronto otros acontecimientos serían noticia en el mundo del béisbol venezolano. Por ahí nos pasearemos en las próximas entregas.

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