A Anto
Termina el mes que la comunidad LGBTQ+ dedica a llamar la atención sobre la igualdad, inclusión, respeto y tolerancia. Lo definen como “Mes del orgullo LGBTQ+” y en buena parte del mundo se desarrollan actividades que hacen visibles los reclamos que hace un grupo de personas que por años ha sufrido discriminación, burlas, persecución, incomprensión, desprecio, al punto de tener que ocultarse, llevar vidas paralelas, fingir ser quienes no son, escondiendo su sexualidad como si fuese un delito.
Existen todo tipo de epítetos para referirse a esas personas: Maricas; maricones; mariposones; patos; locas; afeminados; afectados; pargos; cachaperas; tortilleras; machorras; camioneras; marimachos; desviados; pervertidos; invertidos; depravados; degenerados, y un vergonzoso etcétera. Basta con alzar la bandera con los colores del arcoíris, para que surjan estas expresiones, indiscutiblemente homofóbicas, aunque no les guste asumirlo. Cuando leo esas cosas en las redes o escucho a alguien hablar en esos términos, siento pena. Me da pena que tengan que soportar ese maltrato, pero me da más pena por quienes siguen sin entender que la orientación sexual o identidad de género no debe ser causa para denigrar a ningún ser humano, que ser gay, lesbiana o transgénero, no es un delito ni una aberración, tampoco son demoníacos o parte de una conspiración satánica para acabar con el mundo.
Defiendo la bandera del Orgullo, porque tengo familiares, amigos y amigas homosexuales y una transgénero, a quienes respeto y quiero mucho. Desde hace tiempo me enseñaron, con sus conductas, valores y calidad humana y profesional, la necesidad de acompañar su causa por la igualdad de derechos.
No siempre entendí de qué se trataba eso de “El orgullo LGBTQ+”, hasta que comprobé que siguen siendo discriminados, ofendidos, perseguidos, que aún pueden ser despedidos o no contratados por ser gays, lesbianas o transgénero, que siguen siendo blanco de burlas y acoso. Algunos de ellos, cuando asumieron su sexualidad, siendo muy jóvenes, sufrieron mucho, fueron rechazados por miembros de sus familias, despreciados por amigos, objeto de bullying. Uno de ellos se fue muy joven a vivir a un país de Europa donde podía ser un hombre gay, libremente; otra amiga lesbiana hizo lo mismo, y nunca más regresó. Historias dolorosas que he tenido muy cerca, por las que nadie tiene que pasar.
Me pongo en los zapatos de una madre o un padre que tiene un hijo o una hija que está en el proceso de aceptación de su sexualidad, y que tienen que leer que ser homosexual o trans es como ser un delincuente. Hace unos días, escuché a una pareja radial aquí en Miami, decir que ellos aceptaban a los gays y las lesbianas, pero no a los transgénero, porque estos eran cosas perversas y diabólicas. Pensé en que eso podía estarlo oyendo un joven que está una transición y cómo puede sentirse.
Escribí tres artículos en Prodavinci en los cuales abordé el tema de la homosexualidad en las Grandes Ligas, destacando los ejemplos de los ex jugadores Glenn Burke (fallecido) y Billy Bean, y los umpires Dave Pallone y Dale Scott. Cada texto fue recibido por algunos lectores con el desprecio que caracteriza a la homofobia. Citaré algunas de las expresiones recibidas, sin sus autores, porque mi idea no es exponer sus nombres sino llamar la atención sobre sus opiniones, que sólo me motivan a seguir insistiendo en acompañar a la comunidad LGBTQ+ en su lucha por la igualdad de derechos, el respeto por su forma de vida y la inclusión. Opiniones que me hacen ratificar que aún son insuficientes las campañas dirigidas a educar y hay que potenciarlas hasta que no sea menester alzar una bandera o dedicar un mes a pedir tolerancia. Vale decir, aunque al leerlos es obvio, que hacen hincapié en que no son homofóbicos, por alguna razón les molesta que los vean así, y muchos de esos que llegan hasta a maldecir, tienen en la foto de sus perfiles, ángeles, santos, alguna advocación de la Virgen María o Jesús de Nazareth y citan versículos de la Biblia.
“La comunidad LGBTQ+ sí ha logrado reivindicaciones, sin embargo parece que nada es suficiente. Una cosa es aceptar esos avances, y otra es estar obligado a admitir cosas con las que no estamos de acuerdo. Pero si no aceptas, inmediatamente eres tildado de ‘homofóbico’”.
“No son discriminados, sino que les gusta llamar la atención. Cada quien es dueño de sus actos y se le respeta, pero hay que asumir las consecuencias”.
Escribió un joven que dice ser dirigente político: “¿Entonces el avance es la degradación de occidente?”
“Digo algo cada quien hace lo que quiera con su cuerpo y su vida, pero recuerdo hace 30 años, ¡Cómo se propagó el VIH en la comunidad LGBT y nadie hablaba del orgullo ese. Ya cansa la vaina de la bandera esa, respeten para que los respeten!!!”.
“¿’Homofóbicos?’ Lo que ocurre es que las leyes están fundamentadas en la Biblia, desde el Imperio Romano, por eso es visto como un acto no aprobado por Dios, para el que cree en Dios eso no está bien. En la Biblia se habla de hombre y mujer. No he leído sobre: Hombre con un Hombre que se siente una mujer dentro. Tampoco sobre una mujer con una mujer que se siente un hombre por dentro’. A eso me refiero. Con mucho respeto Mari. Sólo son fundamentos bíblicos plasmados en las leyes de los hombres”.
“Imaginen un mundo donde todo sean homos ¿cuánto duraría el mundo, porque no hay aumento de la población? y eso es lo que nos quieren implantar obligado y hasta a los niños en los canales infantiles”.
“Dentro de 5 años seremos los heterosexuales los que tendremos que luchar por nuestros derechos”.
“Hummm ¿Cuál es el objeto de matrimonio? Hasta donde tengo entendido es la base de la sociedad, los matrimonios traen hijos a la sociedad y por lo tanto garantizan la existencia de la misma sociedad, los homosexuales no pueden tener hijos ¿para qué matrimonio entre ellos…?”.
“Mis respetos, señora Mari Montes. Creo que si se trata de justificar algo que para la sociedad siempre ha sido algo fuera de lo común, imagínese cuando los violadores, ladrones y asesinos busquen legalizar sus ORGULLOSAS conductas”.
“Si la gente gay tiene un problema genético, psiquiatríco o psicólogico, no lo sé. En realidad, no sé mucho de ellos. Lo poco que conozco es que son personas inteligentes con sentimientos y necesidades que merecen respeto. Lo que no acepto es que se diga que ser gay es normal”.
Créanme que estas son las opiniones más presentables que me enviaron. También me preguntaron si soy lesbiana, y otros lo dieron por hecho. Hubo hasta quien pidió “trato vejatorio”, y no faltaron las teorías conspirativas de tantos colores como colores tiene el arcoíris.
Hay que armarse de paciencia, muchas de estas personas de verdad creen que se busca normalizar la pedofilia, comparan ser homosexual con la pederastia, que sí es un delito. Lo dicen convencidos, y a ellos hay que dirigirles mensajes que les hagan ver otro punto de vista, de manera respetuosa.
Es para resaltar el trabajo que se ha venido haciendo desde el ámbito deportivo, en diversas disciplinas, donde todo el mes de junio hubo actividades y gestos para sumarse a la justa causa que implica “El Orgullo”.
Lo ocurrido en Alemania con la decisión de la UEFA de no permitir que se iluminara el Estadio con los colores del arcoíris para el juego entre Alemania y Hungría, y la reacción de tantos entes e individualidades del fútbol que en protesta se pintaron de esos colores para solidarizarse y acompañar a la comunidad LGBTQ+; las actividades de las Grandes Ligas, ver los logos de los equipos de béisbol con esa bandera, la respuesta positiva que tuvo Carl Nassib, defensa de los Riders, equipo de la NFL, el primer atleta de un deporte profesional en Estados Unidos que estando activo admite públicamente que es gay, además de su anuncio de donar 100 mil dólares para la causa de prevención del suicidio de jóvenes LGBTQ+, porque también es cierto que el acoso y la no aceptación ha llevado a adolescentes y jóvenes a la depresión y a atentar contra sus vidas, son pasos muy importantes, que se dan desde escenarios donde aun hay machismo e incomprensión sobre este asunto.
Es muy poderoso y de gran alcance lo que se ha hecho desde las canchas y terrenos, valioso, plausible.
No son una amenaza las campañas que buscan propiciar un ambiente donde todas las personas se sientan aceptadas, donde nadie sienta temor a “sufrir consecuencias” por su sexualidad. Hace falta orientación y asumirlo con seriedad, consultando especialistas, datos, investigaciones. Hay trabajo por hacer. No hay que ser homosexual para defender o identificarse con su causa, así como no hay que ser elefante para estar en contra de los cazadores de marfil, o ser una planta para oponerse a la tala indiscriminada.
Las personas de la comunidad LGBTQ+ no quieren convertirnos a todos en LGBTQ+, quieren ser respetados.
Nadie se contagia, contamina o “se vuelve” homosexual porque se lo impongan. Las perversiones no son patrimonio exclusivo de los homosexuales. Hay pervertidos heterosexuales. Hay heterosexuales que no asumen la paternidad y van regando hijos por el mundo, que hacen daño a la sociedad; algunos porque son casados y quieren “proteger su matrimonio”; hay mujeres heterosexuales que abandonan a sus hijos por irse con otro hombre; hay mujeres que también son promiscuas e irresponsables; hombres perpetradores de violencia de género, que acosan y discriminan a las mujeres. Hay mucho que corregir y que enfrentar.
El Mes del Orgullo LGBTQ+ tiene su origen en las protestas ocurridas el 28 de junio de 1969 en Nueva York, por una redada policial que comenzó en el Stonewall Inn, un bar ubicado en el barrio de Greenwich de Manhattan, que servía como refugio para la comunidad LGBT de la ciudad. Para ese año, los actos de homosexualidad se consideraban ilegales en casi todos los estados de los Estados Unidos, así que la violencia de la policía contra los gays era común. Esa noche, quienes estaban en el establecimiento decidieron enfrentarlos.
Ha sido larga la lucha por la igualdad de derechos y aún en la mayoría de los países del mundo no se ha podido avanzar en algunos como el matrimonio igualitario, entre otros; y hay 12 naciones en los que ser gay conlleva la pena de muerte, pero también es cierto que se han dado pasos importantes.
Llegará el día en que no hará falta levantar la bandera todo un mes, será un día para celebrar la fecha que inició el cambio para un mundo mejor.
Llegará el día en el que nadie tendrá que ocultarse para amar.