En la aldea
05 octubre 2024

Ningún país se arregla así

“Un país donde cierran librerías y museos, mientras se abren bares donde un trago equivale al salario de un profesor universitario no se puede decir que ‘se está arreglando’”. En Venezuela quien hoy tenga 100 dólares no pude comprar lo mismo que hace 7 meses atrás. Los contrastes siguen marcando la pauta entre una ciudadanía que se debate entre sobrevivir y otra muy distinta que exhibe en redes sociales lujos y derroche. Mientras, este fin de año la huella de la diáspora volverá a encontrar a familias con “el dolor de la ausencia forzada por una situación que se hizo inaguantable”.

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Mari Montes | 14 diciembre 2021

Ojalá fuese cierto que Venezuela se está arreglando, como dicen algunos.

La última vez que estuve en Caracas, en el 2017, había escasez, los mercados estaban desabastecidos, hasta comprar carne se había convertido en una hazaña; en las farmacias no se conseguían medicinas que poco tiempo atrás se encontraban con facilidad, las redes sociales se inundaban de solicitudes de medicamentos; y aparecieron los “bachaqueros”, vendedores informales que conseguían los productos escasos a precios muy superiores al de venta en los mercados.

El régimen modificó su política de aplicación de controles y aranceles, esa situación cambió, comenzaron a aparecer los bodegones y con ellos los videos que mostraban torres de Nutella y otros productos importados. Ahora, quienes pueden pagar los precios dolarizados consiguen todo. Las distorsiones imperan, la vida que se dan quienes se manejan en dólares, no tiene nada que ver con lo que padecen quienes dependen de salarios en bolívares o del poco dinero que familiares pueden enviarles como remesa, pero que no alcanza como antes, porque los precios han subido, en dólares también. 

Quien recibía 100 dólares en mayo de este año, ha visto mermar su capacidad de compra. Mientras vemos que se agotan las entradas para shows de artistas nacionales que se presentan en lugares donde hay que pagar 2.000 dólares o más por una mesa para 10 personas. Un profesor universitario a dedicación exclusiva no llega a ganar el equivalente a 20 dólares al mes.

“Hay venezolanos que trabajan en diversos sectores donde con empeño y creatividad han podido seguir produciendo y se ganan la vida decentemente, pero no son la mayoría”

Por supuesto que es injusto generalizar y afirmar que todos quienes pueden pagar cuentas en restaurantes caros o ir a esas presentaciones de artistas, son todos enchufados o todos están lavando dinero mal habido. Hay venezolanos que trabajan en diversos sectores donde con empeño y creatividad han podido seguir produciendo y se ganan la vida decentemente, pero no son la mayoría.

A cada rato vemos en las mismas redes sociales donde aparecen las tiendas abarrotadas de productos, fiestas y presentaciones en el Hotel Humboldt o en hoteles cinco estrellas de otras ciudades del país; al tiempo que proliferan las solicitudes para pagar medicinas para tratamientos de enfermedades crónicas o inscripciones o deudas en colegios y universidades. Son personas de la clase media que no pueden mantener el nivel de vida que alcanzaron producto de su preparación académica, universitaria o técnica, y que les permitió comprar vivienda, carro, y enviar a sus hijos a colegios privados.

Lo que le ha pasado a la clase media es dramático, quienes no pueden inventarse una manera adicional de conseguir dinero, porque son maestros o médicos, por ejemplo, han visto disminuir su calidad de vida irremediablemente.

Por eso siguen saliendo venezolanos a buscar mejor suerte fuera del país; centenares de personas siguen llegando a los Estados Unidos a través de la frontera con Méxicoa riesgo de sus vidas, buscando un mejor porvenir. Son muchos los venezolanos quienes trabajan literalmente de sol a sol, para mantenerse en el nuevo destino y desde ahí enviar algo a sus familiares en Venezuela. Cantidades de profesionales universitarios están haciendo trabajos que nada o poco tienen que ver con lo que estudiaron, son parqueros o conductores de Uber o Lyft; médicos que al no poder ejercer trabajan como paramédicos porque es más rápido y menos costoso graduarse de enfermeros; igual hay odontólogos que se convierten en asistentes dentales por la misma razón, o ingenieros que son obreros de la construcción. No pocos jóvenes dejaron de estudiar en la universidad y también forman parte de la diáspora.

“Las distorsiones imperan, la vida que se dan quienes se manejan en dólares, no tiene nada que ver con lo que padecen quienes dependen de salarios en bolívares”

Son demasiadas las familias divididas, padres que dejaron a sus hijos al cuidado de sus abuelos, madres que se quedan con los hijos en el país mientras el esposo consigue como establecerse en otra parte y llevarlos; hijos que se van para ayudar a sus padres; hay muchas historias, todas con algo en común: el dolor de la ausencia forzada por una situación que se hizo  inaguantable.

Son varias Años Nuevos saludándose por la pantalla de la computadora o el teléfono, si hay buena conexión a Internet, viendo crecer a los nietos sin poder abrazarlos. Angustian los reportes sobre la talla, peso y nutrición de nuestros niños y jóvenes que no tienen acceso a una alimentación balanceada, nutritiva, que les permita un desarrollo normal. Según la FAO, Venezuela es el segundo país de la región (detrás de Haití), con mayor población padeciendo hambre.

Es compresible, y más que eso, deseable, que quienes están en Venezuela, como decimos “aguantando la pela”, tengan opciones para disfrutar, pasarla bien, ser felices, desconectarse de los problemas, encontrar formas de atenuar el agobio de tanto malestar, porque no siempre hay agua, electricidad o gasolina. Por fortuna nuestro país, con todo y la crisis, permite eso.

Ahora, decir que “Venezuela se está arreglando” por esos signos, es irreal, es un espejismo. No es sano.

Ningún país se puede arreglar con las instituciones educativas públicas desvencijadas, en evidente desprecio al conocimiento. No es verdad que un país en el que los docentes y profesionales del área de la salud ganan salarios miserables que no les alcanza para nada, pueda estarse arreglando.

La infraestructura hospitalaria también está deteriorada, uno de los ejemplos más dolorosos es el Hospital de Niños J. M. de los Ríos, en Caracas, donde los enfermos no reciben la atención adecuada.

Un país donde cierran librerías y museos, mientras se abren bares donde un trago equivale al salario de un profesor universitario no se puede decir que “se está arreglando” o que “se va a arreglar”.

Hay demasiadas deudas sociales, problemas que solo podrán ser superados con otro régimen, en democracia.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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