Entonces seguimos con comunicados y cartas, y para más señas, con nueva tanda de abajofirmantes como si ya no fuera un triste recordatorio en este país esa denominación. Solo que en esta ocasión, el destinatario es nada menos que el Señor Presidente de Los Estados Unidos de América, Joe Biden. Entonces, 25 ciudadanos de este país se miran en el espejo y se ven a sí mismos como líderes y firman al final de la misiva que aboga por el diálogo y el fin de las sanciones.
Pido mil disculpas de antemano porque de esa lista de 25 autonombrados dirigentes venezolanos, solo reconozco los nombres de un encuestador (que encuesta, opina sobre casi todos los temas y tiene shows cómicos. Un-dos-tres), una periodista inolvidable por haber entrevistado con desinfectante y blanqueador a un Sr. Derwick, y un economista famoso por ser team de un exitosísimo candidato presidencial que perdió las elecciones ganándolas, y por asesorar a la imbatible -durante décadas- Mesa de la Unidad. (¿No fue el mismo especialista que en el 2018 en una entrevista en la radio: afirmó que el “Gobierno se autobloqueó financieramente antes de las sanciones”, y que “la precariedad económica viene desde mucho antes del viernes “dadas las condiciones macroeconómicas y el riesgo país, Venezuela no tiene acceso a los mercados mundiales (…) Es un daño autoinfligido por una política económica errática”?).
El contenido de esta nueva misiva propone, pues, volver a la paz y al desarrollo. A mi humilde entender, aboga por una forma de convivir con el verdugo, levantar las sanciones al régimen pues no han dado resultado y poco más que eso. A lo mejor es razonable, ¿pero aflojándole la cuerda al régimen qué recibiremos nosotros a cambio?, ¿cuál es la contraprestación que ese gesto de buena voluntad le sumaría a la oposición, al golpeado país nacional?
Por supuesto que no seré yo, una analfabeta política, quien juzgue si la propuesta le hace el juego al régimen, pretende devolverle su estatus de gobierno legítimo, y ponerlo a la par de la propia oposición y de un país entero y sus aspiraciones democráticas, o procura con gran buena voluntad ser aliviadero con ello para que los más desfavorecidos tengan un respirito en esta economía de felicidad ficticia. No sé nada de casi todo. Pero se me ocurre pensar que para arrogarse el liderazgo de todo un país, hace falta mucho más que haber participado de esta desgracia nuestra desde hace décadas con algún cargo o algún encargo.
Más aún, siento por una inexplicable razón que los firmantes, como en un movimiento perpetuo, siempre parecen ser los mismos. Y entonces después también regresan los candidatos (a lo que sea). De hecho, ya tenemos una larga lista de aspirantes a presidente para unas supuestas primarias que no ofrecen nada al ciudadano, mucho menos exigen condiciones al régimen para presentarse en unas nuevas elecciones. Todos son rostros y discursos que conocemos ya de larga data, caras con nombre y apellido. Un afiche de candidatos, con muchos recuadros sin una sola propuesta. Es decir, son como una tableta de chocolate, amargo.
Cuando el precandidato Henri Falcón anunció su nuevo partido político llamado “Futuro”; cuando escucho hablar a Claudio Fermín; e incluso, cuando veo ese póster con muchos de los cabecillas de una oposición perdida, sin objetivos, ni planteamientos, divagantes, no puedo evitar recordar aquella película de los ‘80 (lo siento, es deformación profesional), Back to the future. En español, “Volver al futuro”.
Back to the Future (titulada Volver al futuro o Vuelta al futuro en Hispanoamérica y Regreso al futuro en España) es una película estadounidense de ciencia ficción y comedia de 1985, dirigida y escrita por Robert Zemeckis –Bob Gale también colaboró como guionista-, producida por Steven Spielberg y protagonizada por Michael J. Fox, Christopher Lloyd, Lea Thompson, Crispin Glover y Thomas F. Wilson. Relata las aventuras de Marty McFly, un adolescente que vive con sus padres y se transporta accidentalmente al pasado en un auto viajero del tiempo, un DeLorean, inventado por su amigo, el científico loco Emmett Brow, alias el “Doc”. Y viaja entonces desde 1985, su época, hasta 1955, el año en que sus padres se conocieron. Y sin quererlo, cambia los hechos específicos de la línea original del tiempo en que sus padres se conocieron y se enamoraron. Debido a ese error, Marty debe recurrir a la ayuda de su amigo, el “Doc”, para reunir a sus padres de nuevo en el pasado, asegurando con ello su propia existencia y la de sus hermanos, pues sin ese matrimonio ellos no nacerían.*
De regreso al presente, a Venezuela y su drama, cada invento, cada gesto, cada carta, cada diálogo, cada miembro del Consejo Nacional Electoral, cada candidatura, es la misma que regresa desde lejos, como un loop; incesantemente, continuamente, como si volviéramos al pasado, como Marty McFly, y de allí de nuevo al futuro, solo que a diferencia de la película, nosotros volvemos sin que nada cambie, inmutables, sin mejoría, evolución, provecho; y claro, sin el DeLorean.
Me distraigo con la idea, fantaseo con qué habría que propiciar desde el pasado para poder regresar a un futuro más auspicioso, (como la familia de Marty, que a su vuelta -luego de haber corregido ligeramente el encuentro amoroso entre sus padres- es exitosa y ya no un hogar de grises y fracasados).
¿Qué podríamos cambiar, sustituir, corregir antes de que Venezuela se convirtiera en un bucle sin remedio?
¿Quién podría viajar en el tiempo, corregir errores y volver a un país mejor sin haberse relajado en el camino?
¿Recibiríamos de nuevo a Fidel con los brazos abiertos y con su ingente comitiva de espías e infiltrados?
¿Evitaríamos el infeliz juico a Carlos Andrés Pérez que erosionó a la propia democracia?
¿Podríamos neutralizar a los promotores del chavismo?
¿Impediríamos el golpe de Estado a Isaías Medina Angarita?
¿Se puede cambiar el curso de la historia?
¿Quién podría al menos corregir yerros hoy -aunque sea sin viajar en el tiempo- para poder vislumbrar siquiera un futuro?
¿Hay acaso alguien con alguna representatividad y poder de acción preocupado por el futuro?
¿O el futuro es apenas un festín electoral, un diálogo, una abdicación, un cargo, un negocio?
A veces pierdo la esperanza. Pero se me pasa pronto porque mi esperanza es terca, igual que yo. Son tiempos duros para todos. Pero para quienes no tienen rumbo, lo son mucho más.
Ah, por si acaso, como a veces me suelo referir a la memoria colectiva del venezolano común (entre quienes me cuento), que quede constancia que a pesar de ser una película para todo público, a manera de legado, incluso Ronald Reagan llegó a mencionar a “Back to the Future” en el Discurso del Estado de la Unión de 1986; mientras que, en 2007, la Biblioteca del Congreso estadounidense la eligió para ser preservada en el National Film Registry; y, finalmente, en 2008, el American Film Institute la catalogó como la décima mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos en su listado. No vaya a ser que a la alcurnia endógena se adelante a decir que esta es una zancadilla impresentable de la memoria en dictadura.
*Tomado de IMDA, Internet Movie Database.