En la aldea
22 enero 2025

El Béisbol en Venezuela: Víctor Davalillo, el rey del hit (I Parte)

Un jugador que alegró a millones durante su longeva carrera de 30 años produciendo en la LVBP. Pelotero callado, comedido, trabajador, con un halo de misterio dentro del terreno de juego; tenía talento de sobra, pero también estaba consciente de que nadie llega muy lejos sin disciplina. Víctor José Davalillo Romero, “Vitico”, nació en Cabimas, estado Zulia, el 31 de julio de 1939. Aunque desde el primer momento el desempeño con el bate mostró la habilidad que le llevaría a la inmortalidad; fue a partir de la temporada 1961-1962 cuando el zuliano comenzó a “destrozar la bola”, y su carrera inició el ascenso de triunfos imparables.

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Durante nuestro recorrido por la historia de la pelota local hemos hablado de grandes figuras que han brillado en este difícil deporte. Es posible que, hasta el momento, la mayoría de ellas sean nombres lejanos para las nuevas generaciones; nombres que han escuchado pero que la inclemencia del tiempo cubre de polvo. Claro que hay excepciones. Tenemos a Luis Aparicio, cuyo nombre retumba en la cabeza de la mayoría de los venezolanos por la notoriedad que le brinda ocupar un lugar en el Olimpo de la pelota mundial. Y tenemos también a Víctor Davalillo, el rey del hit en Venezuela, jugador que alegró a millones durante su longeva carrera de 30 años produciendo en nuestra Liga. Se dice fácil. ¿Lo es? Parece que no. Las tres décadas de servicio activo de “Vitico”, como se le conoce desde que llegó al béisbol, constituyen un récord al que solo se le ha acercado la “Pared Negra”, Robert Pérez, que se mantuvo en nuestra pelota por 27 años y creo que podemos coincidir en que aquello parecía algo eterno. Si usted nació en 1957, año del debut de Davalillo en el profesional, entonces pudo ver su retiro en 1987, cuando usted tenía ya 30 años. ¿Se entiende lo que eso significa?

Quienes conocen de cerca a Vitico hablan de un hombre que es buen conversador y que en el terreno de las anécdotas acumula un buen número. Sin embargo, quienes acostumbramos a verle desde las gradas tenemos la imagen del pelotero callado, comedido, trabajador, con un halo de misterio dentro del terreno de juego. Y claro que era trabajador, como iremos viendo a lo largo de estas líneas. Davalillo tenía talento de sobra, pero también estaba consciente de que nadie llega muy lejos sin trabajo y disciplina

Víctor José Davalillo Romero nació en Cabimas, estado Zulia, el 31 de julio de 1939. Su padre murió cuando él tenía apenas tres años. Sin embargo, el de los Davalillo era un hogar humilde en el que nunca faltó lo necesario. Vitico creció entre las clases del colegio, el trabajo repartiendo leche y cortando el monte de las casas de Cabimas y, por supuesto, el juego de pelota bajo el sol inclemente de la ciudad. El muchacho aún no cumplía trece cuando su hermano Pompeyo Davalillo, once años mayor, firmó con los Leones del Caracas.

“Con los Palatka Redlegs [de EE.UU.] comenzó a despegar como pelotero. Davalillo intervino en 53 juegos -tres como abridor- y se apuntó 16 victorias con una brillante efectividad de 2.45. Y eso no es todo: al bate el venezolano conectó para .291 en 79 apariciones legales al plato”

Para Víctor los estudios eran importantes y se mantuvo pegado a ellos hasta que el béisbol le hizo cambiar de rumbo. O más bien debemos decir el béisbol de la mano de Pompeyo. Y es que resulta que la firma de Vitico fue producto de toda una componenda del hermano mayor con Oscar Prieto, propietario del Caracas. El muchacho era pequeño y delgado, pero destacaba como lanzador entre las rayas de cal. Su bate también era bueno y para entonces lucía como un buen complemento a su labor desde la lomita. Luego de su ascenso por las ligas menores, Vitico viajó con la selección del estado Zulia a los nacionales Doble A de 1957 en San Cristóbal. Cuando regresó a Cabimas la mamá lo mandó a Caracas para que pasara las vacaciones escolares con su hermano. Ya estando en la capital, Pompeyo lo llevó a un juego clase A que se iba a celebrar en Coche y le pidió que ayudase al equipo pichando la práctica. Víctor no estaba preparado para la ocasión y terminó subiendo a la lomita con la ropa y los zapatos que cargaba. Desde ahí empezó a lanzar pelotas a unos muchachos que no lograron ligar una sola conexión sólida. En las gradas estaba “El Negro” Prieto observando a Vitico por recomendación de Pompeyo.


Una vez acabadas las cortas vacaciones, regresa a Cabimas para retomar los estudios. Al llegar encuentra en la casa a Pompeyo y a Prieto. “Mamá, ese es el dueño del Caracas, el equipo para el que juega Pompeyo”, contaba Víctor -en una entrevista a Ramón Corro- que le dijo a Doña Angelina .Pues el dúo Pompeyo-Prieto logró convencer a la señora y esta mandó al muchacho de vuelta a Caracas. Las intenciones de Pompeyo eran claras: su hermano tenía talento, y como él era un convencido de que las oportunidades para los toreros y los peloteros estaban en la capital -argumento que él mismo esgrimió cuando decidió ir a Caracas a jugar béisbol-, pues quería llevar al muchacho donde el potencial pudiese desarrollarse. Por su parte, Vitico afirma que no estaba muy convencido con la decisión y que en realidad lo que él quería era terminar los estudios, pero la palabra de la mamá pesaba muchísimo en la familia. Así que preparó la maleta y viajó a la otrora sucursal del cielo para estampar su firma con los Leones. Por firmar recibió 3.000 bolívares y de inmediato pidió viajar a Cabimas para entregarle el dinero a Doña Angelina. Y así llegó octubre y con él la voz de play ball de la temporada 1957-1958. De esta manera daba inicio la aventura de Vitico en el bullpen del Universitario.

“El bate de ‘Vitico’ estalló de manera definitiva y comenzó a disparar imparables de manera, bueno, eso, imparable por los siguientes años de su carrera. En esa 1960-1961 Davalillo consumió 104 turnos y dejó un promedio de .327”

El debut del zuliano ocurrió en un contexto repleto de días en los que la tensión política colmaba el escenario. Una nueva elección presidencial estaba a la vuelta de la esquina y la presión de la recién formada junta patriótica se hacía sentir a través de manifiestos emitidos desde la clandestinidad. El reclamo por reformas en la ley electoral se extendía por todos los sectores de la sociedad venezolana. El tirano reaccionó cerrando aún más las puertas: no habría elecciones, decretó Marcos Pérez Jiménez, sino un plebiscito para definir su permanencia en el poder. Sin embargo, no todo fue malestar aquel año. El deporte puso notas agradables como el nacimiento de la Primera División de Venezuela de fútbol profesional, que celebró su primera temporada. ¿Quién resultó campeón? Gritemos todos: ¡U-U-UCV!

El primer año de Víctor como profesional resultó un tanto frustrante. El novato vio acción en tan solo nueve juegos, tres como bateador emergente, seis en la lomita, todos como relevistas en los que acumuló diecisiete entradas y recibió catorce carreras limpias para una efectividad nada pomposa de 7.41. Las organizaciones de los Estados Unidos pusieron el ojo sobre el zuliano y al final de esa temporada los Rojos de Cincinnati lo llevaron a la liga de formación. Víctor viajó al norte y pasó el año entre la Clase D con el Palatka Redlegs y la Clase C con el Visalia Redlegs, siempre como lanzador.

De vuelta en Venezuela, la situación para Vitico no fue muy diferente en su segunda temporada en la pelota local: subió a la lomita en ocho ocasiones y lanzó veinticuatro entradas. Lo que vivía era incómodo para el muchacho, que tomó sus macundales y regresó a Cabimas con la intención de retomar los estudios. Oscar Prieto no dejaría que aquello sucediera, así que voló al Zulia y se lo trajo de vuelta bajo la promesa de que vería más acción. Vitico regresó a los Estados Unidos con los Palatka Redlegs y comenzó a despegar como pelotero. Davalillo intervino en 53 juegos -tres como abridor- y se apuntó 16 victorias con una brillante efectividad de 2.45. Y eso no es todo: al bate el venezolano conectó para .291 en 79 apariciones legales al plato.

“De Víctor Davalillo aún falta historia, apenas llevamos 184 imparables de los 1.505 que dio en su carrera”

La evolución del zuliano continuó en Venezuela donde en la temporada 1959-1960 lanzó 24 entradas y un tercio en seis juegos, cuatro como abridor, con una excelente efectividad de 1.85 en una temporada incompleta debido a un conflicto entre peloteros y propietarios. Pero lo que más resaltó del zuliano durante esa zafra fue el desempeño con el bate que comenzó a mostrar la habilidad que le llevaría a la inmortalidad. Esa temporada Davalillo tomó 77 turnos y dejó un promedio de .299. ¿Cómo logró un mayor número de apariciones al plato? El muchacho empezó a cubrir de manera esporádica algunos innings en los jardines. La historia continuó la temporada siguiente cuando el bate de Vitico estalló de manera definitiva y comenzó a disparar imparables de manera, bueno, eso, imparable por los siguientes años de su carrera. En esa 1960-1961 Davalillo consumió 104 turnos y dejó un promedio de .327.

En el norte las cosas también avanzaban. Cuando Davalillo regresó a los Estados Unidos en 1960, Cincinnati lo ascendió a Clase B con los Topeka Reds, donde pasó la mayor parte del año hasta que Pompeyo logró llevarlo al Havana Sugar Kings en Triple A. Ahí se encontró con figuras como Leo Cárdenas, Elio Chacón, Emilio Cueche, Mike Cuellar, Orlando Peña, Cookie Rojas y, por su puesto, con su hermano “Yo-Yo” Davalillo. Por cierto, ese fue el último año del Havana, que aún no terminada la temporada tuvo que cambiar de ciudad y figura legal. El año anterior Fidel había tomado el poder en Cuba y en 1960 decretó la nacionalización de todas las empresas extranjeras. Así que el Havana se transformó en el Jersey City Jerseys y continuó operando un año más, hasta 1961 cuando desapareció por la baja taquilla que generaba en la nueva sede. Es decir, Vitico llegó ahí para ver las últimas horas de la legendaria franquicia que terminó siendo vendida a la organización de los Indios de Cleveland, en la que el venezolano continuó hasta su debut en Las Mayores.

Las siguientes dos temporadas en Venezuela el zuliano destrozó la bola. En la 1961-1962 dejó un promedio de .406 y en la 1962-1963 bateó para .400. En la 61-62 ganó además desde la lomita 10 juegos en 16 aperturas y 117 entradas, guillotinando nada más y nada menos que a 90 rivales. ¡Vaya temporada! Si no la mejor de su carrera en el país, al menos fue la más completa.

Pero dejemos esto hasta aquí para continuar en la próxima entrega, que de Víctor Davalillo aún falta historia. Apenas llevamos 184 imparables de los 1.505 que dio en su carrera y es momento de hacer una pausa. ¡Hasta dentro de dos semanas!

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