Estos años de Victorino Márquez Bustillos son especialmente importantes en lo que atañe al petróleo, ya que el Pozo Zumaque I comienza a explotarse en julio de 1914, y se señala entonces un camino de crecimiento significativo tanto para la industria petrolera como para la consolidación de Juan Vicente Gómez, en funciones de gran árbitro de la válvula petrolera.
En los años que siguen ocurrirán diversos intentos por derrocar a Gómez, pero desde una perspectiva más difícil que antes, ya que el Ejército es una institución profesional en la que el Gobierno ha invertido las sumas necesarias para su mantenimiento. Las disidencias de Rafael Arévalo González, Román Delgado Chalbaud, quien estuvo 14 años preso; Emilio Arévalo Cedeño, que invadió en siete oportunidades el territorio por los lados del Arauca; de Horacio Ducharne, Ángel Lanza, Juan Pablo Peñaloza y los hermanos Matías y Patrocinio Peñuela, y de todos aquellos que participaban de las conspiraciones, se pagaban con exilio o cárcel, bajo un manto de intransigencia inamovible.
La Constitución Nacional de 1922 y el estallido de El Barroso II
Como se acercaba el fin del período presidencial 1915-1922, el general Gómez promueve una nueva reforma de la Constitución Nacional, cosa que se materializa en junio de 1922. La enmienda establece de nuevo los cargos de vicepresidentes de la República y, sobre la base del texto, el Congreso elige a Juan Vicente Gómez como presidente de la República para el período 1922-1929. Los vicepresidentes designados serán: Juan Crisóstomo Gómez, llamado “Juancho”, como primer vicepresidente; y de segundo vicepresidente el hijo del presidente: el general José Vicente Gómez. Como vemos: la epifanía del nepotismo, y la prefiguración de una suerte de dinastía. El período presidencial se mantiene en siete años y se permite la reelección inmediata.
Esta nueva etapa de la dictadura es una vuelta de tuerca más en el personalismo, que ahora también se expresa nepóticamente, como si los parientes fueran extensión de la personalidad del dictador. Coincide, además, con el descubrimiento del yacimiento petrolero El Barroso II, en Cabimas, estado Zulia, que colocó las reservas venezolanas en una dimensión planetaria. Para 1928 las exportaciones de crudo superan con creces las de café, y la era del oro negro en el país comenzaba. Por otra parte, el año de 1922 abrió sus puertas, después de diez años clausurada, la Universidad Central de Venezuela. Se dice fácil, pero estremece imaginar un país cuya primera casa de estudios superior estuvo cerrada durante diez años.
“La primera crisis profunda que experimentó el gobierno de Gómez [1928] (…) el descontento de los jóvenes y la solidaridad de sus familias, lo que hacía de la revuelta un hecho de significación sociológica relevante”
En 1923 el vicepresidente hermano de Gómez, “Juancho”, es asesinado en el Palacio de Miraflores. Nunca se supo quién cometió el hecho, pero el Gobierno se lo atribuyó a los enemigos de Gómez, y arreció la represión en contra de sospechosos y no simpatizantes.
Para esta fecha, la nómina de ministros que integraron diversos gabinetes de Gómez, algunos de ellos presididos por Márquez Bustillos, era considerable. Es justo señalar que Gómez tuvo la virtud de no sentirse inferior a los profesionales bien formados, y nombró a muchos de ellos como sus colaboradores. A la distancia asombra el conjunto de venezolanos de valía personal a los que el general designó sin temor a que le hicieran sombra: Laureano Vallenilla Lanz; Francisco González Guinán; José Gil Fortoul; César Zumeta; Pedro Emilio Coll; Manuel Díaz Rodríguez; Pedro Manuel Arcaya; Eloy G. González; Caracciolo Parra Pérez son algunos de los intelectuales que, desde distintas posiciones, colaboraron con los gobiernos de Gómez.
A la nómina habría que sumar a los que hicieron una labor de Estado de gran importancia, como fue el caso de Román Cárdenas en el ordenamiento de la Hacienda Nacional; Gumersindo Torres en el Ministerio de Fomento y, muy particularmente, la labor codificadora de Arcaya, que fue de excepcional significación para la futura modernidad del sistema jurídico nacional. En otras palabras: no todo fue oprobio en el régimen de Gómez, como señalaban sus sucesores políticos; ni todo fue orden y progreso, como pregonaban sus seguidores.
En 1925 el general Gómez se empeña en otra reforma constitucional que le resuelva una incomodidad. Según la Carta Magna vigente el presidente de la República no podía permanecer más de 25 días fuera del asiento del poder (Caracas), de modo que se levanta esta prescripción y, además, se eliminan las dos vicepresidencias y se crea una sola: la de su hijo José Vicente Gómez.
La generación de 1928
La Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) se fundó el 15 de marzo de 1927 y su primer presidente fue Jacinto Fombona Pachano, quien sería sucedido en noviembre del mismo año por Raúl Leoni. Será la junta directiva de la Federación presidida por este la que organice, en febrero de 1928, “La semana del estudiante”. Para los actos previstos el propio Leoni escogió a los oradores y se sustrajo a sí mismo de la tarea. Jóvito Villalba discurre ante los restos del Libertador en el Panteón Nacional; Joaquín Gabaldón Márquez ante el busto de José Félix Ribas en la plaza de La Pastora; Antonio Arráiz, Jacinto Fombona Pachano y Pío Tamayo recitan sus versos en la coronación de la reina de los estudiantes, Beatriz I; y Rómulo Betancourt enciende los ánimos con un discurso interpelante.
La solidaridad con los estudiantes es manifiesta, al punto tal que un pequeño grupo de oficiales del Ejército, de bajo rango, se suma a la protesta e invita a los estudiantes a un alzamiento militar, cosa que intentan, pero infructuosamente, ya que el movimiento es debelado y el general Eleazar López Contreras los hace presos, entre otros a su hijo, el cadete Eleazar López Wolkmar, junto con algunos compañeros de armas. Estos sucesos tienen lugar el 7 de abril, a las puertas del Cuartel San Carlos, en Caracas.
“La séptima y última reforma [1931] que Gómez le hace a la Constitución Nacional fue sencilla: se reunieron en un solo cargo las funciones de presidente de la República y comandante en jefe de los Ejércitos, y el designado no fue un misterio para nadie: Juan Vicente Gómez”
También hay que recordar que la solidaridad con el movimiento estudiantil no provino solamente de un grupo de militares, sino de la gente común, en la calle, que les manifestaba su respaldo. Esta fue la primera crisis profunda que experimentó el gobierno de Gómez, ya que no se trataba de la expresión de descontento de un sector armado de la sociedad, sino de jóvenes estudiantes que recibían el apoyo de mucha gente inconforme con la vida que se llevaba en Venezuela. El descontento no era de un caudillo y sus huestes, sino de los jóvenes y la solidaridad de sus familias, lo que hacía de la revuelta un hecho de significación sociológica relevante.
Muchos de los estudiantes lograron escapar y se fueron al exilio, otros no y permanecieron durante siete años en la cárcel de La Rotunda, en las Tres Torres de Barquisimeto, en el castillo de Puerto Cabello. Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Miguel Otero Silva, José Tomás Jiménez Arráiz, entre otros, alcanzaron a llegar a Curazao, y desde allí se movieron hacia otros destinos. El más importante para el orden político futuro fue el grupo que se estableció en Barranquilla, ya que redactó un Plan de acción política para Venezuela, también llamado “Plan de Barranquilla”, y que, en su casi totalidad, lo hicieron un proyecto de vida y lo cumplieron.
El “Plan de Barranquilla” (1931)
El 22 de marzo de 1931 firman en Barranquilla un documento que ha sido fruto de muchísimas horas de discusiones y trabajo. Se trata de un diagnóstico de las causas de la situación de Venezuela y un plan de acción. La formación de los jóvenes firmantes del plan es marxista y el análisis de la realidad nacional está hecho desde esa perspectiva. Lucha de clases, enfrentamiento con el capital extranjero y sus socios en el territorio nacional; aunque también abogaban por una vida civil que ubicara a los militares en su esfera natural, y dejara de lado el personalismo.
“Fortaleció primordialmente al Ejército Nacional, al punto en que se erigió como la más sólida institución de la República, con todos los problemas que esto trae”
También, claman por la libertad de prensa, por la alfabetización, por la autonomía universitaria, por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Leído el Plan con detenimiento, arroja una perspectiva marxista para el análisis de las relaciones económicas, y otra más liberal en la esfera propiamente política, ya que proponían un sistema democrático, con respeto a la pluralidad de pensamiento, y no un régimen de partido único. De tal modo que el documento es, desde el punto de vista de la filosofía política: híbrido.
Las discusiones que produjo el Plan entre los dialogantes, la mayoría por cartas, comenzaron a producir diferencias de enfoque, matices distintivos. Se abrió un cauce entre los comunistas que seguían las directrices del Partido Comunista Soviético, que se agruparon alrededor del Partido Comunista Venezolano, fundado en 1931, y los futuros fundadores de Acción Democrática (1941), que no seguían líneas de organizaciones extranjeras sino que buscaban un camino nacional.
Otras reformas constitucionales y la muerte en Maracay
En 1928 se acomete una nueva reforma constitucional para eliminar el cargo de vicepresidente de la República, ya que el hijo de Gómez, José Vicente, ha sido tocado por la desconfianza de su padre. En esta oportunidad se introdujo en la Constitución Nacional el inciso 6 del Artículo 32, el que prohibía la propaganda comunista o anarquista en Venezuela. Luego, en 1929, tuvo lugar otra reforma que introducía cambios en el período presidencial que se iniciaba y concluiría en 1936. La reforma establecía que el jefe del Ejército compartiría funciones de jefe de Estado con quien fuese electo presidente de la República.
Gómez recomienda al Congreso Nacional que designe a Juan Bautista Pérez, quien venía desempeñándose en la presidencia de la Corte Federal y de Casación, como presidente de la República. Pérez detentó el cargo en las condiciones descritas hasta 1931, cuando por conflictos en el interior del gomecismo se ve obligado a renunciar. Entonces, tiene lugar la séptima y última reforma que Gómez le hace a la Constitución Nacional. Fue sencilla: se reunieron en un solo cargo las funciones de presidente de la República y comandante en jefe de los Ejércitos, y el designado no fue un misterio para nadie: Juan Vicente Gómez.
“El descubrimiento del yacimiento petrolero El Barroso II, en Cabimas, estado Zulia, colocó las reservas venezolanas en una dimensión planetaria. Para 1928 las exportaciones de crudo superan con creces las de café, y la era del oro negro en el país comenzaba”
La afección prostática que padecía el dictador desde 1921, terminó por minarle la salud. Sus últimos días fueron de severos padecimientos, hasta que falleció el 17 de diciembre de 1935, en su cama, en su residencia de Maracay. Terminaba así la más larga dictadura militar que ha habido en Venezuela, y un gobierno cuyo balance es complejo y contradictorio.
No cabe la menor duda de que las libertades políticas fueron conculcadas durante su mandato, mientras las económicas no, aunque muchas veces el general Gómez se empecinaba en comprar unas tierras y al dueño no le quedaba otra alternativa que vendérselas. Tampoco cabe duda de que el fenómeno del caudillismo finalizó en sus manos severas; que su gobierno puso orden en la Hacienda Pública, al punto de haber pagado la totalidad de la deuda externa contraída a finales del siglo XIX; que se esmeró en la codificación de las relaciones civiles y económicas; que construyó vías de comunicación entre regiones aisladas del territorio nacional y, finalmente, que fortaleció primordialmente al Ejército Nacional, al punto en que se erigió como la más sólida institución de la República, con todos los problemas que esto trae.
También, el Estado Nacional se consolidó durante su mandato, ya que el caudillismo que lo precedió atentaba contra la instauración de un Estado que expresara la unidad nacional. Paradójicamente, Gómez irrumpió en la vida pública junto con Castro, al frente de unas “montoneras” caudillistas, y falleció dictador, habiendo vencido a todos los caudillos que buscaron derrocarle.
No supo o no quiso abrir el país hacia las formas democráticas que la juventud estaba solicitando, y prefirió la cárcel o el exilio para las nuevas generaciones. Fue implacable con sus adversarios y sumamente generoso con sus amigos. Una Venezuela silenciosa que ansiaba cambios durante los años finales de su gobierno, tanto así que al no más morir el país exigió las reformas a las que el dictador no accedía.
Bibliografía:
-Caballero, Manuel (1993). Gómez, el tirano liberal. Caracas, Monte Ávila Editores.
-Consalvi, Simón Alberto (2007). Juan Vicente Gómez. Caracas, BBV N°59, El Nacional-Banco del Caribe.
-Polanco Alcántara, Tomás (1990). Juan Vicente Gómez. Aproximación a una biografía. Caracas, Grijalbo- Academia Nacional de la Historia.
-Rangel, Domingo Alberto (1977). Gómez, el amo del poder. Caracas, Vadell hermanos.
-Velásquez, Ramón J. (1989). Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República.