En la aldea
10 octubre 2024

Un historiador y la democracia venezolana

“Germán Carrera Damas nos ofrece el arma de la memoria en torno a un proyecto fundamental para la liquidación de la anti república y para el restablecimiento de la democracia, nada menos. Según se puede extraer de su copiosa bibliografía, el entendimiento de los descalabros venezolanos depende de observar cómo se fueron construyendo los procesos políticos a través del tiempo, hasta llegar a la catástrofe del chavismo”.

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El pasado día 15, la Universidad Metropolitana de Caracas distinguió al historiador Germán Carrera Damas con un Doctorado Honoris Causa. Tuve entonces el privilegio de hablar sobre la obra del homenajeado, maestro de generaciones de colegas a partir de 1958 y escritor de medio centenar de libros, pero ahora quiero detenerme en la relación de su trabajo y de los aportes de su oficio con los problemas que la democracia padece entre nosotros. La idea es la de asegurar que  pierden el tiempo los políticos que combaten a la dictadura si no utilizan la memoria para la dirección de sus luchas, si no parten de la idea de que hubo un país antes de sus actuales batallas; si no entienden que todo es inconsistente cuando no valoran un conjunto de fenómenos anteriores que cumplen el rol de las brújulas para evitar estériles extravíos.

Para Carrera Damas, según se puede extraer de su copiosa bibliografía, el entendimiento de los descalabros venezolanos depende de observar cómo se fueron construyendo los procesos políticos a través del tiempo, hasta llegar a la catástrofe del chavismo. Pero, en especial, buscando y encontrando el fenómeno dominante del proceso para ver cómo su mengua nos condujo a vivir hoy dolorosas horas. La senda de Venezuela como sociedad peculiar y autónoma encuentra origen en su compromiso con el establecimiento de una convivencia liberal, según el autor, y cuando ese compromiso se debilita o traiciona la colectividad se aleja de sus raíces para caer en tumbos innecesarios o, mucho peor, en la tragedia de dictaduras y tropelías que pudo evitar mediante el cultivo de la reminiscencia de los orígenes y de lo que importan los primeros pasos cuando se sale de la infancia para entrar en la adultez y en la madurez colectivas.

“Averiguar si los políticos de oposición, especialmente los más vigorosos y jóvenes, tienen memoria o apenas se regodean en lo contemporáneo”

El proyecto liberal fue al principio un asunto de las elites criollas, algo pavorosamente mantuano y el causante del trauma de las guerras de Independencia, pero se transforma en la llave de una mudanza constructiva cuando se establece el Estado nacional y cuando el pensamiento sobre los asuntos públicos llega a cumbres de esplendor mientras las clases humildes solo se incorporan un poco a un mundo de deliberación y luz. Es tan influyente la idea de una fábrica liberal que se mantiene después del lapso de las guerras civiles y del predominio de los caudillos rurales. O luego de las distorsiones del experimento durante el período del llamado “liberalismo amarillo”. O, mucho más importante, después de las primeras tiranías del siglo XX. Es una permanencia que desemboca en un efímero pero prometedor trayecto de democracia popular que ocurre en la cuarta década para establecerse con credenciales, prosapia, figuras estelares, letras, ideas, horas de sobra y compañía popular en la segunda mitad de la centuria.

De esta simplificación de la idea del autor no solo se desprende el descubrimiento de un cometido colectivo que se construye temporalmente; es decir, según el requerimiento de cada época, sino también de una pasión o de una sensibilidad venezolanas gracias a cuya continuidad tiene la sociedad un documento de identificación y una espada contra la superficialidad, la mandonería y la piratería. Un escudo contra los ignorantes, los pillos, los aventureros y los serviles, en suma. Carrera Damas nos ofrece el arma de la memoria en torno a un proyecto fundamental para la liquidación de la anti república y para el restablecimiento de la democracia, nada menos. Pero el arma depende de cómo tejer los recuerdos para que no se queden en la superficie de la vida y funcionen como aliciente.

El Honoris Causa que le acaba de otorgar la Universidad Metropolitana es una oportunidad de oro para alar el gatillo, esto es, para averiguar si los políticos de oposición, especialmente los más vigorosos y jóvenes, tienen memoria o apenas se regodean en lo contemporáneo. Además, suponiendo con benevolencia que a ratos la tengan, para verificar que saben usarla con provecho.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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