Vivimos el momento, lo pensamos, interpretamos, hacemos un registro de nuestra historia, en ella estamos tú y yo, la familia, la comunidad, la sociedad, el país. Es importante dejar constancia del aquí y el ahora, es un trabajo sistemático que como investigadores nos toca realizar. Hacemos historia. Vida y palabra, serán la base de lo que escribiremos en el futuro, pero, también, el fundamento de lo que hoy nos impulsa. Echaremos mano de lo que somos y nos define como pueblo: la inconformidad y la convivencia, punto de partida, del artículo anterior.
Interpretemos la “tranquilidad” de estos días, extraña, tensa, parece una corriente marina de fondo, imperceptible pero existente. Un país bajo presión. Algunos focos de protestas, otros se mueven en torno a los candidatos de las primarias. Se trata de un pueblo sin certezas, con dolor, porque el hambre duele, la migración forzosa también y lo vemos en los fragmentos de familia que van quedando en la medida que la dominación se consolida. Por otro lado, el chavismo también se mueve entre los pocos que le siguen y se trata de imponer con violencia.
Esta tensa calma, es la expresión de mayor inconformidad que hayamos vivido hasta ahora. No hay sosiego. En las comunidades se oye un grito uniforme: “Basta ya, no queremos seguir viviendo esto…”. Es la voz de la gente común, pero, también, de quienes conforman la estructura chavista, la hueca institucionalidad comunal. Estructuras que han ocupado el territorio, pero sin que signifique fuerza concentradora o aglutinante. Verdaderos cascarones vacíos.
Vemos en nuestras comunidades territorios ocupados por el Estado comunal. La ocupación es siempre un proceso violento, sea a través de una guerra convencional, o sea por una guerra no convencional como la que ha venido ocupando el territorio venezolano. Ocupación es poder, solo que para mantener la ocupación se necesita de gente incondicional. El chavismo no lo tiene, han venido perdiendo adhesiones, no han logrado la ideologización, por tanto, lo hacen a través del miedo, ¿lograrán permanecer?
En nuestro Observatorio Convivium lo hemos venido documentando. Penetración territorial versus rechazo, por ejemplo, un 89% de penetración territorial del CLAP en el país con un 93% de rechazo de la población. Imponen el programa, pero la gente lo rechaza o no lo aprueba, aunque lo use. Esto último hay que saberlo interpretar, una cosa es recibir o comprar y otra cosa es aceptar o aprobar.
Cuando, como comunidad, estamos obligados a recibir un “beneficio” esto produce rechazo en la gente, porque el sentir general es que el camino no es dar sino favorecer la inversión, que haya trabajo y posibilidad de ganar el dinero suficiente para mantener a la familia, de eso se trata, pero este “gobierno” no lo permite, por diseño procura la dependencia, la pobreza, el estar pendiente de las migajas que da el sistema a través de los bonos y otros mecanismos.
Hay que desmontar el lenguaje, esto es parte de la pedagogía política, el sistema viene utilizando el vocablo “beneficio”, esto lo coloca como inocuo, en la línea del bienestar que garantiza todo Estado de derecho o de protección, favorecer el bien común a través de unos programas o transferencias monetarias directas. En Venezuela esto no es así, el “beneficio” es por diseño un mecanismo de control, dependencia y dominación.
Obtener el beneficio implica asumirte parte del sistema e inscribirte en una plataforma que viabiliza la propaganda del régimen y te controla, es todo lo contrario, los mecanismos de “ayuda del sistema” son, en realidad, instrumentos que menoscaban o deterioran la autonomía, produce todo lo opuesto al beneficio. Hay que corregir el lenguaje. Se trata de programas diseñados para dañar o dominar no para favorecer la independencia. Se trata de un beneficio que no produce bienestar. Paradójico, ¿no?
¿Qué bienestar pueden producir unos bonos que no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de una persona? Hagamos una cuenta: un abuelo que recibe una pensión y bonos, logra un ingreso mensual en el mes de junio de 32 dólares, ¿se puede vivir con este ingreso?, ¿se tiene bienestar con los bonos otorgados?
La respuesta inequívoca es no. Si no producen bienestar los beneficios, ¿para qué sirven entonces? Quienes lo pensamos, estudiamos, interpretamos, sabemos que es para la dominación, los políticos también lo saben, las comunidades saben que no resuelven, están muy afectados y empobrecidos, pero es necesario hacer un camino de acompañamiento y desmontar el lenguaje falso del bienestar. Una tarea por hacer.
La mentira produce rabia en la gente, rechazo, no hay conformidad, lo vemos en la posición ante el CLAP y los bonos. Tanta impotencia y cólera tiene que encontrar un camino que lo encauce. Ya el chavismo no convence, no enamora, no produce adhesión libre, se impone por la fuerza, pero llega un momento que la imposición necesita de gente que la sostenga. ¡Tienen muy pocos adeptos ideologizados!
Como pueblo encontraremos el camino para la libertad, hoy con mayor posibilidad que ayer, dada la debilidad del sistema. Del lado de la oposición pareciera haber aperturas para el reencuentro entre los partidos y de estos con la gente, con las comunidades. Ojalá se produzca la disposición a la escucha, al acompañamiento, a la articulación del verdadero poder de la gente. El poder de los sin poder, hoy con más poder, pero necesitando compañía en ese camino de oscuridad.
Encontraremos el camino cuando nos reconozcamos en el otro, el poder real no está en las estructuras sino en los hilos que la sostienen y hoy esos hilos están dispuestos en una dirección contraria a los que dominan. Como todo totalitarismo, el de aquí, es, también, nihilista.
“El totalitarismo, nazi y «socialista», aparece, pues, como un nihilismo perfecto en la medida en que es un movimiento sin objetivo, una revolución que es un fin en sí misma: «revolución permanente de pura destrucción, por medio de la cual una dictadura basada en la fuerza pura se mantiene en el poder»”. Hasta que los sin poder encontremos el camino.
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*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita