Transcurre el año 1551. En la costa central de la Provincia de Venezuela, cerca de lo que hoy en día es la ciudad de Puerto Cabello, el capitán Vicente Díaz decide traer desde la isla de Margarita una gran cantidad de caballos y ganado. El pueblo donde vive el capitán es Nuestra Señora de la Concepción de la Borburata, fundado en 1548, y para el momento uno de los puertos más importante de la Provincia. No pasó mucho tiempo para que Díaz descubriera que la tierra en Borburata no era apropiada para la cría de ganado. El capitán decidió entonces trasladar su negocio unos cuantos kilómetros tierra adentro, cerca de la Laguna de Tacarigua. Ahí sí era bueno para el desarrollo de la ganadería, así que el capitán fundó una hacienda y se asentó.
Como Borburata era blanco de constantes ataques de piratas y otros pillos -como por ejemplo, aunque algunos años más tarde, el mismísimo Tirano Aguirre, Lope de Aguirre, que llegó al Puerto en 1561 espantando a toda la población-, los habitantes de la zona fueron migrando a los alrededores de la hacienda de Vicente Díaz, donde podían trabajar y vivir un poco más tranquilos. La zona continuó poblándose y el 25 de marzo de 1555 Alonso Díaz Moreno, por orden del capitán general de la Provincia, formalizó el asentamiento como ciudad bajo el nombre de Nuestra Señora de la Anunciación de Nueva Valencia del Rey, la ciudad de Valencia, que hasta el nombre terminó cambiándole al Lago.
Cuatro siglos después la ciudad se había convertido en una de las más importantes de la entonces República de Venezuela, y se preparaba para celebrar los 400 años de historia. Aquello sucedió entre bombos y platillos preparados por el gobernador general Ricardo Arroyo Lüdert. Valencia recibiría por varios días a Marcos Pérez Jiménez, y Arroyo se aseguró de que la respectiva alfombra roja se extendiera por toda la ciudad.
Varias edificaciones fueron remozadas y otras construidas a propósito de la celebración. Una de las obras nuevas encargadas para la ocasión fue un estadio de béisbol moderno digno de la ciudad. En Valencia existía el Estadio Municipal de La Ceiba, construido entre 1937 y 1938 en una parcela del Fundo Guaparo cedida al Concejo Municipal de Valencia por las autoridades del estado. Sobre la arena de La Ceiba lucieron estrellas de la pelota como el legendario Satchell Paige, luciendo los colores del equipo Vencedor de Valencia. Antes del Estadio Municipal el béisbol en la ciudad se jugaba en el Parque Guzmán Blanco, y antes de este los juegos se realizaban justo al lado, en el campo conocido como el Caribean.
Pues, ya era hora, Valencia tendría su estadio a la altura de los mejores. Se llamaría el Cuatricentenario en honor a la celebración que propició el proyecto. La empresa Constructora Casertano, S.A. se encargó de levantar la estructura bajo la supervisión del ingeniero Rafael A. Arocha. El día de la gran fiesta, el 25 de marzo de 1955, el coso de la zona industrial estaba listo para que el presidente Marcos Pérez Jiménez lo inaugurara.
Aquel día resultó uno nervioso. No por el Estadio, sino por el gran desfile que se llevaría a cabo a lo largo de la Autopista, desde la entrada de la ciudad en San Blas hasta Guaparo. El desfile saludaría al dictador en la Redoma de la Fábrica de Cemento, donde este estaría esperando acompañado del gobernador. Los marchantes eran los jóvenes de todos los institutos educacionales, liceos, colegios y escuelas de la ciudad. La tensión tenía su origen en el reclamo que durante años los carabobeños sostenían a raíz delcierre de la Universidad de Valencia por Cipriano Castro en 1904. Pérez Jiménez venía a casa y el desfile era una oportunidad de lujo para enfrentar al mandatario. El tema de la universidad era uno que molestaba al Presidente y los muchachos tramaban levantar la voz al momento del saludo bajo el grito de: “¡Universidad!”. El aparato de inteligencia del dictador se enteró del plan y se encargó de que aquello no sucediera. Para calmar los ánimos, entre los estudiantes empezó a correr de oreja a oreja la frase final del discurso de orden que el día anterior había pronunciado José Rafael Pocaterra en el Consejo Municipal de Valencia, todo ante la presencia de Marcos Pérez Jiménez: “Valencia, no mendigues. Tú eres madre. Tú pariste a Venezuela” -preñada por los apureños, diría un amigo de San Fernando.
Aquel día los estudiantes marcharon callados, cumpliendo a cabalidad el entrenamiento militar que habían recibido durante seis meses.
El Cuatricentenario había sido inaugurado, y al mismo tiempo en Caracas, en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP), el Venezuela y el Santa Marta colgaban los spikes. Fue entonces cuando un grupo de empresarios de Carabobo se animó a entrar en el negocio de la pelota. Contaban con un estadio nuevo, moderno, con capacidad para 16 mil almas, y la distancia con la capital era manejable en términos económicos. La oportunidad estaba servida. Las gestiones se adelantaron y, mientras el Venezuela se convirtió en Pampero representando a La Guaira, la franquicia del Santa Marta fue adquirida por el grupo de Valencia.
La capital de Carabobo crecía como un centro pujante de la industrialización del país. El nuevo estadio se encontraba además ubicado en la zona industrial de la ciudad. No era de extrañar entonces que la nueva franquicia fuese bautizada bajo el nombre de Industriales de Valencia. De esta manera nacía un nuevo actor en la historia de la LVBP, uno que impactaría de manera importante la Liga durante los trece años que permaneció en la máxima instancia de la pelota criolla, antes de que la franquicia se mudara por un año a Acarigua para finalmente aterrizar en Maracaibo como las Águilas del Zulia.
El debut de Industriales en el Cuatricentenariose se produce al inicio de la temporada 1955-1956 ante los Leones del Caracas. Los capitalinos se impusieron ese día una carrera por cero. Sin embargo, los de Valencia terminaron conquistando la corona, iniciando así un camino de éxitos en el que acumularían el impresionante registro de cinco campeonatos y dos subcampeonatos de la LVBP en sus primeras ocho temporadas, además de un subcampeonato adicional y una corona en la Serie Interamericana de 1961.
La nómina de Industriales habla por sí sola del porqué del éxito de esta franquicia. Si empezamos por los importados de aquella temporada inaugural, destacan nombres como los grandes ligas Ed Bailey, Thom Brown, Jim Pearce y Ron Mrozinski. Si bien contar con cuatro importados de Las Mayores era ya algo importante, la nómina de criollos le proporcionaba al equipo la base para un rendimiento estable a través del tiempo. En ella se encontraban nombres como Emilio “Indio” Cueche, Julián Ladera, Eduardo Monasterios, Pelayo Chacón y el debut de su hermano Elio Chacón, el futuro grande liga, séptimo venezolano en llegar a La Gran Carpa, autor del célebre y controvertido robo de home en la Serie Mundial de 1961 con los Rojos de Cincinnati -el anotador del encuentro lo registró como pass ball-, sin duda una de las glorias de nuestra pelota. Elio se alzó esa temporada con el Premio Novato del Año de la LVBP.
Industriales de Valencia culminó su temporada inicial en la Liga con récord de 33 victorias y 21 derrotas, seis juegos por encima del otro debutante y subcampeón del torneo, Licoreros de Pampero (27-24). Debajo, con balance negativo, quedaron los veteranos del circuito, Leones del Caracas con 24 victorias y 29 reveses; y el sotanero Magallanes con 22 triunfos y 31 derrotas.
La Liga se había extendido oficialmente más allá de los límites de la capital. Nunca más ocurriría una temporada en la que la totalidad de los juegos se celebraran en la ciudad de Caracas. Una nueva etapa comenzaba en la pelota local. Por su parte, los estudiantes de Valencia tuvieron que esperar la caída de la dictadura para ver hecho realidad el sueño de contar con su universidad. En marzo de 1958, la Junta de Gobierno presidida porWolfgang Larrazábal, conformada luego de la huida del país de Pérez Jiménez, devolvió a la ciudad de Valencia su universidad bajo el nombre de Universidad de Carabobo.
El dictador se fue con su misteriosa maleta. Quizá entre sus pesadillas nocturnas en la mansión en Madrid haya alguna vez repasado el episodio ocurrido durante la recepción que, en el marco del cuatricentenario de Valencia, el gobernador general Ricardo Arroyo Lüdert ofreció en su residencia al mandatario. En algún momento de la noche, dos jovencitas se acercaron a saludar al temido uniformado cuando una de ellas le preguntó con tono inocente que cuándo les abrirían la universidad. La tensión en el salón se elevó de manera inmediata. Pérez Jiménez, molesto, respondió que para qué querían una universidad, a lo que la joven contestó: “Es que los muchachos de aquí se van a estudiar a Caracas y no regresan, general, entonces nosotras todas nos vamos a quedar solteras…”.