En la aldea
03 octubre 2024

Daniel Florencio O’Leary (1801-1854), sus cenizas fueron trasladadas al Panteón Nacional en 1882, procedentes de Bogotá.

Daniel Florencio O’Leary: el edecán irlandés

En marzo de 1818 y como alférez al mando de Henry Wilson, fue un uno de los integrantes de la llamada Legión Británica. Un irlandés que llegó al país para quedarse, y entre las responsabilidades que más apreciaba fue ser el edecán de Simón Bolívar. Ocupó cargos de relevancia en el mundo militar y civil, dentro y fuera de Venezuela. Pero su mayor valor como protagonista de nuestra historia fue haber sido uno de los albaceas y defensores del Archivo de Bolívar. Gracias a Daniel Florencio O’Leary los venezolanos cuentan con el mayor testimonio de lo dicho, hecho y escrito por El Libertador.

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Rafael Arráiz Lucca | 16 enero 2022

Que nosotros sepamos, ninguno de sus biógrafos ha dado con el día exacto de su nacimiento en Cork (Irlanda), en 1801. Sabemos que fue hijo de Jeremías O’Leary y Catalina Burke. Su madre, era pariente de Edmund Burke (1729-1797), el filósofo y político irlandés de señalada importancia para el pensamiento liberal. La familia a la que llega Daniel Florencio O’Leary Burke es católica, como es natural en Irlanda. Su infancia y adolescencia transcurren en medio de las tensiones entre Inglaterra e Irlanda, entre el protestantismo y el catolicismo, y bajo la influencia de Daniel O’Connell, el abanderado del nacionalismo irlandés y abogado de la causa separatista.

Suponemos que la decisión del muchacho de embarcarse hacia Venezuela está vinculada con la influencia de O’Connell, quien admiraba la gesta libertadora de Simón Bolívar, y buscaba una autonomía similar para Irlanda. Pero, la verdad es que se sabe muy poco de las causas que lo llevaron tan joven a alejarse de Cork, con su río Lee y su bahía ancha. Afirma uno de sus biógrafos, Edgardo Mondolfi Gudat, que “ni siquiera conocemos del grado de educación que pudo llegar a recibir en Cork” (Mondolfi, 2006:12).

Lo que sí sabemos es que gracias a las gestiones de Luis López Méndez, por indicaciones de El Libertador, O’Leary es uno de los integrantes de la Legión Británica que comienza a llegar a Venezuela a partir de 1817 y hasta 1820, contratada por López Méndez y Bolívar. Gracias al estudio de Matthew Brown, Aventureros, mercenarios y legiones extranjeras de la Gran Colombia, conocemos la cifra de 6.808 personas, discriminadas así: “720 en 1817, de los reclutados por López Méndez que llegaron con Hippisley; 1.200 en 1818-1819 de los que llegaron con James Towers, y 572 de los que llegaron en 1819 con George Elsom, ambos contingentes de la llamada Legión Británica; 300 en 1819 de la llamada Legión Hanoveriana, presidida por Johannes Von Uslar; 1.729 entre 1819 y 1820 de la llamada Legión Irlandesa, reclutada por John Devereux; y 900 de las Legiones de MacGregor, en 1819 ambas. Brown suma un rubro de “Otros individuos” donde cifra 387 y otro de “Aventureros marinos” donde estampa 1.000” (Brown, 2010:56). Estas son las cifras, hasta ahora, mejor documentadas, ya que de los 6.808 su autor cuenta con fichas biográficas y precisas de la mitad.


Daniel Florencio O’Leary (1801-1854), sus cenizas fueron trasladadas al Panteón Nacional en 1882, procedentes de Bogotá.

“El tamaño de la deuda que tenemos los venezolanos con este irlandés excepcional, cuyo fervor y trabajo de acopio nos dejó un acervo documental único”


Israel Peña en su biografía de O’Leary nos informa que el joven irlandés llegó a Angostura en el bergantín Conquistador y formaba parte del cuerpo de los Húsares Rojos, que había salido de Inglaterra y hecho escala en la isla de Grenada. O’Leary venía como alférez al mando de Henry Wilson, y se estima que llegaron en marzo de 1818. En Angostura estuvieron unos días chapuceando el español hasta que en abril llegó otro contingente al mando de Gustavo Hippisley. A todos los recibe Carlos Soublette como jefe del Estado Mayor y los envía a San Fernando de Apure (por el Orinoco) y llegan a esta ciudad el 22 de mayo. Todos se reúnen con las tropas de José Antonio Páez.

De este encuentro es fruto la malhadada idea de Wilson de desconocer a Bolívar y reconocer a Páez como jefe, cosa que terminó muy mal para él, ya que fue detenido y expulsado del país. Por su parte, O’Leary no se sintió a gusto en aquel ambiente poco civilizado de las tropas paecistas y regresó a Angostura a ponerse a las órdenes de Bolívar, a quien ansiaba conocer. Soublette lo destina a la Guardia de Honor de El Libertador, al mando de José Antonio Anzoátegui en las Misiones del Caroní.

El 27 de marzo de 1819 lo tenemos en su primera Batalla del Trapiche de la Gamarra. Es ascendido a capitán. El 2 de abril presencia la hazaña de Páez en las Queseras del Medio. Los meses siguientes participa en las preparaciones de la Campaña de Nueva Granada. En ella, batallará como edecán de Anzoátegui. 

En la conquista de Nueva Granada (1819)

En sus Memorias dejó escrito lo que significó el Paso de los Andes para el ejército libertador. Recordemos que O’Leary estará todos estos años tomando notas para las narraciones a las que les dará forma en Jamaica, entre 1830 y 1833. En ellas se lee sobre este episodio: “Los soldados que habían recibido raciones de carne y arracacha para cuatro días, las arrojaban y solo se curaban de su fusil, como que eran más que suficientes las dificultades que se les presentaban para el ascenso, aun yendo libre de embarazo alguno. Los pocos caballos que habían sobrevivido perecieron en esta jornada. Tarde de la noche llegó el ejército al pie del Páramo de Pisba y acampó allí; noche horrible aquella… El efecto del aire frío y penetrante fue fatal en aquel día para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente enfermos muchos de ellos y a los pocos minutos expiraban. La flagelación se empleó con buen éxito en algunos casos para reanimar a los emparamados y así logró salvarse a un coronel de caballería… Aquella noche fue más horrible que las anteriores, y aunque el campamento estaba más abrigado y era menos frecuente la lluvia, perecieron muchos soldados a causa de sus sufrimientos y privaciones… El 6 llegó la división de Anzoátegui a Socha… La caballería había llegado sin un solo caballo… Las tropas estaban sin vestido, los hospitales llenos y el enemigo se encontraba a pocas jornadas…” (O’Leary, 1981, tomo 26:565-566).

En la Batalla del Pantano de Vargas el 25 de julio de 1819 es herido en la frente el edecán irlandés. Su primera herida de guerra. No obstante, está en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto, siempre con Anzoátegui. Estará presente en la apoteosis de Bogotá, cuando Bolívar, Santander, Anzoátegui y Soublette entran triunfantes a la ciudad el 10 de agosto. Luego, sigue con Anzoátegui hacia Pamplona y está en el momento de la muerte inesperada del general el 15 de noviembre de 1819. Queda ahora a las órdenes de Bartolomé Salom y luego de Rafael Urdaneta, hasta que pasa a las órdenes directas de El Libertador como uno de sus edecanes en los primeros meses de 1820. Estará en Cúcuta varios meses, sitio en el que conoce al general Antonio José de Sucre, y es entonces cuando Bolívar lo asigna como secretario del general en las negociaciones del Armisticio.

En la firma del Armisticio (1820)

En estas tratativas nacerá una amistad venturosa entre Sucre y el irlandés. Allí estará en los diálogos que desembocan en la firma del Tratado de Paz entre Pablo Morillo y Simón Bolívar el 25 de noviembre de 1820, conducido por Sucre desde el factor patriótico. Refiere Peña que O’Leary conoció a Morillo y recibió el civilizado trato del español, invitándolo a la mesa. Firmado el Armisticio el joven irlandés regresa a sus tareas de edecán de El Libertador.

Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (I Parte)
Simón Bolívar, El Libertador (1783-1830). 

En sus Memorias está muy bien relatado el momento en que O’Leary se ha adelantado a anunciar el próximo arribo de Bolívar, y acompaña a Morillo a esperar al Libertador. Cuando el grupo se ve venir a lo lejos, le pregunta Morillo al irlandés cuál es Bolívar, y al este señalárselo, afirma: “¿Cómo, aquel hombre pequeño de levita azul, con gorra de campaña y montado en una mula?” (O’Leary, 1981, tomo 27: 57). Y, más adelante apunta el memorialista: “La noche puso fin a los regocijos del día, pero no separó a los generales rivales. Bajo un mismo techo y en un mismo cuarto durmieron profundamente Bolívar y Morillo; desquitándose tal vez de las muchas noches de vela que mutuamente se habían dado” (O’Leary, 1981, tomo 27: 58).

En la Batalla de Carabobo (1821)

El 24 de junio de 1821 estará O’Leary como edecán de Bolívar en el campo de Carabobo, y luego entrará con él a Caracas en fiesta, ciudad desconocida para el irlandés. Luego, seguirá con Bolívar a su Hacienda en San Mateo a descansar por unos pocos días. Se irá con su jefe hacia Maracaibo y desde allí viajará en misión a Jamaica en los primeros días de septiembre. Le ha sido encomendada la compra de uniformes para el Ejército. Regresa en octubre y sigue directo a Bogotá, donde el Presidente de la República de Colombia despacha, una vez elegido por el Congreso de Cúcuta, junto con su vicepresidente, Francisco de Paula Santander. Bolívar está preparando la Campaña del Sur, cuyo primer paso será moverse con su ejército a Popayán y Pasto.

Al no más enterarse de la incorporación de la zona de Panamá al proyecto colombiano en enero de 1822, Bolívar envía a O’Leary al istmo a ordenar que las tropas formadas allá naveguen hacia Guayaquil para ponerse a las órdenes de Sucre, quien las necesita para su inmediato futuro. Al regresar, O’Leary es designado por Bolívar para continuar a las órdenes de Sucre. Por ello está en la Batalla de Pichincha.

En la Batalla de Pichincha (1822)

El 24 de mayo de 1822 tiene lugar la Batalla, en ella destacan el general Sucre, genio estratégico de la contienda, José María Córdoba, Abdón Calderón y O’Leary, a quien Sucre encomienda ofrecerle al mariscal de campo Melchor Aymerich una honrosa capitulación. Una vez concluida la Batalla, Sucre asciende a O’Leary a teniente coronel. Luego, todos entran triunfantes a Quito, entre ellos Bolívar el 15 de junio, día en que conoce a Manuela Sáenz Aizpuru.


Daniel Florencio O’Leary (1801-1854), sus cenizas fueron trasladadas al Panteón Nacional en 1882, procedentes de Bogotá.

“Ante la situación de Venezuela, donde las municipalidades de Valencia y Caracas han dispuesto que el general Páez asuma el mando y separe al país de Colombia, Bolívar envía a O’Leary a dialogar con el general llanero, previo a su último viaje a Venezuela, en 1827”


Bolívar sigue hacia Guayaquil y entra en la ciudad porteña el 11 de julio. Le sigue su edecán irlandés. Va a tener lugar la célebre entrevista con José de San Martín el 25 y 26 de julio de 1822. Sobre San Martín no se expresa con simpatía el irlandés en sus Memorias, tampoco denosta de él, pero en la comparación con Bolívar, por quien O’Leary sentía devoción, el Libertador del Sur queda disminuido. Concluido el encuentro, y sumado Guayaquil a Colombia, Bolívar envía adelantado a O’Leary a Lima para reunirse con Sucre, y luego regresa al cuartel bolivariano. Irá después con El Libertador a Perú y desde allí este lo enviará a Chile, a buscar dinero.

En Chile (1824-1825)

El 19 de noviembre de 1823 llega O’Leary a Santiago de Chile en busca de un préstamo que solicita El Libertador para seguir la campaña de liberación de Perú. Su misión en Chile se extendió por año y medio, tiempo desesperante para el irlandés, quien prefería estar en el campo de batalla con Bolívar. No logró su objetivo.

Cuando O’Leary entra en el Puerto del Callao en febrero de 1825 ya ha tenido lugar la Batalla de Ayacucho. Le informa de sus trabajos diplomáticos infructuosos a Bolívar, y se pone a sus órdenes de nuevo como edecán. Lo acompaña en un recorrido largo por tierras peruanas y del Alto Perú. Arequipa, Cusco, Puno, Titicaca, La Paz, Potosí, Chuquisaca. Son los tiempos de la redacción de la Constitución de Bolivia por parte de El Libertador, y de la apoteosis de su epopeya. Regresan a Lima, donde los hallamos en febrero de 1826.

En misión a Venezuela (1826)

Ante la situación de Venezuela, donde las municipalidades de Valencia y Caracas han dispuesto que el general Páez asuma el mando y separe al país de Colombia, Bolívar envía a O’Leary a dialogar con el general llanero, previo a su último viaje a Venezuela, en 1827. Así, el edecán irlandés irá primero a Bogotá, donde se entrevista con el vicepresidente Santander, factor esencial de las diatribas de Páez, y sigue hacia Valencia y luego baja a Apure, donde está el general. La reunión tiene lugar en Achaguas. Durante once días estuvieron en diálogo.

Sobre esta misión se ha escrito mucho. Una vez leídas las distintas interpretaciones, concluyo en que O’Leary influido por Santander en su paso por Bogotá rumbo a Caracas, soñó con un plan alocado de llevar a Páez a la fuerza a Bogotá y, además, según Bolívar, argumentó frente a Páez más con líneas de Santander que con las suyas. Por supuesto, fracasó en todo. Páez no cedió un ápice en su posición y, para colmo, Bolívar se molestó muchísimo con O’Leary, e incluso lo recibió heladamente a su regreso a Bogotá. Advertido, como estaba, de que O’Leary había actuado más en nombre de Santander que en el suyo.

Carlos Soublette (1789-1870) / José Antonio Páez (1790-1873).

Bolívar parte hacia Caracas y no lleva a O’Leary como edecán. Se ha producido una ruptura. Sin embargo, la defensa ardorosa que hace el irlandés de Bolívar en Bogotá, durante sus seis meses de ausencia, aviene de nuevo el espíritu de El Libertador hacia su edecán. Cuando regresa Bolívar a Bogotá, y prepara la Convención de Ocaña, O’Leary vuelve a su condición de edecán.

En lo personal, el irlandés se ha enamorado y se casa el 19 de febrero de 1828 en Bogotá con Soledad Soublette y Xérez de Aristiguieta, la hermana del general Carlos Soublette. Con ella tendrá nueve hijos: Soledad (1828); Simón Bolívar (1830); Bolivia (1831); Carlos (1835); Ana (1841); Carolina (1842); Arturo (1845); Daniel (1846),  y Oscar (1848). Soledad le sobrevivirá varios años, y fallecerá en Bogotá el 5 de agosto de 1883 a la edad de 77 años. Había nacido en La Guaira el 24 de abril de 1806.

En Ocaña (1828)

El 9 de abril de 1828 se instala la Convención de Ocaña. Bolívar se aposenta en Bucaramanga y desde allí monitorea la asamblea a través de O’Leary, quien va y viene con indicaciones de El Libertador. De esa estadía surge el Diario de Bucaramanga de Luis Perú de Lacroix y en este texto puede leerse un retrato que del irlandés hace Bolívar. Antes del retrato, explica por qué Diego Ibarra y O’Leary ostentan, ambos, el título de primeros edecanes.

Afirma Bolívar: “Tiene más amor propio y vanidad que orgullo. Hablo de ese amor propio, noble orgullo, altivo, sostenido y lleno de dignidad que generalmente tienen los caballeros ingleses. Tiene en sus modales, más que en el carácter, una dulzura, una suavidad que lo hace aparecer afeminado; pero ¡qué engañoso es aquel aire dulce y bondadoso! Es el áspid escondido entre las flores, desgraciado del que lo toque. Su odio es profundo y permanente. Le sobran conocimientos generales sobre varias materias, tiene memoria, facilidad y talento; pero su juicio no es siempre acertado, y por eso, desatendiendo la comisión que le di en Lima en el año de 1826 para el general Páez, se encargó de otra en Bogotá, enteramente opuesta a la mía, que le dio Santander para el mismo Páez. Sin embargo, supo volver a mi gracia, aunque resfrió por algún tiempo mi confianza. En Ocaña, ha creído engañar a los que lo tienen engañado, y aún confía en el buen resultado de sus maniobras. Sin embargo, tiene astucia, viveza, malicia e hipocresía. Es excelente para ciertas comisiones. Como militar no carece de valor ni de conocimientos para un mando en jefe; pero nunca podría tomar aquel ascendiente, aquel influjo, aquel prestigio tan indispensable para el mando: no sabe electrizar ni mover a los hombres. Es interesado, egoísta y oculta mal sus defectos” (Bolívar, 2010: 211-212).

Como vemos, un juicio favorable, pero también agudamente crítico. Nada que pueda extrañarnos: Bolívar conocía muy bien a sus hombres, aunque a veces también se equivocaba, como es natural.

En la guerra entre Colombia y Perú (1828)

O’Leary regresa a Bogotá con la alegría del inminente nacimiento de su primera hija, Soledad, pero está obligado a cumplir una nueva misión asignada por Bolívar. Ir a parlamentar con el presidente de Perú, José de La Mar, quien parece decidido a declararle la guerra a Colombia. Hecho que finalmente ocurre y conduce a la Batalla del Portete de Tarqui, siempre dentro del proceso de disolución de Colombia, al que Bolívar se resistía denodadamente.


Daniel Florencio O’Leary (1801-1854), sus cenizas fueron trasladadas al Panteón Nacional en 1882, procedentes de Bogotá.

“A principios de 1830 Bolívar lo designa Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Colombia en los Estados Unidos”


En mi libro Venezuela: 1728-1830. Guipuzcoana e Independencia trabajo la situación: “La oposición a Bolívar continuó en el sur de Colombia. José María Obando se alzó en Popayán y se le sumó José Hilario López y ambos estimularon a de La Mar, al frente de Perú, para que la emprendiera en contra de Bolívar. Este, por su parte, se mueve de Bogotá hacia el sur a parlamentar con Obando y lo convence de que deponga las armas. Llegan a un acuerdo. Mientras tanto, el 27 de febrero de 1829 el mariscal Sucre y Juan José Flores derrotan a La Mar y Gamarra en el Portete de Tarqui, cerca de Cuenca, hoy Ecuador. Los peruanos habían invadido a Colombia en oposición a Bolívar. Como vemos, se había abierto la Caja de Pandora y los demonios oposicionistas al centralismo bolivariano estaban sueltos. De hecho, ya Gamarra había obligado a Sucre a renunciar a la Presidencia de Bolivia en 1828. La descomposición del mapa bolivariano se generalizaba” (Arráiz Lucca, 2011: 195-196).

Entre las fuerzas patriotas estaba O’Leary quien, gracias a sus actuaciones en el campo de batalla, es ascendido a general de brigada por el mariscal Sucre. Regresa de inmediato a Bogotá donde le espera su esposa y su hija recién nacida. Pocos meses está en el calor del hogar antes de salir de nuevo en campaña.

La muerte de José María Córdova (1829)

Esta vez se trata del alzamiento del general José María Córdova en contra de Bolívar, el 8 de septiembre de 1829. Recordemos que en abril de 1829 Bolívar regresa a Bogotá para encontrarse con la proposición de sus seguidores de instaurar una monarquía. Incluso, su Consejo de Ministros llegó a hablar con representantes de Francia y el Reino Unido. La idea que barruntaban Urdaneta y otros era que el Libertador fuese un Rey que al momento de morir lo sucediese un Príncipe europeo. Estas iniciativas se basaban en sugerencias titubeantes de El Libertador, que había expresado que una solución para Colombia podría ser buscar la protección de Gran Bretaña, pero finalmente Bolívar, después de dudar y guardar silencio, se expresó en contra del proyecto monárquico que ya estaba muy avanzado, y que así había sucedido porque el propio Bolívar lo había permitido con su silencio y sus sugerencias.

Rafael Urdaneta (1788-1845) / Antonio José de Sucre (1795-1830).

No obstante la posición final de Bolívar acerca del proyecto, Córdova en el sur no se enteró de ello sino de su vacilante aceptación, y por ello se alzó en armas en contra del Bolívar monárquico. Fue entonces cuando El Libertador envió a O’Leary al frente del Ejército y este derrotó a Córdova en El Santuario, cerca de Medellín, el 17 de octubre de 1829. Después de derrotado, Córdova fue cruelmente ejecutado por otro irlandés, Rupert Hand, sin que la orden de hacerlo hubiese emanado de O’Leary.

Concluida la misión, O’Leary regresa a casa en Bogotá y a principios de 1830 Bolívar lo designa Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Colombia en los Estados Unidos, pero a la vez lo envían al Zulia, donde tampoco puede llegar. Se queda en Cúcuta varios meses esperando instrucciones, y presencia el intento infructuoso de avenimiento entre Sucre, enviado por Bolívar, y Santiago Mariño, enviado por Páez, para evitar la disolución de Colombia.

Llega tarde a la muerte de Bolívar en Santa Marta el 17 de diciembre de 1830, pero asiste a su entierro en la Catedral de la ciudad. Regresa a Cartagena con su familia y decide precipitadamente irse a Jamaica, ante la hostilidad del nuevo gobierno colombiano. Zarpa en abril de 1831.

Jamaica (1831-1833)

En la isla inglesa se dedica a organizar los papeles que ha ido recogiendo desde 1818 y a darle forma a los 34 tomos con que contamos hoy de las Memorias del general O’Leary. Pedro Grases en un trabajo luminoso publicado en 1953 nos explica su contenido. Recordemos que Bolívar antes de morir ordenó la destrucción de su Archivo, pero sus albaceas no le hicieron caso, felizmente. El Archivo llegó a Jamaica donde se repartió en tres toletes: Daniel Florencio O’Leary (1819-1830), Pedro Briceño Méndez (1813-1818) y el resto, el albacea Juan Francisco Martín.

A la parte que le correspondió al irlandés, este le añadió a lo largo de los años nuevos fragmentos solicitados a muchos otros protagonistas de la época, incluido Pablo Morillo a quien visitó en 1835 en La Coruña, y además escribió propiamente la crónica de los hechos en tres tomos. En suma, las Memorias están organizadas así: Tomos I a XII, correspondencias de hombres notables con el Libertador; Tomos XIII al XVI, documentos; Tomos XVII, XVIII y Apéndice, la Narración de O’Leary; Tomos XXIX, XXX y XXXI, las cartas de El Libertador.


Daniel Florencio O’Leary (1801-1854), sus cenizas fueron trasladadas al Panteón Nacional en 1882, procedentes de Bogotá.

“En 1841, cuando no llega a tener un año de haber vuelto a Venezuela es designado por el Reino Unido como Encargado de Negocios en Caracas y Cónsul en Puerto Cabello”


Recordemos que esta obra monumental se la vendió su hijo Simón Bolívar O’Leary al gobierno de Antonio Guzmán Blanco y fue publicada entre 1879 y 1888, organizada por el hijo ya mencionado. La disposición testamentaria del padre, fallecido en 1854, indicaba que solo podían publicarse después de 1860. Pues bien, de todos los papeles que forman el Archivo de El Libertador, organizado por Vicente Lecuna, el porcentaje mayor proviene de la obra de O’Leary, este es el tamaño de la deuda que tenemos los venezolanos con este irlandés excepcional, cuyo fervor y trabajo de acopio nos dejó un acervo documental único.

Londres y La Coruña (1834-1837)

Los tres años que pasó O’Leary en Jamaica los vivió con su familia hasta que regresaron todos a Caracas en 1833. Gobernaba José Antonio Páez y el cuñado del irlandés era el secretario de Guerra y Marina, Carlos Soublette. En 1834 es designado secretario de la misión diplomática que encabeza Mariano Montilla rumbo a Londres, con el objeto de buscar el reconocimiento de Venezuela como Estado independiente por parte del Reino Unido. Logran su cometido. O’Leary tiene la oportunidad de ir a Cork a visitar a su madre, a quien no ve desde 1818.

En 1835 Montilla es sustituido en la misión por Soublette y O’Leary que se mueve a Londres desde París, donde estaba perentoriamente. Ambos viajan a La Coruña, donde son hospedados por Pablo Morillo, con gran regocijo. Siguen a Madrid a avanzar con las gestiones de reconocimiento de España del nuevo Estado venezolano. No avanzan demasiado. Están todo el año de 1836 y al siguiente regresan a Londres, donde Soublette recibe la noticia de haber sido electo Presidente de la República para terminar el período de José María Vargas y regresa a Venezuela en 1837. O’Leary se va a Italia, y Soublette le encarga buscar un concordato entre El Vaticano y el Estado venezolano. No lo logra, pero es muy bien tratado en términos diplomáticos. Allá estará entre 1838 y 1839. Al año siguiente regresa a Caracas.

Encargado de Negocios en Caracas (1840-1843)

En 1841, cuando no llega a tener un año de haber vuelto a Venezuela es designado por el Reino Unido como Encargado de Negocios en Caracas y Cónsul en Puerto Cabello. Participa en la traída de los restos de Bolívar a Caracas en 1842 y, por su intermedio, el gobierno venezolano le encarga al escultor Pietro Tenerani, a quien había conocido en Roma, el monumento que está hoy en día en el Panteón Nacional. En abril de 1843 le entrega el cargo a Belford Hinton Wilson y es nombrado a finales de año Encargado de Negocios y Cónsul General en Bogotá en representación de Gran Bretaña.

Encargado de Negocios y muerte en Bogotá (1843-1853)

Los últimos diez años de su vida los pasará en la capital de la República de Nueva Granada. A partir de 1851 comienza a entristecerse. Sus biógrafos no lo dicen claramente, pero pareciera una severa depresión la que padece el general O’Leary. En todo caso, busca ayuda en Londres en 1853, y también va a Irlanda. Se repone un tanto de sus melancolías y regresa vía Nueva York, donde visita a Páez y al doctor Vargas, quien estaba allí tocando las puertas de la muerte. El viaje lo ha hecho con su hijo Simón. Están de vuelta en Bogotá en diciembre de 1853. El reencuentro con su numerosa familia es reconfortante. El 23 de febrero de 1854 en la noche, según su biógrafo Peña, “un ataque de apoplejía le acomete súbitamente, y pocas horas después, en la madrugada del 24, rinde su existencia” (Peña, 1984: 47-48).

Antonio Guzmán Blanco en 1881 decreta que sus restos sean traídos de Bogotá para que descansen en el Panteón Nacional al lado de El Libertador, como si fuese un edecán ad aeternitatem. El traslado ocurre en 1882. Allí están sus cenizas. Merecido homenaje de los venezolanos al general Daniel Florencio O’Leary Burke.

Bibliografía:
-Bolívar, Simón (2010). Bolívar esencial. Bogotá, ediciones de la revista Número.
Obras Completas (1947). La Habana, editorial Lex.
-Grases, Pedro (1981). Obras Completas, Tomo 3. Barcelona, editorial Seix Barral.
-Mondolfi Gudat, Edgardo (2006). Daniel F. O’Leary. Caracas, BBV N° 28, El Nacional-Banco del Caribe.
-O’leary, Daniel Florencio (1981). Memorias del general O’Leary. Caracas, Ministerio de la Defensa.
-Peña, Israel (1984). Biografía de Daniel Florencio O’Leary en Biografías
Escolares
. Caracas, Fundación Eugenio Mendoza.
-Pérez Moreno, Ana Cristina (1997). Entrada O’Leary en el Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar.
-Rumazo González, Alfonso (1983). “Daniel Florencio O’Leary” en Los libertadores de Venezuela. Caracas, Meneven.

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