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17 mayo 2024

El Béisbol en Venezuela: César Tovar, el señor versatilidad (y III Parte)

“El retiro de César Tovar se produjo al final de la temporada 85-86. En nuestra liga este gigante dejó números que lo sitúan en lo más alto de la élite de la LVBP. Al bate, César dejó un promedio de por vida de .286, con 1.224 inatrapables (cuarto puesto en la historia de la LVBP), 191 dobles (tercer puesto), 39 triples (cuarto puesto), 146 bases robadas (segundo puesto) y 635 carreras anotadas (segundo en la historia)”.

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Félix Seijas Rodríguez | 21 octubre 2022

La carrera profesional de César Tovar empezó de una manera particular para la época. Si bien hoy es común que un pelotero se pasee por Las Menores en el sistema de las Grandes Ligas, e incluso haga el grado con el equipo grande sin que el fanático promedio en Venezuela lo haya escuchado nombrar, en los tiempos de César aquello no sucedía.

De hecho, ninguno de los nueve criollos que para 1959 habían debutado en Las Mayores había viajado al norte sin antes haber salido al terreno con algún equipo profesional en el país -o semiprofesional, como se le llama a la primera división, predecesora de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP)-. Los primeros cuatro, El “Patón” Carrasquel, “Chucho” Ramos, “Terremoto” Ascanio y el “Chico” Carrasquel, lo hicieron luego de algunos años de experiencia en el país. Los siguientes cinco, Pompeyo Davalillo, Ramón Monzat, Luis Aparicio, Elio Chacón y Víctor Davalillo, aterrizaron en Las Menores luego de su temporada debut en la LVBP.

Regresemos ahora al mes de enero de ese año 1959, cuando el caraqueño aún era jugador doble A y Gustavo Gil lo “coleó” en su firma con Cincinnati. César no recibió nada por la firma, así que los Rojos se llevaron aquella ganga casi de contrabando. Eso sí: antes de partir para el norte, el muchacho nacido en Quebrada Honda fue fichado por el “Negro” Prieto y Pompeyo Davalillo para los Leones del Caracas. ¡Ese Negro siempre avispado! Gustavo Gil, por su parte, fue capturado por Industriales de Valencia. De manera que, aunque César acababa de firmar con el Caracas cuando tomó el avión para los Estados Unidos, su debut con los melenudos no se produjo sino hasta después de que este había regresado de su primer año con el Geneva Redlegs, sucursal de Cincinnati.

“Si hablamos del Caracas, el trabajo de César y Vitico a lo largo de 16 años los consolidó como figuras icónicas de la franquicia (…) lo que estos peloteros lograron con los Leones es de tal dimensión, que aún hoy ocupan el primer puesto en varios renglones ofensivos de la organización”

Lo cierto es que ese año ambos jugadores despegaron de Maiquetía para vivir su primera experiencia profesional, dejando a la selección doble A de Distrito Federal sin dos piezas valiosísimas para el campeonato nacional de 1959.

En cuanto a Tovar, el caraqueño era bien conocido por la “fiebre” insaciable que guardaba por el béisbol. Así que no es difícil imaginarlo haciendo su trabajo en el norte mientras soñaba con el debut en Venezuela. Al terminar la temporada con la filial de Cincinnati, el muchacho debe haber hecho su maleta y arrancado ligerito para el aeropuerto. La camisa a rayas del equipo capitalino esperaba por él.

Ya en Caracas, César se presentó en el Universitario para unirse a los Leones. Supongo que la primera vez que Tovar entró al clubhouse de los melenudos y se encontró con Víctor Davalillo, una especie de coro celestial se escuchó por todo el Estadio. Vaya momento. Este par se debe haber saludado sin sospechar que en poco tiempo se convertirían en quizá la mejor combinación abridora de cualquier alineación en la historia de nuestra pelota. Para ese momento, Davalillo comenzaba su tercer año en la Liga, aún en el doble rol de lanzador y jardinero.

El 22 de octubre de 1959, en la ciudad de Valencia, Tovar debutó en la LVBP cubriendo la segunda almohadilla de los capitalinos, posición que ocupó durante la mayor parte de esa temporada. ¡Y vaya debut! Mencionar a quienes le acompañaron en el cuadro aquel día haría sudar a cualquier novato. El campocorto lo ocupaba nada más y nada menos que el ya veterano y primer gran ídolo carismático de nuestro béisbol, Alfonso “Chico” Carrasquel, mientras que en la antesala se paraba otra figurar espetada dentro del diamante, Pompeyo Davalillo; y, como si fuese poco, en la inicial estaba una gloria de nuestro deporte, miembro de los héroes del ‘41, el veterano Guillermo Vento. Por su parte, Vitico abría el juego por el Caracas desde la lomita. César, además, tenía aquel día como rival a su amigo Gustavo Gil, con quien meses antes había debutado en el norte vistiendo la camisa de los Redlegs, y que ahora les tocaba hacerlo en Venezuela, solo que en esta ocasión Gil vestía los colores de los Industriales de Valencia. Ese día Tovar conectó sus primeros dos inatrapables de los 1.224 que despacharía en su carrera en la LVBP. Él y Vitico alinearon octavo y noveno respectivamente en el orden al bate. Luego se consolidarían como los dos primeros de la batería, Davalillo primero y Tovar segundo.

La fiebre de César sufrió un espasmo esa temporada. En el mes de noviembre el “Patón” Carrasquel le rompió la mandíbula a Moncada, administrador de Pamperos, episodio que le valió la suspensión por dos años de la Liga, decisión que a su vez llevó a los peloteros a declarar la primera huelga en la historia de la LVBP. Quizá César no se había portado muy bien ese año, ya que justo en Navidad el Niño Jesús le trajo carbón, en la forma de suspensión definitiva del torneo. Bueno, tampoco lo trató del todo mal. Tovar, que participó en todos los juegos del equipo en aquella temporada truncada, dejó promedio al bate de .243 con 14 carreras empujadas, 4 jonrones y un slugging de .396, lo que junto a su desempeño con el guante le valió la distinción de Novato del Año. Con esto el caraqueño sumó su nombre al de otros cuatro caraquistas en conseguir tal honor: Alfonso “Chico” Carrasquel, José “Carrao” Bracho, Emilio Cueche y Pompeyo Davalillo. Carrasquel y Davalillo fueron sus compañeros de equipo ese año, mientras que el “Carrao” acababa de irse a Oriente y Cueche, que tenía años sin pertenecer a los Leones, regresaría con el equipo la siguiente temporada.

Lo que siguió para César Tovar en la LVBP fueron años de gloria. Durante 19 zafras compartió alineación con Vitico (16 con Leones, 1 con los Tibuleones y 2 con los Tigres de Aragua), período en el que destrozaron la Liga con números únicos para cualquier dupla en la historia. Este par sumó jugando juntos 2.270 imparables, 1.106 carreras anotadas y 273 bases estafadas en 1.855 juegos, para un promedio de bateo combinado de .311 (.332 para Vitico y .291 para César). Cuando a un lanzador le tocaba abrir contra estos señores en los dos primeros puestos del line up, seguro cruzaba por su cabeza pensamientos tales como: “si alguna vez voy a lanzar un juego sin hits ni carreras, ese día no es hoy”.

“En el torneo 79-80 reapareció en la LVBP, ahora con la camisa de las Águilas del Zulia, donde jugó sus últimas siete temporadas y donde derrochó, como era su naturaleza, carisma, talento y energía”

Si hablamos del Caracas, el trabajo de César y Vitico a lo largo de 16 años los consolidó como figuras icónicas de la franquicia. Imaginen aquello: con Leones, Davalillo cosechó 13 temporadas bateando sobre .300; mientras que Tovar lo hizo en 7 ocasiones. Todo esto a la vez que conquistaban cinco anillos de campeones con el equipo. Lo que estos peloteros lograron con los Leones es de tal dimensión, que aún hoy ocupan el primer puesto en varios renglones ofensivos de la organización. No es difícil entonces entender el impacto que tuvo en la fanaticada, y en especial en la de los Leones, el cambio de este par de estrellas a los Tigres de Aragua para la temporada 76-77. En cualquier caso, la molestia de la fanaticada caraquista no duró mucho. La apuesta que la directiva había hecho por la generación de relevo dio frutos en poco tiempo. Dos años después de cambiar al dúo estelar, los Leones conquistaron el torneo 77-78, y en dos años más empezaron a labrar el histórico tricampeonato de las campañas 79-80, 80-81 y 81-82. ¿Cuál era la apuesta? Descansar el futuro del equipo sobre unos novatos de nombres Jesús Marcano Trillo, Baudilio Díaz, Antonio Armas y Wilibaldo Quintana. ¡Qué tiempos aquellos!

Si bien el movimiento tomó por sorpresa tanto a César como a Vitico, el hecho de que se fuesen juntos y con el mismo destino pudo haber suavizado el sinsabor del momento. Además, pronto tendrían otro motivo para celebrar. En la primera campaña de Tovar con los Tigres, la difícil meta de los mil imparables en la Liga estaba a su alcance: el caraqueño había terminado la zafra anterior con 985 en su haber. Davalillo, por su parte, había alcanzado hito dos años antes con los Leones.

El club de los mil hits es uno muy exclusivo en nuestra pelota. Al día de hoy, a él pertenecen solo ocho jugadores. Para el momento en el que Tovar tenía la cifra a la vista, solo tres peloteros la habían alcanzado: Luis “Camaleón” García, Teolindo Acosta y Vitico. Los dos últimos estaban aún activos y también vestían para el momento la camisa de Aragua.

El sueño de Tovar se materializó el 13 de noviembre de 1976 ante las Águilas del Zulia. En su último turno del encuentro, en la novena entrada, el veterano pescó un envío del grande liga de los Dodgers de Los Angeles, Dennis Lewallyn, para cruzar la puerta de entrada hacia la inmortalidad. Ahí lo recibieron Teolindo y Davalillo. Los Tigres de Aragua se convirtieron en ese instante en el único equipo en la historia de la LVBP en tener en su roster al mismo tiempo a tres miembros del club de los mil inatrapables. Años después, en la temporada 2006-2007, Cardenales de Lara tuvo a dos miembros del club en su roster, Luis Sojo y Robert Pérez, con la particularidad de que ambos alcanzaron la cifra esa misma temporada, que también fue la última de Sojo como jugador activo.

Dos temporadas después Tovar pasó a las Águilas del Zulia, mientras que Víctor se quedaba en Aragua. Por primera vez en casi dos décadas el “one- two” estelar de Venezuela no vestiría el mismo uniforme en la LVBP. Por el resto de sus carreras, César y Vitico no volvieron a figurar en la misma alineación.

“César Tovar falleció el 14 de julio de 1994 cuando recién había cumplido 54 años. Hemos hablado de todas sus cualidades como pelotero. Quisiera cerrar estas líneas exaltando también su calidad humana”

La fanaticada de Aragua resintió también la ida de Tovar. Tener a estos dos jugadores en el equipo, aunque ya en su etapa de veteranos, era un lujo. César no jugó en Venezuela en la zafra 78-79. Esos años estuvo en la Liga Mexicana donde dejó también memorias indelebles en quienes tuvieron la oportunidad de verle jugar. En el torneo 79-80 reapareció en la LVBP, ahora con la camisa de las Águilas del Zulia, donde jugó sus últimas siete temporadas y donde derrochó, como era su naturaleza, carisma, talento y energía.

El retiro de César Tovar se produjo al final de la temporada 85-86. En nuestra liga este gigante dejó números que lo sitúan en lo más alto de la élite de la LVBP. Al bate, César dejó un promedio de por vida de .286, con 1.224 inatrapables (cuarto puesto en la historia de la LVBP), 191 dobles (tercer puesto), 39 triples (cuarto puesto), 146 bases robadas (segundo puesto) y 635 carreras anotadas (segundo en la historia). Todo esto en 1.116 juegos jugados (cuarto puesto en la historia de la LVBP), 4.286 turnos al bate (cuarto puesto), en 26 campañas activo (cuarto puesto).

La trayectoria de este insigne pelotero lo llevó al Salón de la Fama del Béisbol Venezolano en la ceremonia de exaltación inaugural en 2003, y al Salón de la Fama de los Mellizos de Minnesota este año 2022, un reconocimiento que tardó mucho, más de lo debido, como lo afirman diferentes voces de la organización.

César Tovar falleció el 14 de julio de 1994 cuando recién había cumplido 54 años. Hemos hablado de todas sus cualidades como pelotero. Quisiera cerrar estas líneas exaltando también su calidad humana. Existen innumerables anécdotas que dan cuenta de la sencillez de César Tovar y de su estatura como persona. En este momento voy a acudir a una en la que fui protagonista.

Un día del mes de diciembre de 1979 estaba con mis padres en el Universitario viendo un juego Leones-Tigres. Yo era un niño en esas edades de las que no recuerdas muchas cosas, a menos de que te hayan causado gran impacto. Ya Tovar era una estrella que había dejado su huella en Las Mayores, en México y que pertenecía al club de los mil imparables en Venezuela. Como ese día las Águilas del Zulia, su nuevo equipo en la LVBP, no jugaba, César se apareció en las tribunas del Estadio en jeans y franela. La fortuna del niño que era yo aquella noche hizo que el hombre se sentara justo en la fila detrás de nosotros. Recuerdo que él no paraba de hablar con todos, por supuesto, de béisbol. La gente se acercaba a pedirle autógrafos y él los repartía sin borrar la sonrisa del rostro y sin parar de hablar.

En algún momento, Tovar comenzó a hacerme preguntas y en cuestión de segundos estaba hablando con él como si se tratase de un amigo. “¿Tú juegas pelota? Ya voy a ver si es verdad, párate para ver la estampa”. Miré a mis padres y César insistió: “¡Vamos, levántate para ver si es verdad que eres pelotero!”. Papá lo secundó y yo me puse de pie. “¡Miren esa estampa, claro que es pelotero!”, sentenció. A partir de ahí empezó a explicarme los detalles de todo lo que ocurría en el terreno de juego. Por qué pasaba esto y por qué pasaba lo otro. En algún momento Luis Bravo, de los Tigres de Aragua, vino a batear. “Ya vas a ver, él va a embasarse”. Luis Bravo se embasó por boleto. “Ahora vas a ver cómo llega a tercera, porque este bateador va conectar la pelota entre primera y segunda”. Y así sucedió. “Ahora va a anotar”. Anotó. “Es que yo enseñé a jugar a ese muchacho”. Luis Bravo debutó como novato en la LVBP con los Tigres de Aragua en lo que fue la última temporada de Tovar con los felinos.

Antes de que el juego terminara, César Tovar se despidió de todos porque iba a bajar al clubhouse a saludar a sus amigos. Antes de irse le dio la mano a papá y le dijo: “pasado mañana jugamos nosotros aquí, vengan y traigan al muchacho para bajarlo un rato al dugout y que vea cómo es el ambiente, que eso los estimula a seguir jugando”. Está de más decir que a partir de ese momento César Tovar se convirtió en una especie de héroe para mí, como ya lo era para una legión de fanáticos que lo habían visto jugar.

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